La narración oral en eventos en los que se reproduce la vida medieval, renacentista o barroca, sean recreaciones más o menos fidedignas, sean mercados con fines turísticos, puede realizarse de dos maneras:

  1. Como una sesión que comienza a una hora determinada en un lugar definido, con uso o no de voz amplificada.
  2. Como animación, en la que el narrador, moviéndose libremente por el territorio del evento y sin uso de voz amplificada, realiza pequeños pases cuando considera que hay público y ambiente adecuados. 

En el primer caso nos encontramos con una sesión semejante a la realizada en cualquier otro evento o festival relacionado con el género: hay un espacio dispuesto para el acto de narrar, un horario, hay público informado y hay expectativa.

En segundo caso, el acto de narrar en mercados medievales nos pone ante la consideración de la narración oral como juglaría. Además, en este caso no suele haber expectativa en el público, el espacio para narrar no está decidido de antemano y la duración es indefinida.  El público fluctúa, de manera que el repertorio tiene que adaptarse a la situación, sobre todo si hay niños y niñas.

En los mercados y eventos en los que se reproduce la época medieval, renacentista o barroca, se pretende, con más o menos rigor según los organizadores, que el espectador o visitante se retrotraiga a una época que no es la suya, y en la que, para el tema que nos ocupa, la mayor diferencia con la época contemporánea era la vivacidad de la oralidad en todas sus manifestaciones, en contraste con la cultura moderna, predominantemente visual. 

Pero en esa época, el teatro, mayoritariamente popular,  tampoco era tal y como lo conocemos ahora: no existió edificio teatral propiamente dicho hasta la época barroca (el más utilizado eran las iglesias), las representaciones eran casi todas al aire libre, y por tanto no se había desarrollado la técnica dramatúrgica y actoral que hoy conocemos, ni un concepto que, siglos más tarde, se considera (de una manera reduccionista) como clave en el teatro: la cuarta pared. Es decir, si en aquellos tiempos no se había teorizado la obra teatral como representación de “acciones”, cabe decir que la distancia entre la narración pública y el teatro (desde el punto de vista escénico) no existía, pues en la diferencia entre narrar y representar acciones es donde encuentran hoy en día gran número de teóricos el límite entre narración oral y teatro. (1)

 1 Carlos Alba. Granadilla. Cáceres

Repertorio y duración de las (mini)funciones

Casi todos los cuentos de tradición oral pueden ser contados en este tipo de eventos, pues el origen de muchos de ellos se sitúa allende la Edad Media. En este sentido, es muy ilustrativo el libro de Jesús Suárez Cuentos medievales en la tradición oral de Asturias (Red de Museos Etnográficos de Asturias, Gijón, 2008), en el cual se reproducen 60 historias recogidas de la tradición oral, con su correspondiente texto medieval. Lo mismo se hace en Cuentos del siglo de oro en la tradición oral de Asturias (Museo del Pueblo de Asturias, Gijón,  1998), con prólogo de Máxime Chevalier, autor de otra fuente indispensable para el repertorio en el caso que nos ocupa: Cuentos folklóricos del siglo de oro (Crítica, Barcelona, 1983). Por otra parte, la inmensa mayoría de los textos publicados Jesús Suárez tienen correspondencias en recopilaciones de tradición oral de otras zonas de España y el resto de Europa.

Los juglares históricos no vivían solo del componente narrativo, sino del espectacular: acrobacias, música, doma de animales, groserías…  Dicen las crónicas que todo valía con tal de llamar la atención. (2)  De todos estos elementos quizás el que no puede faltar hoy en día es el musical. Así, conviene que el narrador-juglar que se aventure a contar en eventos medievales toque algún instrumento y utilice regularmente la voz cantada. La música, además de aportar variedad a las “minisesiones”,  es un buen recurso para los momentos en los que el narrador está haciendo tiempo, esperando el instante propicio para comenzar a narrar. Refugiado en esa “presencia ausente” que da tocar un instrumento, puede, además de mantenerse activo en esos momentos de espera, valorar el humor del público y la oportunidad de empezar su minifunción. 

La duración de ésta dependerá de factores ambientales, pero por lo general oscilará entre los 10 y los 20 minutos. Cuatro minisesiones, distribuidas a lo largo del día (o una mañana, o una tarde), con repertorio diferente en cada una de ellas y variedad de géneros orales (cuento, chascarrillo, romance, coplas, refranes, adivinanzas… incluso conjuros), es lo aconsejable. Así, el repertorio del narrador-juglar puede ser un compendio práctico bien completo de la oralidad popular.  El registro lingüístico no es necesario que sea histórico, pero sí conviene contar con un rico repertorio de léxico y expresiones de la lengua tradicional, pues ésta conserva más cantidad de arcaísmos que el registro estándar que se utiliza en la mayoría de sesiones de cuentacuentos.

 

La expresividad

El acto de contar cuentos, tradicionalmente, solía (y suele) darse en un espacio interior, o en su defecto en un ambiente recogido: a la vera de lar o en las noches a la fresca. Sin embargo, el cuento es solo uno de los géneros de la tradición oral: esta, cuando se hace al aire libre, en el contexto del trabajo o la fiesta, se desplaza hacia el canto, con su “performance” correspondiente:  gestos de trabajo repetitivos, explosiones festivas y danza popular.

Los “mercados” y eventos históricos reproducen la fiesta. Por tanto, a no ser que se haya cuidado con mucho esmero ese ambiente recogido donde se daba el cuento tradicional, la narración tiene que ser juglaresca, espectacular, teatral. Esto impone un uso de los recursos expresivos del contador que generalmente no se utilizan cuando se narra en espacios cerrados:

  • Más nivel de energía sin que aumente la tensión corporal. En la narración oral, tal y como se está definiendo su práctica en los últimos años a través de un buen número de programaciones y festivales del género, nos encontramos con una petición y con una prohibición. Generalmente, al narrador se le pide naturalidad y comunicación con el público. Vale decir: autenticidad. En consecuencia, se prohíbe (o se ve como algo ajeno al género “narración oral”) la teatralidad y la construcción de un personaje. Son dos exigencias que coinciden con lo que se pide también al cómico del estilo “stand up comedy”, lo que explica que algunos narradores practiquen también este género. La diferencia de la narración con el “club de la comedia” consistiría en la existencia, en la primera, de una historia, con todo lo que ello conlleva, sobre todo en el uso de la imaginación y en el ritmo del espectáculo. Sin embargo, desde el punto de vista de la presencia escénica, monologuista “club de la comedia” y narrador naturalista parten del mismo lugar.
  • El vestuario va a influir en la forma de contar, de manera que llevará al narrador, si no siempre a crear un personaje, sí a contar desde “otro sitio” (si esto no sucediera, simplemente veríamos a un narrador disfrazado). 
  • Dialéctica entre narración y representación.  Para que lo que se ofrece sea narración oral (a pesar de sus diferencias con la narración oral de corte “naturalista” o coloquial) es imprescindible que la acción de la historia avance según el procedimiento de la narración, es decir, que se desarrolle en el imaginario del espectador. Sin embargo, el narrador-juglar tiene tendencia a hacer reales en escena, representándolas y desdoblándose a su vez en varios personajes, las acciones que narra. Es esta una herramienta que utiliza cualquier narrador pero que en el caso que nos ocupa hay que usar con más énfasis y, en muchos casos, con mayor frecuencia, para poder mantener la atención del público.  El viaje de la narración a la representación ha de estar controlado por el narrador, que nunca dejará que la representación enturbie en el espectador la visión global de la historia narrada. (3)
  • El público no asiste específicamente al acto de narrar, sino a un evento global en el que éste se inscribe. Si a los espectadores les falta expectativa, no van a ser condescendientes, habrá que ganárselos segundo a segundo en la representación.

 2 Carlos Alba. Mercau Tradicional de Infiestu Asturias

En conclusión

Narrar en mercados supone un viaje a una de las esencias históricas de la narración oral (la juglaría en los tiempos en que la tradición oral estaba viva como práctica colectiva y familiar), a la vez que una profundización en su carácter escénico. Un carácter escénico sin escena, es decir, una vuelta a los tiempos en los que no existía el edificio teatral ni, por tanto, la técnica del actor contemporánea con sus condicionantes añadidos, sobre manera uno: la obligación de contar una historia solo con la representación de acciones, no con narración, consecuencia de la existencia de lo que en el arte teatral “burgués” (en sentido histórico, es decir, como arte teatral que surge a la par que se desarrolla el capitalismo como forma económica dominante) se denomina “cuarta pared”. (4)

 

Carlos Alba

 

Este artículo fue publicado en el Boletín n.º 81 – ¡Al aire libre! Narrar historias bajo el cielo

 

Notas al pie

  1. “La narración oral profesional, un arte escénica” , 24 Julio 2016, web de AEDA. 

CAMPANARI: Una de las diferencias principales con el teatro es el uso del espacio escénico. En el teatro el espacio escénico es el lugar donde se desarrolla la acción que representa los hechos históricos. En el caso de la narración o el arte de contar historias, el espacio escénico es donde se instala la persona que cuenta los hechos. Dichos hechos se desarrollan en un espacio intangible construido en diálogo creador entre quien cuenta y quienes escuchan.

SONIA CARMONA: En la creación de un espectáculo teatral cuento una historia, que transcurre ante los ojos del espectador, por medio de las acciones de los actores y de unos elementos, imprescindibles y necesarios, para contar la historia en tales acciones concretas; desarrollándose la puesta en escena delante de los ojos del espectador. Sin embargo, al narrar, la puesta en escena de esa historia contada ocurre en el imaginario del público que solamente escucha; pero no ve realmente las acciones de tales sucesos.“

ENRIQUE BUENAVENTURA: La narración oral es una forma teatral cuyo secreto reside en resistir a la tentación de representar.” 

  1. MENÉNDEZ PIDAL, R: Poesía juglaresca y juglares, Espasa Calpe, Madrid, 1991
  2. “La narración oral profesional, un arte escénica” , 24 Julio 2016, web de AEDA.

Pavis, Diccionario del teatro: “El cuentista (o contador de cuentos) es un artista que se sitúa en la encrucijada de las otras artes: sólo en el escenario (casi siempre), cuenta su o una historia dirigiéndose directamente al público, evocando los acontecimientos con la palabra y el gesto, interpretando uno o varios personajes, pero regresando siempre a su relato. Recuperando la oralidad, se sitúa en el terreno de tradiciones seculares e influye sobre la práctica teatral occidental (…). El cuentista intenta restablecer el contacto directo con el público (…); es un performer que ejecuta una acción proporcionando un mensaje poético directamente transmitido y recibido por los auditores-espectadores. (…)

  1. Además de los libros citados, es  interesante para el estudio del tema el libro de Mijail Baijin: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (Alianza, Madrid, 1987).