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Hace ya unas décadas M. Nisbert describió que la característica fundamental de la cooperación cultural se basa tanto en el acuerdo sobre normas organizativas como sobre objetivos. Bien es cierto que también se habla de cooperación espontánea, tradicional y automática en multitud de hechos culturales, pero los trazos de la cooperación objeto de diseño, gestión y articulación desde fundamentos públicos o privados se fundamentan en la coordinación de acciones entre instituciones, empresas o gobiernos desarrollando planes de marketing conjunto.
Cada vez más los temas de cooperación son de uso común y poseen una mayor difusión en los medios de comunicación y la sociedad en general.
El trabajo cooperativo entre las bibliotecas, las administraciones, instituciones,... desemboca en una mejor y más efectiva comunicación, trabajo en equipo, reducción de gastos y, en definitiva, la optimización de recursos, así como la unión de los esfuerzos por conseguir un fin común.
Los profesionales que trabajamos en el ámbito cultural (animadores y gestores culturales, bibliotecarios, etc.) trabajamos muchas veces conjuntamente con otros compañeros que geográficamente no están cerca y que realizan las mismas tareas.