Durante el mes de febrero, desde el grupo de trabajo (GT) "Informe Carter" de AEDA, se ha organizado una formación en línea que ha constado de cuatro sesiones con el nombre de “Narración oral y perspectiva de género”.

Ha sido una experiencia muy enriquecedora a nivel intelectual y emocional. Desde el GT no podemos más que dar las gracias por la buena acogida que han tenido estas sesiones tanto dentro como fuera de la asociación. 

Hemos creado un espacio de encuentro y reflexión que nos ha permitido formularnos preguntas y también encontrar estrategias para sortear los caminos que la costumbre, que no la lengua, nos vuelve difíciles. 

Compartimos en este texto algunas de las aportaciones de Ana Juan Cantavella en la mesa redonda de la Jornada de Morella.

WhatsApp Image 2024 02 20 at 20.12.02

¿Qué significa para ti contar?

Para mí, contar es un acto cotidiano con el que construimos una parte esencial de lo que significa ser humanos: ese envoltorio narrativo con el que aprendemos a relacionarnos con el mundo y con las posibles maneras de nombrarlo y ordenarlo.
Trabajo mucho con la primera infancia y sobre todo con agentes culturales y educativos que están cerca de ella y contar es ofrecer las voz para que ese otro ser que acaba de llegar al mundo pueda construir su propia voz. Una voz hecha de fragmentos de otras voces y en las que el cuento y el canto, las cancioncillas y las historias, son parte elemental para apropiarnos de una herramienta esencial: la lengua.
La literatura, además de ofrecer espacios de relación rica con el lenguaje, ofrece estructuras para pensarnos y para ir construyendo nuestro espacio simbólico interior (hecho de imaginarios prestados) y también para ordenar y tratar de entender el mundo que nos rodea. La oralidad, los relatos, las canciones, la prosodia de la lengua materna son actos fundacionales para los bebés en el sentido psíquico y lingüístico, y deben ser nutridos desde el inicio, ya que son tan necesarios como la nutrición alimenticia.

El pasado mes de julio en Morella los amigos de AEDA me invitaron a reflexionar sobre la manera en la que me acerco al contar, sobre mi relación con el pasado y cómo este condiciona el proceso creativo, sobre el peso de la comunidad en lo que cuento. Si así planteado, en aquel momento, me pareció arrogante el pensar en mí, ahora que el compañero Estibi me encarga ponerlo negro sobre blanco me parece aún más arrogante.

Tres décadas en el oficio debieran haber dado más para pensar en lo que se ha hecho, y es un ejercicio al que no me gusta someterme, quizá porque como escuchador de viejas he creído siempre que no tenía más voz que la de otros, que la de las docenas de pastoras, carreteros, hilanderas, bordadoras, cesteras, herreros, molineras y contrabandistas que me dieron forma. Vamos a procurar que por un rato todas las voces mañaneras de la gallarada se me vayan juntando en un pensamiento, y si es que sirve para algo, lo entienda el lector como lo que es, la manera en la que Donguti va por ahí contando cuentos y en modo ninguno un intento de catequesis.

Contar, si me preguntaras ahora qué es contar te llevaría de la mano a casa de Anita, en Nuez de Aliste, una noche de esas infinitas de noviembre en que el sol se acuesta tan pronto, que la cena parece más una merienda temprana que el consuelo de la jornada de trabajo. Ellos, los de casa, y los vecinos, congregados alrededor de la lumbre en los escaños, banquillas, y taburetes apuran el plato de patatas cocidas, cortan el tocino con la navaja sobre el pan y remueven el caldero de las castañas asadas buscando esas últimas tostadas, tan gustosas. Corre la jarra de mano en mano, brillan los ojos del vino y los carrillos de la lumbre. La tarde ha sido buena para el recopilador,
las mayores cantaron romances, dieron detalles de todo, fueron desenterrando refranes, coplas, oficios, sucedidos. Ahora con el vino se “rememoria” lo “memoriado”, y aflora lo que por vergüenza o decoro estaba aún en el arca de los recuerdos, los cantares más irreverentes, los casos más escabrosos, las medias verdades y las malas intenciones, las murmuraciones que se pagaron en sangre. Es ahí, en medio de la bacanal de la memoria donde quien tiene “la gracia de los cuentos”, el don de la palabra, arranca, sin anuncios, sin levantar la voz, un gesto cierto de la mano, un asomar la cabeza al centro del corro, Anita, “dice que era una de aquí, de Nuez, que la decían Tomasa”. Todos en silencio, asienten, sonríen, se recuestan en los escaños, se dan señales, se relamen como si fuera a venir una tartera de guiso, y la historia de la bailadora y las brevas, tantas veces oída, durante generaciones, va iluminando las caras de los presentes, uno por uno. Eso es
cuando se cuenta con gracia y cuando quien escucha sabe las reglas, eso es cómo lo aprendí y eso es lo que llevo ya muchos años intentando repetir, aunque me falte la lumbre, las castañas, el escaño y quien sepa de generaciones, todos los cuentos. 

Yo, de pequeño, también quería ser arqueólogo.

No sabría decir las veces que he escuchado esta frase de boca de conocidos y extraños al explicarles que me dedico a la Arqueología.
«Arqueología».

Es casi una palabra mágica. Infalible. Pronunciarla despierta en quien escucha un gesto automático de sorpresa, ya sea un «¡Oh!» o una moderada desorbitación de los ojos, como quien se encuentra ante algo insólito, exótico.

Este acto reflejo es sintomático de una doble realidad. En primer lugar, que la imagen que la sociedad tiene de la Arqueología dista mucho del día a día la profesión: ante la visión romantizada e idealizada, a menudo perpetuada por los medios de comunicación, se impone la realidad de una práctica profundamente burocratizada, marcada por largas esperas para la obtención de permisos, acuciada por ritmos frenéticos cuando comienza el trabajo de campo, condicionada por las presiones del sector de la construcción, desprovista de su aura sexy a base de EPIs y memorias técnicas. En segundo lugar –y en íntima relación con lo anterior–, que el poder evocador de la Arqueología es enorme. En el imaginario colectivo, la Arqueología remite a aventura y apela a lo desconocido, a lo que está oculto bajo tierra a la espera de ser descubierto, sumergido en el agua, perdido en la montaña o en lugares todavía más recónditos. La Arqueología tiene, además, la poderosa capacidad de encarnar el contacto con el pasado a través de su materialidad –el patrimonio–, que es la puerta de acceso a mundos imaginados. Especular sobre el pasado es una vía de escape para pensarse en territorios y épocas radicalmente distintos a los de quien imagina. Un subterfugio que a menudo es utilizado como contrapunto deseable frente a un presente poco apetecible.

WhatsApp Image 2024 02 20 at 18.49.25

¿QUÉ ENTIENDES POR CONTAR?

Contar es transmitir una historia. Es seleccionar, elegir, de entre todos los relatos posibles, de entre todo lo visible, de entre los mil y un protagonistas posibles, uno. Darle espacio para que algo pueda ocurrirle, algo que tenga un sentido. En mi caso, como pintora, o como ilustradora: de entre todas las imágenes posibles, posar una, construir sus líneas, sus contornos, los contrastes, dejar el blanco como un vacío para que eso que estoy pintando, ya sea una niña, un pájaro o una montaña, tenga un lugar en el que algo pueda ocurrir.

Cuando dibujo en mis cuadernos estoy dejando constancia de la existencia de eso que pinto, de lo que tengo delante. El conjunto del cuaderno va a contar una historia que empieza en la primera página. Un cuaderno de pájaros. Un diario de maravillas. Un cuaderno de viaje a Praga.

WhatsApp Image 2024 02 13 at 20.10.30

En el flujo de lo visible y en el flujo de nuestra existencia, algo se detiene: contar es dar tiempo a que algo pueda ser observado, escuchado, atendido. Corroborado. Eso que cuento, miro, pinto, ha existido, ya sea en la realidad, ya sea en la imaginación.

Utilizo imágenes y utilizo palabras para contar. También cuenta lo matérico: no es lo mismo contar una historia abriendo un libro que abriendo una caja de lata.

 

¿CÓMO AFRONTAS EL PROCESO CREATIVO?

Cada proyecto, cada historia, pide una forma de ser contada: el formato de cada libro y la técnica con la que lo abordo son algo que varía en cada proyecto.

¿Cómo son estas historias? ¿Tienen un orden secuencial o pueden colocarse de manera arbitraria? ¿Les ayuda la soltura y la liviandad de la acuarela o están apegadas a una materia concreta que puede funcionar mediante el collage? ¿Van a ser leídas por personas grandes o pequeñas?

Hay proyectos en los que las palabras llegan antes y después las imágenes; en otras es al contrario.

Lo importante es saber que tú, como artista, te tienes que poner al servicio de las historias y a menudo salir de las fórmulas que te funcionan o de las técnicas con las que estás más cómoda.

Para mí es esencial aprender y sumergirme en la realidad que me interesa conocer y de esa curiosidad, de ese asombro, van surgiendo las historias que voy a contar.

Mis proyectos no parten de un texto inicial al que voy a acompañar con imágenes, sino que a raíz de la curiosidad o interés que tengo por algo o alguien, va a aparecer un deseo, el motor que va a dar lugar a un libro. Palabras e imágenes se crean muchas veces en paralelo, o en conversación con el otro autor. Considero que en estos proyectos, cuando trabajo con un escritor o escritora, ambos somos autores de la obra. Crear mi propia editorial ha sido la manera de que esos proyectos se materialicen en libros, libros-caja, calendarios que se despliegan como biombos…

WhatsApp Image 2024 02 13 at 20.10.56

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENEN LA COMUNIDAD Y EL LUGAR EN TU TRABAJO?

Hace 19 años en mi vida hubo dos cambios radicales: uno es que dejé Madrid y me fui a vivir a un pueblo de menos de mil habitantes en el norte de Cáceres. El otro es que fui madre.

Esos dos cambios transformaron totalmente mi mirada y mi trabajo. Los árboles y las montañas, la vida del pueblo y el trabajo en el campo y con los animales han sido los protagonistas de la vida en este lugar (además de mis hijas). Todos los mayores que viven aquí y que forman parte de una vida casi extinta, (lo que John Berger llamó “la extinción del campesinado europeo) son mis vecinos. Estas realidades han pasado a ser las protagonistas de mis libros, de mis ilustraciones y de mis acuarelas.

WhatsApp Image 2024 02 15 at 10.32.50

Estar en un entorno rural define la relación con la comunidad. No es elegida en función de las afinidades, entre un amplio abanico posible, sino que tu comunidad la constituye la gente que vive en tu territorio y es diversa en orígenes, edades, cultura…

En mi trabajo ha sido fundamental entender que la cultura es un motor generador de comunidad. En concreto la creación de Murales Colectivos que empezamos a desarrollar en la escuela pública de Garganta la Olla, en la que han estudiado mis hijas, ha sido un espacio de experimentación creativa muy potente. Yo he visto transformarse mi manera de entender la creatividad desde esa participación en el espacio colectivo.

WhatsApp Image 2024 02 13 at 20.10.48

En los pueblos la oferta cultural es muy limitada y las asociaciones culturales y los colectivos son quienes traen las propuestas culturales a los pueblos. Participo junto a muchas otras personas en la creación de un festival de narración oral, Una Olla de Cuentos. Así tejemos comunidad, a partir de las historias y también de las patatas que cocinan las mayores del pueblo en la plaza. ¿Y por qué hablo de esto si estoy hablando de trabajo? Porque sin cuidar lo que me inspira (en este caso las historias), luego no tendría con qué crear mi propio trabajo. No están separados. Lo uno sin lo otro, no puede ser.

 

Esta entrevista forma parte del boletín n.º 101 -  Ecos de nuestra Jornada en Morella

Para AEDA, el 2023 ha sido el año del avance en nuestras relaciones con el mundo de las artes escénicas, pues decidimos continuar participando en una renovada Mesa Mercartes que, si bien surgió a raíz de la pandemia, hoy sigue estando integrada por una treintena de asociaciones de disciplinas performativas (teatro, música, danza, circo, magia y también narración oral) y continúa siendo un espacio de diálogo y trabajo en el que se tratan temas de carácter estratégico para el sector de las artes escénicas. 

Pero además, este año hemos asistido a varias citas presenciales relacionadas con los espectáculos en vivo, como la Feria de Teatro de Castilla y León - Ciudad Rodrigo (22-26 agosto), donde realizamos dos presentaciones para dar a conocer nuestro oficio entre programadores y profesionales de otras disciplinas escénicas; en la Feria de Artes Escénicas y Musicales de Castilla La Mancha (11-14 de abril) y en Mercartes, Mercado de las Artes Escénicas, en Valladolid (11-14 noviembre).

Esta estrategia de acercamiento a otras disciplinas escénicas ya fue discutida en en la Asamblea Anual de enero, con la que AEDA suele inaugurar el año. En 2023, como viene siendo costumbre, volvió a celebrarse en enero Azuqueca de Henares (Guadalajara). Otra decisión tomada en esta reunión fue la de ligar este evento a un par de jornadas de formación para los socios y socias, por lo que en la próxima Asamblea, del 9 al 11 de enero de 2024, se realizará un taller de voz para los socios y socias asistentes del que iremos desgranando más detalles. 

La primera vez que me subí a un teatro para contar cuentos fue en el año 1992, como parte de las actividades organizadas por la Biblioteca Regional de Murcia para escolares. En aquel entonces, la narración oral profesional estaba casi en pañales y soñar con programaciones estables en cualquier lugar era eso, un sueño.

En el verano de 2018, media vida después, recibí una llamada del director de Teatro Principal de Alicante. Me propuso contar cuentos (en concreto mitos griegos) como parte de la programación del Festival de Teatro Clásico de Alicante. Gran noticia y no menos alegría. Sin embargo, el lugar elegido para la narración no sería el escenario del teatro, sino unas cuevas dentro del Museo de Aguas de la ciudad.
Osada de mí, quise aprovechar que la puerta estaba abierta para poner sobre la mesa una propuesta de narración permanente en el teatro. Imaginé un formato pequeño, íntimo, con el público sentado en el escenario y una función al mes. La respuesta fue inmediata: no. Según las palabras del director «El teatro solo era para teatro, y de calidad». No hubo posibilidad de insistir o de abordar el proyecto desde otro ángulo.
No obstante, desde esa primera edición, y a excepción del año de la pandemia, la narración está presente en el Festival con dos funciones para público adulto, dos para público familiar y tres para alumnado de Bachiller. Y, hasta el momento, se ha programado a siete narradores diferentes.

Mi padre siempre me ha dicho que quien la sigue la consigue. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, unas veces sucede y otras no. Pero, por si las moscas, de vez en cuando sigo y sigo.

Raquel 2jpg

Más artículos...