Puedes leer la crónica directamente en CulturaEnGudad. Incluye fotografías. [14 diciembre 2013]

 

La caribeña Mercedes Alfonso participó por vez primera en una sesión de narración oral en Guadalajara con su espectáculo ‘Cuentos de Punta a Cabo’ en los Viernes de los Cuentos. • La artista mezcló mucha canción, sensualidad y humor en su decena de piezas inspiradas en su país de origen.


La isla de los cuentos de la cubana Mercedes Alfonso desembarcó este viernes en Guadalajara por vez primera. Era para el muy versado en estas artes público alcarreño lo que el presentador del acto, Luis Moro, denominó una “narradora inaudita”. No se la había escuchado todavía en la Alcarria. Y se presentó con un repertorio de una decena de cuentos a los que puso una dulce melodía, alguna carcajada a modo de moraleja y cierta sensualidad allí donde el relato se perdía en picardías.

Los ‘Cuentos de Punta a Cabo’ de Mercedes Alfonso son relatos de sabor caribeño que precisamente rescatan la tradición de los cuenteros de este país centroamericano, de la Punta de Maisi al Cabo de San Antonio, de uno a otro confín de la isla, a la que esta narradora convierte en un escenario de historias con vida propia, incluso en movimiento, en una suerte de barco que, por ello mismo, podemos decir que llevó a buen puerto en este Viernes de los Cuentos del CMI de Aguas Vivas, ante algo más de medio auditorio.

“Vengo de una isla que flota obstinadamente al filo del agua”, anunció la narradora. Y puso en marcha su encadenamiento de historias casi siempre a media voz, convirtiendo la sesión en una confesión de secretos y misterios. Habló primero de dos compadres que discutían porque ambos decían ser la Verdad y de cómo, tras meterse a un río dejando las cabezas en la orilla, finalmente se produjo una confusión que explica muy bien que a menudo nos crucemos con la verdad pensando que es mentira y muy al contrario, que tengamos delante el cuerpo de la mentira con el rostro de la verdad.

Fue la primera lección de una sucesión de consejos de esta narradora que confesó que era ella quien contaba cuentos a su abuela, y no al revés. Supimos por ella que todo hombre tiene dos hambres, la que sacia el alimento y la que exige conocimiento; o que hay que andar ojo avizor con las consecuencias de la pasión.

Uno de los cuentos más celebrados por el auditorio fue el de la vieja beata Sofía, envuelta en un ‘affaire’ con un ángel celestial y veinteañero y la divertidísima reacción de un sacerdote. Ágil, divertido y con un final feliz.

Una lectura de un poema erótico, un canto-cuento cubano sobre una niña aparentemente mala y una divertida historia sobre cómo ser prácticos continuaron con una sesión que se encaminaba hacia la hora de duración. De nuevo la verdad y la mentira protagonizaron el inicio de una historia riquísima en personajes abstractos (incluidos todos los defectos, virtudes y sentimientos isleños) en un relato en el que Cuba se hunde literalmente en las aguas y es finalmente salvada por el amor y la sabiduría. Moraleja: “Mientras el amor y la sabiduría sigan paseando, mi isla seguirá flotando obstinadamente al filo del agua”.

Había redondeado su sesión la narradora, pero vio al público tan “quietecito” que no se resistió a brindar dos nuevas historias, más cortas. La primera, por vez primera en castellano, porque generalmente la cuenta en francés (vive en el país vecino), era una historia de esclavos negros de Cuba sobre el modo en que las mujeres le robaron las nalgas a las ranas. Y la última, para rematar o, como dijo ella, “para el camino”, sobre una mamá ratona y un ratoncito y “lo importante que es hablar una lengua extranjera”. Una frase que como remate a la historia contada sonó a carcajada. O al chimpún final de una sesión de historias contadas y cantadas con son cubano.