Boletín n.º 103 - Narración y cuidados
Cuando decidí embarcarme en la coordinación de este boletín a principios de enero, no tenía ni idea de lo que iba a suponer. De hecho, la idea empezó a fraguarse como una presentación de lo que era la terapia narrativa y lo que podía suponer para quienes nos dedicamos a este oficio de narrar a viva voz.
Sin embargo, ya en aquel encuentro de principios de año, pude vivir en mi propia carne la necesidad que teníamos (como todas las personas) de cuidarnos, de observarnos y escucharnos de otras maneras. Recuerdo estar en un pabellón, rodeado de personas increíbles y pobladas de vivencias, personas que deseaban narrar, narrarse, encontrar y encontrarse.
Así fue como tuve la necesidad de hablar de cuidados, pero aún no sabía cómo enfocarlo. Fueron las propias personas que fui contactando quienes dieron una dirección a este boletín: quienes señalaron lugares, quienes se alejaron porque sus propuestas no encajaban o quienes declinaron la invitación para cuidarse y vivir sus propios ritmos.
No ha sido fácil, no. Pero ha sido hermoso. Sobre todo porque he descubierto palabras como cocuidado (que llegó hasta mí gracias a Paola Kolher) y me he sentido arropado por las palabras y los relatos de todas las personas que, aún sin haber formado parte de este boletín en su resultado final, han sido parte del proceso.
Me gustaría decir que, aunque parezca errático, la elección de las personas y los artículos tiene una intencionalidad y una dirección: invitar a quienes lean este boletín a hacer una reflexión en torno a la forma en que nos narramos, nos compartimos, dentro y fuera del escenario; y, al mismo tiempo, reflexionar en torno a la importancia de cuidar a las demás personas mientras nos cuidamos nosotras mismas y nos dejamos cuidar (y todo dentro del marco de la palabra dicha, la palabra que damos, en que nos damos).