Te has ido, ya no estás. ¡Pero, qué digo! ¡Claro que estás! ¿Cómo no vas a estar? Si tenemos fresca tu sonrisa y tu risa, porque nos has hecho reír hasta caer de culo con tus chistes, tus ocurrencias y tus historias. Todos hemos flipado escuchándote contar un cuento que empezaba y se iba por las ramas como una mona cocotera que parecía que no iba a bajar nunca y al final, (bueno, no siempre) bajaba y rematabas el cuento que habías empezado media hora antes y que se había convertido en otra cosa llena de anécdotas que te habían sucedido ese mismo día. Por eso eras único, tu capacidad de improvisar y hacernos reír (poniéndonos nerviosos: ¿A dónde irá?) era maravillosa.
Cada uno de los que te hemos conocido tenemos una anécdota contigo que guardamos como un tesoro y con las que podríamos hacer un libro, como cuando la madre de Blai Senabre lo llamó por teléfono y él le contestó: Qué vols bombonet? (¿que quieres bomboncito?) y tú, al saber que era su madre le pediste que te la pasara y le dijiste: “Es que no había hablado nunca con un bombonet y quería saber que voz tenían” O cuando, con Domingo Chinchilla, fuiste a contar a un manicomio, no a un psiquiátrico, a un manicomio, en Guadalajara y se suponía que tú contabas en valencià y él te traducía, pero al final ni traducción ni puñetas y todos aquellos pobres locos, revolcándose de risa. A saber qué entenderían; y tú estabas más orgulloso que Sant Vicent contando en valencià por el mundo. Porque esa es otra: siempre has contado en valencià y los niños y niñas de todo el ámbito lingüístico han escuchado cuentos valencianos y en valencià, muchas veces por vez primera.
Qué envidia teníamos los narradores cuando con una harmónica de juguete encandilabas y hacías callar a un bebé que lloraba desesperado, o cuando te sentabas en las rodillas a un hijo de su madre que corría de aquí para allá como una bala y lo tranquilizabas. ¡Cuánto hemos reído juntos! ¡Y cuántas veces, partiéndonos de risa en una contada hemos dicho: ¡y encima nos pagan!!
Lo más maravilloso es que a todos nos has hecho felices y te hemos compartido y disfrutado. Cuando pensamos en ti se nos viene una sonrisa a la cara: “¿Te acuerdas de aquel viaje en coche en que no parábamos de reír? ¿te acuerdas de las cenas de los premios Bromera en que íbamos en comandita a mear y nos meábamos, pero de risa?” Todos los que le queríamos tenemos nuestro recuerdo, nuestra carcajada única, porque eras eso: único. En medio de un festival podíamos estar preguntándonos dónde demonios estabas porque ya te tocaba contar y te encontrábamos por allá, hablando con unos yayos con toda la confianza del mundo. Tenías esa gracia de generar una confianza inmediata.
Te hemos querido mucho, amigo. Y es que te hacías querer con esa simpatía natural, siempre dispuesto a echar una mano, a participar en cualquier evento solidario. Tu bondad era tan proverbial que aún recuerdo a un grupo de narradores en Ibiza diciendo: “¡Joder, es que Llorenç es tan bueno que da asco!”.
Hoy, los niños y los adultos de este país solo estamos de medio luto, porque durante generaciones resonarán tus chistes, anécdotas y adivinanzas y también Pepet el geperut, Roc el panxut i Batiste el taverner, y El lleó del Benicadell, y La Mona Cocotera… y tantas otras historias que nos dejaste.
Cada uno de nosotros guarda un pedacito de ti en su corazón, que nos hará compañía y nos dará consuelo, exprimiste la vida desde el primer momento en que naciste prematuro y te daban por deshauciado y con una malta de cartón y unas botellas de agua caliente te hicieron una incubadora improvisada en donde te aferraste a la vida, como hacen los buenos. Eso nos enseñaste: a disfrutar de la vida. Eras capaz de reírte de la vida, de la muerte y del Sursum Corda y horas antes de irte para siempre aún contabas chistes de un humor negrísimo hasta hacernos llorar… de risa. Quiero acabar dedicándote un poema:
A LLORENÇ
Echaremos en falta tu sonrisa
Pero la recordaremos cerrando los ojos
Ya no escucharemos tu voz franca
Haciéndonos reír hasta caer de culo
Pero resonará en nuestros corazones
Como una música amable, conocida
Tus cuentos, tus chistes y adivinanzas
Vivirán en la boca de los niños y los amigos
¿Qué haremos ahora, cómo viviremos sin ti?
Intentando comernos la vida a bocados
Como hacías tú, como nos enseñaste
Y pensaremos qué habrías hecho o dicho
Y nos servirás de guía, refugio y consuelo.
Te hemos querido mucho Llorenç, maestro,
yayo, padre, hijo, hermano, poeta, rondaller.
Carles Cano y todos los narradores y narradoras del País Valencià