Hoy, ocho de marzo, parece un buen día para recordar la íntima, vital relación de los cuentos y la mujeres. Más allá de las figuras femeninas emblemáticas que aparecen en miles de historias contadas (con Sherezade a la cabeza), este breve artículo pretende hacer un recorrido por algunas habitaciones y calles, plazas y patios en los que sherezades de carne y hueso alimentaban la llama de la palabra dicha. Porque las mujeres son protagonistas de la pervivencia y la revitalización de esta arte, de este oficio de contar cuentos.

mujer contando 1001 noches en 1910
Mujer contando en 1910 al estilo de Las 1001 noches. Foto tomada de aquí.

 

 “Mi abuelo llegó al pueblo hace cien años: venía de un lugar muy lejano, caminando. Había nacido en ese lugar, pero nunca estuvo allí. Porque los de su pueblo eran caminadores, les gustaba andar y andar, no estar fijos en ningún lado. Por eso no tenían tierras, sino caminos”.
Rigoberta Menchú, Premio Nobel de La Paz

ANDA QUE ANDA es un festival, en un sentido amplio, una fiesta del contar, una sucesión de cuentos, cuenteros y cuenteras que van desgajando historias en diversas geografías. Es un festival de cuentos que no está anclado en una geografía, que se mueve. Empezó en el barrio de Lavapiés, Madrid, continuó por Barcelona y hasta la fecha ha llegado a Elche.

ANDA QUE ANDA, el festival de los cuentos itinerantes, nace desde el colectivo “La Cháchara” de Sevilla con el objetivo principal de brindar un espacio de diálogo intercultural y fomentar la idea del libre tránsito de las personas por el mundo (o los mundos). Queremos, desde la organización, que tanto los cuentos como la gente anden, vuelen, corran, jueguen, vivan, se reproduzcan, renazcan…

Nos inspiran los cuentos, nos movemos como personas libres, nos gustan las buenas historias, sean de finales felices o tristes, nos apasionan las leyendas, los mitos que deambulan por la amplia imaginería popular. Nos inspira el camino, por ello tenemos los zapatos bien puestos, aunque a veces nos gusta andar descalzos, con la tierra bajo los pies; o entre las nubes, caminantes al fin, como el abuelo de Rigoberta Menchú.

El concepto memoria es de uso común para quienes nos dedicamos de una u otra manera a oficios relacionados con la oralidad y en particular a la narración oral de cuentos. Está presente como recurso metodológico en la preparación técnica del texto y como contenido en los trabajos investigativos de recopilación, en los procesos creativos, y en el significado o alcance que representa para el pasado, presente y futuro de nuestras sociedades. Sin embargo la mayoría de las veces el término memoria es asociado a la memoria histórica relacionada con el derecho a la verdad de las víctimas de violaciones a los derechos humanos en medio de conflictos actuales o guerras pasadas, con las acciones de recuperación de la misma y con todo tipo de polémicas y repercusiones de tipo político, social o judicial. Efectivamente este es un enfoque, pero no el único, pues la memoria histórica colectiva nos habla de muchos más aspectos como la identidad, la ética, las costumbres, las relacionales sociales, el contexto, entre muchas otras. Pero ahondar en ello no es mi intención con este texto, sino mas bien describir, a modo de minúsculo preámbulo, la coyuntura en la que puede tener lugar la narración oral de la conciencia épica popular como posibilidad creativa o como compromiso artístico-social (como quiera asumirse) de los/las narradores/as orales de cuentos para contribuir al proceso de recuperación de la memoria histórica colectiva, la  lucha contra el olvido y la transformación social; tan importante y necesaria.

En medicina se utiliza el término terapia para el tratamiento de una enfermedad. Así, estando enfermo, el médico puede decidir una determinada terapia, por ejemplo la quimioterapia. Antes de aplicar la terapia, por supuesto, habrá que determinar la enfermedad. La enfermedad se define como un daño de la salud, grande o pequeño. También hay otra definición de enfermedad que la define como una pasión dañina o una alteración de la moral o de la espiritualidad. Veamos esta segunda definición, ya que puede dar pie a diferentes interpretaciones. El espíritu, ¿Qué demonios es? ¿Cómo se daña? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo se sana? Esta definición de enfermedad, al dar ocasión a múltiples interpretaciones, hace que surjan diferentes procedimientos sanadores, abundando cada vez más terapias, cuando menos, “curiosas”: Risoterapia o Cuentoterapia, por poner unos ejemplos.

La medicina utiliza, sobre todo en el tratamiento de males psicológicos y psiquiátricos, distintas técnicas adaptadas de procesos creativos, tanto del teatro como de otras artes, por lo que la utilización de relatos, siempre desde criterios médicos debidamente demostrados, puede ser interesante para ayudar a que pacientes diagnosticados con distintos trastornos puedan enfrentarse a ellos. ¿Qué ocurre en cambio cuando, esta utilización de los cuentos se confunde con narración oral? Y lo que es más preocupante, ¿qué ocurre cuando la puesta en práctica de dichas terapias se lleva a cabo por personas sin una necesaria y obligada preparación médica? ¿No estaremos ante un fraude?

Desde hace algún tiempo está muy de moda ponerle a cualquier cosa la terminación “terapia”, cuentoterapia, ludoterapia, biblioterapia, etc. y ya por eso parece que se trate de algo terapéutico. No es más que una forma de vender más, a costa de engañar a la gente.

Terapia es un tratamiento de una enfermedad o alteración física o mental, cuando el trastorno es de carácter mental nos referimos a psicoterapia. Terapéutico no es cualquier cosa que produzca un beneficio, muchas cosas lo producen, la alimentación, tomar el sol, escuchar música, etc., pero el hecho de ser beneficioso no le otorga el carácter de terapéutico, para ello es necesario que se trate de un tratamiento.

Cuando hablamos de tratamiento, nos referimos a algo que realiza un profesional cualificado y formado para ello, se necesitan muchos años para formarse como psicoterapeuta.

La psicoterapia es un tratamiento de naturaleza psicológica, que se desarrolla entre un profesional especialista y una persona que precisa ayuda a causa de sus perturbaciones emocionales. Se lleva de acuerdo a una metodología sistematizada y basada en determinados fundamentos teóricos, con la finalidad de eliminar o disminuir el sufrimiento y los trastornos del comportamiento derivados de tales alteraciones, a través de una relación interpersonal entre el terapeuta y el paciente.

INTRODUCCIÓN

Parece que el triunfo de la denominación “cuentacuentos” para definir ciertos espectáculos, acciones o animaciones, ha supuesto al mismo tiempo su fracaso como denominador de un género escénico autónomo y equiparable a otros géneros escénicos no teatrales (aunque la narración oral también puede en algunos casos ser considerada género teatral), como la magia, el circo o la danza. Dicho de otro modo: desde que la denominación “cuentacuentos” se impone teniendo como referente esas acciones o animaciones, los “cuentacuentos” empiezan a ser considerados como un subgénero y, para gran parte de sus practicantes, como un “nicho de mercado” en el que aprovechar su experiencia en otros campos como el teatro, la educación o la animación. Y cada cual la practica “tirando de” los recursos aprendidos en otras disciplinas, sin preguntarse qué es lo que distingue y define a la narración oral frente a esas otras disciplinas.

Como consecuencia de ello tenemos una gran variedad de espectáculos, acciones o animaciones que caen bajo la denominación de “cuentacuentos”. En este artículo intentamos esbozar una clasificación elemental que nos ayude a orientarnos entre una realidad un poco caótica donde coincidimos gentes de la más diversa formación, cobrando cachés o salarios muy distintos y trabajando en condiciones muy variadas. Intentamos que la terminología utilizada se corresponda con la realidad (que sea descriptiva), intentando de momento no hacer propuestas sobre esa realidad (que no sea normativa).

Esto es cuento largo. Hay quien afirma que los cuentos contados y, especialmente los cuentos tradicionales, están desapareciendo de los momentos y lugares donde habitualmente pervivían, sin embargo si uno se fija con algo de atención puede observar que los cuentos tienen todavía mucho predicamento en el día a día. Ya sea de una manera puramente nominal, ya sea a partir de expresiones hechas relacionadas con los cuentos, ya sea vistiendo con nuevos ropajes a protagonistas o historias tradicionales, los cuentos siguen muy mentados por aquí. Y no me refieron a los cuentos que contamos quienes nos dedicamos a contar, no: este breve artículo es para hablar de la presencia de los cuentos en otros ámbitos que no el de la narración oral.

El punto de partida de esto que escribo es una campaña publicitaria. Una una compañía de seguros lleva unos cuantos días bombardeándonos con anuncios protagonizados por personajes de cuentos tradicionales, si no sabéis de qué hablo mirad aquí y aquí. Desde luego esto no es la primera vez que ocurre, la publicidad se apoya en muchas ocasiones en los cuentos tradicionales (aquí hay cuarenta ejemplos más). Conviene pensar que si a la publicidad le interesa arrimar su ascua a las sardinas de los cuentos es porque funciona, porque el cuento sigue anclado en el imaginario colectivo y anda muy cerca de las emociones y pulsiones más hondas de los compradores. Incluso de aquellos que escucharon o escuchan pocos cuentos.

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