¿Contar cerca de casa: una ventaja o un inconveniente?
Me preguntaron: ¿cómo es contar en provincias? Y yo me pregunté ¿es que existe un centro? Porque yo me siento en el centro, en mi centro.
Una de las razones por la que cuento cuentos es porque a través de ellos he recuperado parte de una historia usurpada. Narro en una lengua minorizada, en un país ninguneado con un paisaje en vías de ser borrado, con una cultura convertida en folclore, sin medios de comunicación propios. Esto, dicho por el Che o por el subcomandante Marcos, suena revolucionario; dicho por una mujer del siglo XXI, habitante de una región europea, puede resultar pedante y localista.
No es una cuestión de ser localista; se trata “de ser”. Mi realidad la construyo a partir de lo que tengo cerca: mi gente, mi paisaje, mi historia, mis gracias y mis desgracias. La identidad es lo primero que necesito para poder contar, para poder contarme: ¿Quién soy yo para contar esto? Y la identidad, en este rincón del Mediterráneo, anda escondida. En la profesión, a esta falta de referentes como pueblo, se suma la práctica inexistencia de narradores anteriores a los años 90; ni tan solo en el mundo de la música o en otras artes que hubieran conservado nuestros cuentos, los que dan razón de ser a tantas cosas.