Entrevista realizada por Mario Caballero a Carles Cano e Ignacio Sanz para el Boletín nº18 de AEDA. Puedes confrontar estas respuestas con las de Carles Cano.

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¿Qué influencia tuvo la narración oral en la literatura infantil en el pasado? ¿Y en el presente?

La narración oral ocupaba la vida antiguamente. Los niños jugaban en la calle y cada juego iba acompañado de retahílas y de cancioncillas que educaban su oído. Y, dentro de casa, los poemas, los cuentos, las oraciones, los romances eran el pan de cada día. 

No se puede decir lo mismo en el presente. Para empezar apenas se juega en la calle agobiada por los coches y los peligros. De otro lado el fútbol monopoliza casi por completo el juego. Incluso las chicas juegan al fútbol. Hace tiempo que no veo jugar en los patios de los colegios a la comba ni tampoco veo jugar al corro, a la pídola o a la taba. Cada juego solía ir acompañado de formulillas que se pierden de manera irreparable. 

¿Crees que la literatura infantil tiene suficiente presencia en la vida de nuestros niños y niñas? 

 La literatura infantil ahora llega a través de las imágenes sobre todo televisivas. Y sí, en ese sentido los niños se atiborran de Disney, tan acaramelado. También asisten a sesiones narrativas y leen. Nunca ha habido tantos libros a su disposición. Supongo que vivimos una época de esplendor. El álbum es un fenómeno relativamente reciente y cuenta con magníficos autores, tanto literarios como ilustradores.

Respecto al colectivo docente, ¿valora el libro infantil y la narración oral como hace, por ejemplo, veinte años? 

El colectivo docente está muy mareado. Todos los sectores y facetas de la vida tratan de influir en la educación: sanidad, alimentación, religión, seguridad... Supongo que los maestros hacen lo que pueden, que los habrá más sensibles y sobre todo con más posibilidades. Pero tendrían ser muy zotes para no valorar la aportación esencial de la narración oral: el juego, la ironía, el malabarismo palabreril, las emociones... en fin, todo lo que la narración aporta.

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¿Eres partidario del libro impuesto o de la libre elección de lecturas en el ámbito escolar?

Cuando un libro se pone de lectura a una clase, en realidad se impone. Y no me parece mal porque se trata de un ejercicio de clase. Pero, además, cada niño debiera desarrollar su propio camino leyendo de manera individual; es decir que no son actividades excluyentes.

¿El futuro del libro infantil lo ves en digital o papel?

Supongo que convivirán en el futuro. Pero ahora mismo perderse en una biblioteca infantil es una fiesta. Allí están los libros llamándote desde las portadas. El libro digital es más abstracto.

En tu condición de narrador y escritor, cuéntanos un poco del proceso creativo en estas dos vertientes; la oral y la escrita. 

La narración oral y la escritura son actividades que se retroalimentan. Hay dos libros infantiles que llevan mi firma, "El bosque animado" y "Hambre de lobo", que beben de la narración oral de manera directa. Pero además en muchos de mis libros más complejos hay una deuda explícita con el folklore. Y cuando narro mi repertorio fundamentalmente bebe en las tradiciones infantiles.

¿Cómo ves la profesión de narrador oral hoy en día?.

La profesión del narrador oral que pasó por momentos de esplendor la veo en crisis. Pero las crisis no son malas porque clarean el panorama. Quizá fuimos muchos los llamados, diría incluso que hubo una inflación, y ahora vemos que son pocos los escogidos. Pero los buenos siguen trabajando, aunque con dificultades lógicas. En la música o en la pintura pasa lo mismo. Espero que la crisis no sea tan aguda que arrincone a los excelentes. Sería lamentable para la narración oral.

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Fotografías cedidas por el mismo Ignacio.