Nuestra compañera Elia Tralará conversa con Martha Escudero, narradora y programadora de “Contes i Cuentos” en el Harlem Jazz Club (Barcelona).

 

“Haber programado cada sábado cuentos para adultos durante 21 años y que todas las semanas hubiese público, es la bomba”

El próximo sábado 26 de mayo Martha Escudero, con “Los retablos de Román Calvo”, pondrá punto –no sabemos si seguido o final– al ciclo “Contes i Cuentos”, 21 años de narración oral para adultos en el ya legendario Harlem Jazz Club de Barcelona. Ella, que ha sido la principal artífice de este excepcional hito, será también la última en abandonar el barco, como buena capitana, después de más de 714 sesiones atracando en buen puerto. Dos décadas de programación semanal de cuentos para adultos, pagando cachés más que aceptables a los narradores, haciéndolo sostenible también para el local y con público asegurado (en unas épocas más y en otras menos).

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En 1997 nació “Contes i Cuentos” en el Harlem Jazz Club, un local de conciertos en el Barrio de Gracia de Barcelona, con una barra a la entrada y una salita al fondo para los espectáculos, sin cortinas ni separación física entre ambos espacios, con seis mesitas y sus correspondientes sillas y unos cuantos asientos más para poder albergar público suficiente, muy al estilo jazz club neoyorkino.

El acuerdo consistió en que toda la recaudación por el público de “Contes i Cuentos” fuese para el narrador o narradora que actuase y el mantenimiento del ciclo. A cambio, había que hacer un intermedio para en la sesión para que el público consumiese, pero durante su desarrollo, la barra no serviría bebidas. De este modo, se estableció un caché fijo mínimo para el narrador/a de 110 euros hasta 30 entradas vendidas. A partir de la 31, esta cantidad iba subiendo hasta un máximo de 220 euros por 60 entradas. Si la venta era superior a esta cifra, el excedente se guardaba para sesiones más “flojas”. 

“No podíamos pagar viajes, ni estancia a la gente de fuera”, aclara Martha Escudero, programadora y narradora mexicana afincada en Barcelona, quien fue ayudada en las tareas de gestión durante los primeros años por otro narrador: Ignasi Poltrony. 

Pero la fórmula parece que se agotó y Escudero da por cerrada esta etapa en la que el Harlem se convirtió en lugar de referencia para los cuenteros con una sensación agridulce. Dulce por todo lo logrado durante estos años y por los momentos inolvidables vividos entre las cuatro paredes de esta sala de conciertos, que también ha llegado a ser sala de cuentos. Como aquella sesión en la que Pep Durán estaba narrando con libro álbum, cuando irrumpieron unos chavalitos jóvenes y alborotadores cuyo perfil parecía estar en las antípodas del que tiene el público aficionado a la narración. Sin embargo, la algarabía fue disminuyendo a medida que Pep Durán les fue seduciendo con sus palabras hasta el punto de que al final de la sesión el narrador invitó a los asistentes a ver sus libros y los chicos se abalanzaron sobre ellos. 

“El balance es muy positivo. Haber programado cada sábado cuentos para adultos durante 21 años y que todas las semanas hubiese público, es la bomba”

Posibles razones

Martha Escudero, recuerda, con cierta nostalgia, la trayectoria del ciclo e indaga en las que ella cree que pueden ser las causas y razones que han obligado a echar el cierre: “Contes i Cuentos’ comienza con una sesión una vez a la semana, los sábados, antes de los conciertos que organizaba el Harlem. Empezamos en una época de mucho vuelo de la narración. El local se ponía a tope todos los sábados, hasta el punto de que casi resultaba incómodo porque no había sillas para tanta gente. Esto se fue regularizando. La primera temporada hubo 84 personas de media, por sesión”. Y el número de asistentes ha ido oscilando, según Escudero, entre esas cifras alcanzadas en los primeros tiempos, las 32 de media que se registraron en la temporada 2001/2003, la cincuentena del 2008, hasta caer a los 15 asistentes de media que vienen registrando esta última temporada y por la que se ha visto obligada a tomar esta incómoda decisión. Incluso, en los últimos meses, ese desplome ha hecho que haya variado la forma de remuneración de los narradores, que entre marzo y mayo, cobran el 70% de lo recaudado en taquilla. 

Para Escudero, la caída de espectadores, como suele suceder, no se puede achacar a una única causa. En primer lugar, existen algunos hechos externos acaecidos recientemente que han afectado: “Las temporadas en el Harlem comienzan en octubre y finalizan en mayo, y cuando comenzamos hace unos meses, en Cataluña estaban sucediendo muchas cosas: los atentados yihadistas, el proceso independentista… Se publicaron entonces datos del descenso brutal de asistencia a espectáculos que a nosotros también nos afectó. Pensábamos que sería temporal, pero no ha sido así”, reconoce. 

Otra circunstancia que ha repercutido es la gentrificación del Barrio Gótico en el que se ubica el Harlem: “Las tiendas, restaurantes, bares…se han orientado a los turistas. Tengo la hipótesis de que la gente de Barcelona ya no sale por el centro. Los locales se han ido adaptando a este cambio y el Harlem no ha sido excepción. Yo, que estoy cobrando las entradas para los cuentos, tengo que quedarme recibiendo a los turistas que llegan temprano a los conciertos y explicarles la hora a la que empiezan... Hay una convivencia difícil entre las propuestas actuales del local y los cuentos. Ha dejado de ser un entorno idóneo”, señala Escudero. 

Pocos colegas entre el público

Pero más allá de circunstancias externas, a la mexicana le surgen varios interrogantes sobre el propio trabajo de los narradores: “Si lo que ofrecemos interesa lo suficiente al público, si la pedagogía que hacemos es la adecuada; si es un trabajo de calidad… que yo, sinceramente, creo que sí, porque la gente que viene al Harlem sale contenta. También tengo la sensación de que si en algún momento la narración estuvo `de moda´, esta moda ha acabado”, opina.

Y puede que en este último hecho, a su vez, influya el que en la capital catalana han dejado prácticamente de existir los talleres regulares de narración oral, que generaban público: “Tristemente al Harlem no acuden narradores como espectadores”, lamenta la programadora. Y facilidades no han faltado. Para empezar, explica, los socios de ANIN, la asociación catalana de narradores/as, únicamente pagan 4 euros por sesión, mientras que el público general paga 7 euros y 6 por Atrápalo. Hay además un bono de 15 euros para cuatro sesiones. 

Admite que ha echado en falta una mayor implicación por parte del colectivo: “Faltó un poco de entusiasmo por parte de los narradores que podrían haber invitado, compartido en redes… incluso aunque ellos no contasen ese fin de semana. Tampoco acudieron como espectadores. Eché de menos un poco más de apoyo. No cuidamos lo suficiente este espacio, en general. Lo dimos por hecho”. 

Y lo cierto es que para los cuenteros/as el Harlem ha sido una referencia. Según Escudero, “muchos se han consolidado, han crecido como artistas en el Harlem”. En veinte años, 193 narradores de todo tipo, condición y nacionalidad han pisado el escenario de este jazz club. Sería imposible enumerar a todos, pero como muestra, un botón: Carolina Rueda, Boniface Ofogo, Armando Trejo, Yoshi Hioki, Quico Cadaval, Pepito Mateo… y un larguísimo etcétera. 

De todos ellos había visto Martha previamente algún trabajo, lo cual, reconoce, no garantiza al 100% el éxito de la propuesta: “Programar es delicado. Si metes un día la pata, el público te lo hace pagar. La gente ve a un mal narrador y dice: ‘esto de los cuentos es un rollo’. No piensan ‘este narrador no me gusta’. En cambio, si vas al teatro y ves una mala obra no dices: ‘el teatro es un rollo’”. 

Y al pensar en el público “general” le surge otro interrogante: si el identificar el evento con la palabra “cuentos” echa para atrás a mucha gente al ir asociada a ciertos prejuicios. 

Dit i Dit

Martha Escudero parece tener muchas preguntas y pocas certezas. La única, la de que sigue trabajando para que Barcelona tenga una oferta regular y seria de narración oral para adultos. Así, finaliza este mes el mítico “Cuentos i Contes”, pero hace dos años comenzó el “Dit i Dit” en la Ruquería Querubí, una salita de 26 sillas, con algunos focos para crear una mínima ambientación escénica, algo de lo que el Harlem carecía: “Sólo estaban los focos que se hubiesen preparado para los músicos”, matiza la narradora mexicana. 

Se observan, sin embargo, más diferencias en el planteamiento de este ciclo que ahora programa Martha Escudero junto a otro peso pesado de la narración en Cataluña: Arnau Vilardebó. “El Dit i Dit” propone dos o tres fines de semana del mismo espectáculo. El público general no se plantea lo que es, hace sus reservas por Atrápalo y salen encantados”, explica ella. “Al principio costó, pero ahora está funcionando muy bien. Estamos encantados”.

Parece pues que esta nueva propuesta, “Dit i Dit” , se ha convertido en digna sucesora de “Contes y Cuentos” y reafirma la lucha de Escudero y otros narradores y narradoras por mantener viva la llama de la narración oral para público adulto en Barcelona. Desde AEDA le deseamos una larga y fructífera vida al “Dit i Dit”. Y así, que pasen otros 21 años, por lo menos.

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Más información: www.contesicuentos.com