En 2009, la compañía Naforo-Ba, una asociación de narradores profesionales de Costa de Marfil, creada en 1999, hizo un diagnóstico de los muchos problemas que plagaban el sector del Arte de la Palabra (1), en general y del cuento en particular, no sólo en este país, sino también en toda África Occidental. Estas dificultades son:

  • Falta de profesionalismo entre los actores del sector. 
  • Inexistencia de una red de distribución, tanto en el ámbito nacional, como en el regional.
  • Falta de cooperación efectiva entre los países de la región que albergan el festival de cuentos.
  • Ausencia de políticas de puesta en valor del patrimonio tradicional, por medio de los cuentos, mitos y leyendas. 
  • Gran ignorancia en toda la sociedad del oficio de narrador

Con el fin de dar una respuesta a esta situación, esta asociación que tiene por objetivo promover el conocimiento y la práctica del arte de la palabra, dirigido por Adama Adepoju, conocido como Taxi – Conteur, ha planteado el proyecto "H20, Palabras del Agua". 

euskera / inglés

 

Cuando narramos una historia se establece una relación entre el narrador y los otros, y digo muy a propósito “los otros” porque lo que me parece interesante es discurrir sobre el papel del narrador en la sociedad y no solamente ante aquellos ciudadanos que efectivamente asisten a un espectáculo de narración. 

¿Qué relación hay entre el narrador y los otros? 

Esta pregunta me acompaña en mi trabajo, me ronda en ensayos, escenarios y cursos. Recorrer los caminos del arte de narrar historias acompañado de una buena pregunta nos mantiene atentos, los ojos abiertos, el espíritu disponible. Las respuestas en ocasiones son peligrosas, sobre todo aquellas compradas en los supermercados de las ideas fáciles que no hacen sino zanjar cuentas y cerrar la puerta a un posible debate. 

Prefiero imaginar una respuesta abierta, como un inacabable “puzzle” del que poco a poco se van encajando piezas y definiendo espacios. Si me lanzo pues a esbozar una suerte de respuesta es (que así se entienda) con el ánimo de enriquecer y provocar el debate. No de cerrarlo. 

He aquí dos espacios que distingo en nuestro “puzzle”.

En Francia, el 7% de analfabetos entre 18 y 65 años. 1 de cada 5 niños vive por debajo del umbral de la pobreza. 10.8% de desempleados. 42.000 alumnos expulsados del sistema escolar sin el graduado social. 

"El futuro de la palabra está en caída libre", dice Roland Gori (1).

La sociedad actual nos inunda con números y estadísticas. Se nos olvida que detrás de cada información hay hombres, mujeres y niños. Cuando los medios de comunicación anuncian un aumento del desempleo en un 2%, no vemos a las personas que son víctimas, ni a los responsables de este estado de cosas. Crisis de los mercados y globalización tienen unas espaldas anchas. Desresponsabilizan al mismo tiempo que deshumanizan. O, como denuncia Joseph Wresinski (2), si la miseria es resultado del trabajo de los hombres, son los hombres los responsables de erradicarla. ¿Realmente somos conscientes cuando se nos informa de que, en Francia, 2,7 millones de niños viven por debajo del umbral de la pobreza? Algo falta, ¿no es cierto?, para que esta información se vuelva relevante. Los números tienen la ventaja de ser explícitos, pero no dan lugar a un cambio en el comportamiento. De lo contrario, ¡deberíamos estar en plena revolución! 

En la asamblea de septiembre de 2013 se aprobó la puesta en marcha de la Escuela de Verano de AEDA, un proyecto que de alguna manera estaba implícito en la creación misma de la asociación pues, entre sus objetivos, se encuentra el de "crear ámbitos de reflexión e investigación sobre el oficio y favorecer la formación de profesionales de la narración". Sin embargo, antes de poner en marcha esta escuela, pasamos prácticamente tres años en los que, por un lado, tratamos de recopilar toda la información sobre narración oral en España (más de seiscientos documentos ha incorporado nuestra web en apenas dos años) para conocer la situación actual de nuestro oficio; por otro lado a lo largo de dos años la Comisión de Contenidos estuvo elaborando un monográfico sobre los itinerarios de formación de los narradores orales cuyo fruto es la revista El Aedo #3, que incluye información, artículos y un completo estudio sobre cómo ha sido hasta hoy la formación de los cuentistas en España; y por último, la asociación generó espacios propios para el debate y la reflexión creando una Mesa de Formación que elaboró un breve y completo documento sobre las líneas recomendables para la formación de los narradores.

Todos estos fueron los preámbulos, por eso cuando en septiembre de 2013 la asamblea decide poner en marcha la Escuela de Verano teníamos bastante clara la idea, ahora había que darle forma. Para ello se creó un grupo de trabajo formado por cinco personas que pasó tres meses elaborando un proyecto concreto en el que se incluyeran fechas adecuadas, lugar posible de realización, contenidos y profesorado propuestos, horario recomendable y presupuesto previsto. Así, en la celebración de la asamblea de enero de 2014, estaba todo más o menos perfilado y tras presentar la propuesta la asamblea dio el visto bueno.

Llegar a Ezcaray y encontrarnos con tantas caras desconocidas y tantos amigos y compañeros de oficio fue un lujo. Un sueño hecho realidad. El sueño de AEDA por ofrecer una formación seria y de calidad a través de la I Escuela de Verano.

La escuela nos deja cinco días muy intensos, con horarios apretados, con una vivencia de cursos y talleres integral y emotiva, para lo bueno y para lo malo. Nos deja un montón de personas conviviendo, hablando de cuentos, haciendo vida de ello. Nos deja espectáculos o “sesiones dialogadas” que nos tocaron de una manera o de otra. Nos deja un camino por recorrer para que cada uno se lleve el cuento a su escenario o a la Escena. Sin duda un camino que ya no andaremos solos pues los compañeros de viaje y el equipaje son grandes.

Ha sido muy interesante el conocer, encontrar, escuchar y aprender de la nueva generación de cuentistas, ver como toman cuerpo nuevos movimientos de narración oral en Canarias, Andalucía o el País Vasco. Descubrir a esos otros narradores y esas otras narradoras que llevan toda una vida contando en silencio, sin alharacas de festivales y programaciones nacionales, sin salir de su ámbito geográfico, y que cuentan mucho y bien. Y compartir espacios una vez más y aprendizajes por primera vez con profesionales de larga trayectoria contrastada. Pero lo más bonito de todo ha sido recibir esta formación todos juntos, desde puntos de partida diferentes, desde intereses y búsquedas diversos. Porque ha sido ahí donde la calidad se convirtió en calidez.

Desde AEDA trabajamos, en la actualidad, con tres objetivos:

  • Hacer visible el oficio.
  • Defender la profesionalización.
  • Potenciar las acciones formativas.

Los dos primeros tienen ya un recorrido pero nos quedaba pendiente la formación. Como grupo hemos reflexionado sobre la mejor manera de enfocarlo; acciones para las personas asociadas o para el resto del colectivo. Terminó tomando forma la opción de “abrir” ya que el objetivo final de nuestra Asociación es favorecer y potenciar todo lo referente a la narración oral. El camino se inició años atrás con la confección de El Aedo #3 dedicado a la formación que, de alguna manera, nos ayudó a gestar la propuesta de Escuela.

No es ninguna novedad que la cultura y sus profesionales estamos sufriendo, además de los rigores de la crisis, la determinación política de hacer muy difícil el ejercicio de nuestra profesión. Con todo y con eso el grupo de trabajo de Escuela formado por; Inés Bengoa, Carles García Domingo, Pep Bruno y Manuel Légolas, trabajó sin descanso para que este reto se hiciera realidad.

Yo creo en la formación. Hago lo que hago y como lo hago en gran medida gracias a las distintas formaciones que he recibido a lo largo de mi vida. Contar historias también.

Por supuesto que entiendo la formación en sentido amplio. Una lengua por ejemplo, se puede aprender en una academia, de manera formal. O también de manera informal, viendo películas en ese idioma original. Y sobre todo, de manera no formal, por inmersión más o menos prolongada en ese entorno lingüístico. Cuando pregunto a alguien que narra profesionalmente cómo llegó a contar, todo el mundo responde que por una de estas tres vías o una combinación de ellas. Algunas personas nos criamos en oralidad. No había tele en nuestra infancia y teníamos personas en nuestra familia que eran charlatanas. Contar lo que fuera era una manera de pertenecer, de tener nuestro lugar en la tribu. Una forma de vivir. En otras familias a lo mejor había tele, pero los oficios que garantizaban la supervivencia estaban particularmente vinculados a la palabra como en el caso de comerciantes, las maestras o los publicitarios. Buscarse la vida dependía de tener una historia interesante que contar y de contarla con la mayor elocuencia posible. En otros casos la inmersión en la oralidad llegó más tarde, por amor a los cuentos, desde la literatura, el teatro, la etnografía, la sicología, etc… Cada quien llegaba al hecho de contar de viva voz por su propio camino pero todo el mundo hacía alusión a un momento particular de “deslumbramiento”. Una experiencia en la que te percibes a ti misma, como alguien que cuenta historias. Puede ser que hagas profesionalmente otras cosas, pero te reconoces sobre todo en alguien que cuenta historias. Esta revelación llegaba a menudo escuchando contar a alguien. En ocasiones, una sola experiencia de escucha, si la pasión de contar ya estaba dentro, había puesto todo en marcha.

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