Vi por primera vez la película “Juan Soldado”, de Fernando Fernán Gómez, en el verano de 2008, por la más pura casualidad. En realidad lo que quería ver eran los 13 capítulos de la serie “El Pícaro”, basada en episodios de novelas picarescas de los siglo XVI y XVII, que también dirigió y protagonizó Fernán Gómez. Pero en los extras del segundo y último DVD de la colección venía “Juan Soldado”, el primer trabajo que este actor hizo para televisión, en 1973. Tan satisfecho quedó con su labor de guionista, director y protagonista del film, que después de “Juan Soldado” fue cuando propuso “El pícaro”.

Mi primera sensación fue de auténtico asombro, me pareció estar ante una obra maestra. Respetando el lenguaje del cuento de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber), Fernán Gómez creaba un relato audiovisual con muy deudor de la oralidad, y realizando una reinterpretación en clave histórica de los símbolos religiosos, en especial de la puerta del cielo o purgatorio, que se convierte en la película en un enorme monstruo burocrático del que nadie conoce el funcionamiento. Al final, una alegoría de la caída del franquismo y de las ganas con que las gentes se lanzaban a la conquista de una vida nueva. Todo gracias a un hombre del pueblo, Juan Soldado, generoso, valiente y amigo de los niños, no en vano aparece en la película como narrador de su propia historia, contándola a los niños/as como si fuera un cuento. Y en verdad lo era.

"El lenguaje, la palabra, es una forma más de poder,
una de las muchas que nos ha estado prohibida"
Victoria Sau

 

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, constituye una fecha ritual y, como tal, un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados en materia de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de todas las personas que, en este aspecto, han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades.

El lema de la ONU de este año es “Empoderando a las mujeres, empoderando a la humanidad: ¡imagínalo!”, y nos invita a recrear un mundo, en nuestro imaginario, en el que cada mujer y cada niña pueda escoger sus decisiones, tales como participar en la política, educarse, tener sus propios proyectos y vivir en sociedades sin violencia ni discriminación. Y es que cualquier cambio que deseemos en nuestras vidas ha de ser imaginado primero.

Si bien los logros en favor de los derechos de las mujeres han sido muchos, las brechas que persisten son también numerosas y profundas todavía. Para las mujeres de nuestra cultura y de mi generación, que hemos tenido acceso a la educación, al empleo, a la planificación familiar…, a veces puede parecernos que ya está todo conseguido, que la igualdad de oportunidades es un hecho. Y sin embargo, a mi modo de ver, nos quedan todavía muchas asignaturas pendientes.

Los días 20 y 21 de octubre del 2014 se celebraron en la UNED de Madrid las I Jornadas Internacionales sobre Mujeres, Voz y Narración Oral, Tomo la palabra, un verdadero y fructífero encuentro entre la investigación académica y algunas mujeres que narramos de viva voz.

En palabras de Marina Sanfilippo, directora de estas jornadas junto con Helena Guzmán, “cuando se habla de narración de historias y cuentos, los tópicos que inmediatamente acuden a la mente oscilan entre la abuelita entrañable que cuenta cuentos a sus nietos al amor de la lumbre para entretenerles y enseñarles cómo es la vida, y la seductora Sherezade que con sus palabras encandila al califa, intentando desactivar la sed de venganza de un paranoico.”

El punto de partida de estas jornadas era pues esta impresión de que la cuentería sería una actividad fundamentalmente femenina aunque, cuando menos en el contexto folklórico donde se reconocía el oficio de narrar como una actividad profesional, las personas que se dedicaban a narrar son (o eran) eminentemente hombres.

Hoy en día, continuando la tradición de la abuelita y de Sherezade, aunque las narradoras somos legión, la mayoría sigue a menudo susurrando en los espacios domésticos o en ámbitos públicos menos prestigiados que la escena como las escuelas o las bibliotecas, mientras que en los programas de los festivales de narración oral, la mayoría de los nombres que aparecen son masculinos. Y es que, tal y como comparto con Marina Sanfilippo, narrar una historia de viva voz  en público significa tomar la palabra, levantar la voz, ocupar el centro, ponerse bajo los focos para atraer la atención e invitar a la escucha en un acto de comunicación tremendamente íntimo con quien escucha. Todo un acto de empoderamiento.

Cuando la conocí llevaba una rosa en la mano. Sonreía como el personaje de una de sus historias. Se la había regalado un niño que la entrevistaba para una pequeña televisión local. Ahora no importa el lugar. Podría ser un país donde habitan los cuentos. Ella estaba radiante. Pero su alegría o su aureola no provenía de la vanidad sino de esa pasión que solo tienen los que se dedican a algo por verdadera vocación, o por pasión.

Las palabras salían con el atropello de quien quiere decir tantas cosas, de quien desea resumir tantos años vividos, tantas experiencias acumuladas... tantas historias contadas. O tantos cuentos que se le agolpaban en la boca deseando salir para ser narrados.

Montserrat del Amo siempre fue tenaz, jamás se dejó doblegar por el cansancio o la desidia. Supo compaginar varios trabajos con el estudio y la creación. Escribía, contaba, impartía cursos, conferencias o talleres. Todo era lo mismo porque ella era palabra viva, voz de los cuentos.

Ella narraba en las escuelas, en las bibliotecas o en los teatros cuando era una novedad hacerlo. Y lo hacía con el cariño de la escritora que quiere difundir los libros, o escribía con el amor de aquella que quiere fijar la palabra dicha en un papel, para que no se las lleve el viento. Amaba la voz, deseaba contar a todas horas y en cualquier lugar. A veces, confesaba, le hubiese gustado parar a cualquiera y contarle el cuento que se le había ocurrido. Un desconocido escuchándola, la historia naciendo, ella creando. Era esa su manera de enfrentarse a la palabra.

A mis alumnos de Habilidades comunicativas para profesores: 
 Eduardo, Isabel, Sara, Marta, María José y, en especial, Nelia, Leticia y Lola, 
por lo mucho que aprendí de las semanas que pasé en vuestra compañía 

Introducción 

Es un tópico ya bastante extendido que en España tenemos un problema con la comunicación oral. Hablar en público es uno de los mayores miedos de la población y es paradójico que, mientras la educación en comunicación oral no mejora ni se tiene demasiado en cuenta (pese a los esfuerzos para ello, pues los desarrollos de la LOMCE en las distintas comunidades autónomas incluyen un apartado de comunicación oral entre los cinco bloques de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura), cada vez son más las ocasiones sociales en las que se impone hablar en público y en las que los no profesionales se ven expuestos a mostrar su inhabilidad al respecto. Para un padre orgulloso puede ser la mayor de las pesadillas que su hija le pida hablar en público el día de su boda, por ejemplo, pues sentirá que el fracaso es doble: porque tal vez no sabrá plasmar en un texto el amor por su hija y la emoción que siente en ese momento y porque seguramente pensará horrorizado que se las ha arreglado muy mal para hablar en público y que no ha sabido expresarse bien. 

Y es que en nuestro país lo oral está muy poco o nada valorado. Por ejemplo, apenas hay exámenes orales en los colegios, los institutos y las universidades –ni siquiera en la enseñanza de lenguas extranjeras– y determinadas herramientas que deberían ayudar en estos trances, como power point o prozy, se convierten en un arma de doble filo que entorpecen la comunicación y hacen que quien habla se limite en muchas ocasiones a leer lo que está escrito sin más, y no a valerse de la presentación como un apoyo de su discurso o como una manera de ejemplificar sus palabras con imágenes alusivas.

Podemos hablar porque tenemos un cráneo más grande que el resto de los seres vivos y eso nos permite cobijar delicadas partes de nuestro cuerpo que son capaces de transformar el aire en lenguaje articulado.

El cuento es una producción más entre todas las que el ser humano puede elaborar aprovechando el aire.

El cuento no está hecho solo de aire.

El cuento está hecho de la experiencia vivida del cuentero.

El cuentero descubre el cuento donde el resto de los mortales vive otra cosa, o no vive nada.

El cuento es el lenguaje común.

El lenguaje común no es cuento hasta que no lo habla el cuentero.

catalán

Cardedeu es un pueblo del interior de las comarcas del Norte de Barcelona, a unos 35 Km de la gran ciudad. Famoso por iniciativas tan importantes como ser pionero en tener una televisión en catalán (es anterior a TV3), por tener un tejido asociativo importante... y famoso también por una programación de cuentos estable.

La iniciativa de llevar adelante una propuesta de cuentos para adultos surgió en el año 2006 y se cubrió la temporada con una participación muy buena por parte del público. Después de un parón debido a varios motivos y después de algunos intentos de retomar una programación con garantías de continuidad, finalmente arranca una nueva temporada de cuentos para adultos en octubre del 2013, con Yoshi Hioki dentro de la programación del Festival Munt de Mots.

A partir de ahí, una vez al mes, la sala de arriba del bar “Pla de la Calma” se llena de narradores de la talla de Martha Escudero, Rubén Martínez, Patricia McGill, Isabela Méndez, Arnau Vilardebò.. y el público sigue fiel las contadas con las que se cubre la programación de esta zona de fuera del Área Metropolitana de Barcelona que, hoy por hoy, no cuenta con otra propuesta de narración oral para adultos por lo que el deseo de mantenerla y de mejorar la difusión y las condiciones en todos los aspectos están en la mente tanto de una servidora como del dueño del bar, que facilita en todo momento cualquier propuesta.

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