Después de mudarme a Galicia, estuve cinco años sin volver por Argentina. En mi primer visita, después de este tiempo, participé del  decimosegundo Encuentro de Narración Oral “Cuenteros y Cuentacuentos”, que se realiza en la Feria del libro de Buenos Aires y en el que había participado en varias ocasiones como asistente. Allí noté que había aumentado considerablemente el movimiento de este “oficio olvidado”, como diría Dora Etchebarne de Pastoriza.

Encontré muchas caras nuevas, muchos puntos del país a los que había llegado este arte, nuevos espacios que le abrían sus puertas. Fue realmente emocionante ver como en estos años de ausencia había crecido este oficio que tanto me apasiona.

Desde entonces viajo a Argentina casi una vez al año, aunque solo me muevo por la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y apenas he tocado algunas otras ciudades de la provincia como La Plata, Chascomús, Quilmes y Bahía Blanca, sé que no alcanzaría el tiempo que paso allí para visitar todos los puntos del país donde se desarrolla la narración oral.

En este crecimiento nos encontramos con personas que abordan este arte de manera profesional, semi-profesional, amateur... además de gente que se acerca para enriquecer su trabajo con esta disciplina.

Una de las cosas que más me sorprendió al participar en el festival “Entre cuentos y flores” de Medellín en 2013 fue la excelente armonía y solución que se había encontrado para incluir a todo tipo de narradores en el festival. Hasta donde yo alcanzo, no existe en España nada parecido, o al menos de tal calibre, y quisiera contarlo aquí, y luego sacar algunas consecuencias. Esta historia se la cuento con la ayuda de Karla Sepúlveda, que me ha facilitado los datos necesarios y ha revisado este texto, para que la información sea rigurosa.

Empecemos por la ciudad de Medellín, en el estado de Antioquia, en Colombia. La corporación Vivapalabra organiza anualmente un festival internacional, “Entre cuentos y flores” (15ª edición en 2015), que se nutre de narradores extranjeros invitados y narradores locales. Para seleccionar a los cuenteros locales, la corporación desarrolló un festival previo en formato competitivo, “Medellín sí cuenta” (8ª edición en 2015), al que la inscripción es libre y cuyo premio principal era la participación en el gran festival “Entre cuentos y flores”.

Lo que sucedía en las primeras ediciones fue que eran los narradores más experimentados los que lógicamente se hacían con las plazas para el festival internacional, y ante la queja de los narradores incipientes, se establecieron 5 categorías, de cada una de las cuales saldrían 3 narradores que participarían en el festival internacional. Las categorías son: niños cuenteros, abuelos cuenteros, narradores aficionados, narradores novatos y narradores profesionales. Con las siguientes características:

En la ciudad de Medellín se ha desarrollado la Cuentería o Narración Oral de manera amplia, sin directrices cerradas, de modo que ha permitido la participación de todos independientemente de la tendencia o escuela que cada uno haya desarrollado. Desde 1985 se dieron propuestas esporádicas y aisladas de Cuentería.

En el año de 1989 la Secretaría de Educación de Medellín a través de la promotora cultural Olga Lucía Montoya, convocó al premio en tradiciones orales, José Ramón García “Cosiaca”, en homenaje a un personaje popular del siglo XIX y comienzos del XX considerado un narrador popular.

En el año 1991 nace la Corporación de Cuenteros y Narradores Orales de Antioquia, liderada por Jairo Botero (Q.E.P.D), Gloria Agudelo, Juan Pablo Ricaurte y Jorge Botero (Q.E.P.D.), entre otros. Esta entidad organizó el primer Festival Departamental de Cuenteros en el mismo año.

En 1997 surge la Corporación Cultural Vivapalabra, coordinada por Jota Villaza, Luz Marina Arcila y otras diez personas.

En 1999 nace la Corporación Arca de Noe fundada por los gemelos José Ricardo y Juan Diego Alzate, en momentos en que la Corporación de Cuenteros de Antioquia está casi desaparecida.

Después, surgen Farhenheit 451, en la Universidad Nacional; En la Sombra, en la Universidad de Antioquia; El Cuentacho, en la Universidad Nacional; El Morenito INC; los hermanos vid, Gest-Clan, Encuentro de Voces, etc. A pesar de las diferencias enormes de conceptos, de visiones y experiencia, estas entidades, muchas veces, aunaron esfuerzos y trabajaron mancomunadamente en la creación de los festivales Aquetecuento, de Arca de NOE, Vení Contá, Entre Cuentos y Flores, de Vivapalabra, Tales y Contales, de En la Sombra, etc. Estas entidades han estado funcionando bajo la figura organizacional de persona jurídica llamada Corporación (entidad sin ánimo de lucro), con registro de Cámara de Comercio y el formalismo de ley.

En comparación con los hombres que se dedican al oficio en el país, y con el número de cuenteras en otros países, somos pocas las mujeres que nos dedicamos a contar cuentos en Colombia.

Teniendo en cuenta este hecho, cuando me pidieron que escribiera al respecto, inmediatamente contesté que sí, pensando que, siendo cuentera en Colombia, solo era cuestión de sentarme y escribir qué pasa y por qué. “Fácil”. Sin embargo, en cuanto me dispuse a enfrentar la hoja en blanco me di cuenta de que no lo tenía tan claro y de que, a diferencia de lo que pensaba en un primer momento, me hacían falta herramientas para definir o siquiera intentar explicar el fenómeno. Decidí entonces hacer llamadas, importunar amigos, preguntar aquí y allá tratando de encontrar la raíz del asunto, porque cuando se está metido de cabeza en una realidad es un poco complicado definirla, tan embebido está uno de su propio olor que no le es posible diferenciarlo.

Con el ejercicio de buscar la información y de recopilar, en la medida de lo posible, opiniones de otros narradores, encontré que la diferencia entre los cuenteros de aquí y los de allá (España, Argentina, Chile, México) no solo se refiere a que seamos pocas las mujeres narradoras en Colombia, sino que, por ejemplo, tampoco es fácil encontrar cuenteros dedicados a contar relatos para niños, y también estamos separados de la promoción lectora, que en otros países, casi por derecho propio, es un espacio manejado por los cuenteros. La duración de los espectáculos, la temática de los cuentos, el público objetivo, la edad de encuentro con la narración son también diferentes, así como el gran número de personas dedicadas a contar cuentos en las ciudades, y creo que todo hace parte del mismo fenómeno, y que su explicación comienza por la manera en que se fue consolidando la narración oral en Colombia.

Desde donde tengo noticia la cuentería improvisada en Colombia empezó a practicarse en Cali en los años noventa, época en la que la narración oral tuvo un fuerte impulso en espacios universitarios de esa ciudad. Los cuenteros empezaron a ejecutar diferentes juegos escénicos en sus espacios de cuentería, llevando ejercicios teatrales y de escritura creativa a la oralidad.

Con los festivales de cuentería del país se generó una serie de intercambios entre los narradores de diferentes ciudades, de esta manera los juegos de improvisación llegaron a muy variados espacios y evolucionaron gracias a la interdisciplinariedad de los grupos de trabajo que se dedicaron a desarrollarlos.

De esta manera llegó la cuentería improvisada a la ciudad de Medellín, donde poco a poco se acercaron más narradores a explorar esta forma de creación que se hacía tan interesante y divertida. De forma casi simultánea, pero por vías diferentes, llegó también a la ciudad el teatro deportivo, que con el tiempo proporcionó una fuente importante de información teórica y de experiencia para el desarrollo de actividades relacionadas.

Si bien la improvisación se hizo relativamente popular en varias ciudades, fue en Medellín donde echó las raíces más fuertes y donde se ha logrado el proceso más concreto con respecto a esta forma de narración. Estas son algunas experiencias permanentes que mantienen en constante movimiento las actividades de cuentería improvisada en la ciudad:

La narración oral  en Colombia como actividad contemporánea es un fenómeno en cuanto a público,  ejecutantes y espacios de realización. Colombia desde mediados de los ochenta ha vivido la transformación del entorno escénico que pasó del  proceso  local y  regional a una apertura, internacionalización y desarrollo creativo,  reflexivo y de públicos propiciado por un lado por el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá -bienal desde 1988- y por  diversas iniciativas e invitados extranjeros, en todos los contextos de la actividad escénica: teatro adulto, infantil, danza, dramaturgia y artes escénicas en general.

En  la narración oral específicamente llegaron George Perla y Jean Marie Binoche, con su trabajo sobre animación  de objetos, invitados por la escuela de teatro de Bogotá (1984), luego, por el Iberoamericano de Teatro (1988) llegó Francisco Garzón Céspedes con su propuesta de narración oral escénica; a su vez teatros emblemáticos del país, desde mediados de los setenta, como el Tec (Teatro Experimental de Cali) con Enrique Buenaventura, La Candelaria con Santiago García y posteriormente a principios de los ochenta, artistas de la escena como Misael Torres y Enrique Vargas  se habían  sumergido en la fuente de la tradición oral y los relatos tradicionales para desarrollar una dramaturgia y trabajos escénicos, que prepararon el terreno para que estas propuestas técnicas de narración en escena encontraran lugares propicios con el enfoque contemporáneo.

Cuando empecé a contar no dominaba demasiado bien el español y su ritmo; por lo tanto tenía claro que lo más prudente era limitarme a los cuentos populares, que con su poderosa estructura podían soportar sin problema mis estropicios lingüísticos. Pero ¿cuáles contar? Me gustaban Perrault y los Grimm, adoraba la recopilación de Calvino, pero tenía claro que los primeros eran el producto cultural de épocas muy determinadas en las que se aprovechó el caudal narrativo de la cultura popular, pero domesticando su potencial subversivo y trasformando profundamente a los personajes femeninos para que fueran modelos acordes a la moral del momento. Perrault crea una Cenicienta que se casa con el príncipe porque es buena, hacendosa, virginal y sumisa: el mensaje ideológico es claro, mucho más si se piensa que "Cenicienta" es un cuento mucho más antiguo (según Jack Zipes nos llega desde la prehistoria) que hablaba del poder de las mujeres y de su cercanía a la naturaleza. En la versión de Basile, Cenicienta es una chica nada pasiva, incluso peligrosa, capaz de romper el cuello a una madrastra con la tapa de un arcón… tampoco me gusta esto, solo lo recuerdo para que se entienda qué tipo de operación realizó Perrault. 

Los cuentos populares pueden decir cualquier cosa, todo depende de quién los cuente y, sobre todo, para qué los cuenta. Yo no puedo asumir que el mensaje sexista de Perrault se transmita en una narración mía, arropado como está por toda la fuerza que le prestan esos símbolos poderosos de fuego, cenizas, gatos y plantas que proceden de la noche de los tiempos. Pero no soy tan buena como para crear una versión de Cenicienta que refleje mis valores y mis creencias, así que este cuento no forma parte de mi repertorio.

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