Si indagamos en la oferta de cursos y talleres en Argentina en la actualidad, nos sorprendemos con la amplia diversidad que se ofrece. Diversidad que crece de día en día, fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires y más aún en el área de la Capital Federal y el llamado Gran Buenos Aires.

Poder reunir en un artículo a todas las personas dedicadas a la narración en este país y a todos los talleres, es una tarea que está más allá de mis posibilidades, y mucho más aún sin haber realizado antes un relevamiento exhaustivo, que no es el caso en este escrito, por lo tanto me disculpo de antemano ante las muchas personas que no por no ser mencionadas carezcan de importancia. Sépanlo atribuir a mi desconocimiento de sus actividades, o a no estar encuadradas en lo que este texto requiere.

Dentro de este vasto espectro formativo hallamos propuestas de larga data y otras muy recientes. Unas orientadas a la llamada Narración Oral Escénica, otras remarcando el acento en la interrelación entre el teatro y la narración, e incluso las hay centradas en la Narración Oral Testimonial y la Narración Comunitaria. Existen talleres dedicados al público de la tercera edad que dan origen posterior a los grupos llamados “los abuelos/abuelas, también cuentan”. Los hay dedicados a jóvenes, e incluso a niños, y muchos al público en general.

"Vivir del Cuento en Argentina", así fue el tema sugerido por la gente de AEDA para que desarrolle. En cuanto me senté y leí el título que acababa de escribir me fue inevitable pensar que, para cualquier porteño (así se nombra a quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires), vivir del cuento es como quien dice, vivir del chamuyo, del verso... lo que es sinónimo de ser un chanta. La narración oral en Buenos Aires es una profesión joven y el trabajo que hay detrás de la voz del narrador, algo absolutamente desconocido para la gran mayoría. 

Me preguntan a menudo si cuento chistes o si leo en voz alta. Una vez un taxista, me dijo: "¿Se dedica a contar cuentos?... ¡Pero los argentinos estamos cansados de que nos cuenten el cuento!".

¿Será por eso que los porteños no eligen ir a escuchar cuentos? Por falta de propuestas seguro que no, porque en Buenos Aires la cartelera es muy nutrida, ya sea en diversidad, calidad y precios de los espectáculos, incluso en los horarios, todos los días hay algo para ver, de lunes a lunes. Y sin embargo no es común que la gente elija ir a ver un espectáculo de narración y sí al cine, al teatro, a recitales, incluso al stand up, pero a escuchar cuentos va una minoría: aquellos que alguna vez conocieron a alguien que cuenta y los invitó, o aquellos que en algún momento tuvieron contacto directo con la narración. Tal vez este sea uno de los motivos por el cual aquí en Buenos Aires, somos pocos los que vivimos de esta profesión, de este arte. 

A veces todo es un pretexto
para que pueda surgir una nueva forma.
Una confabulación, para que nazca el milagro
de otra formulación de lo ignorado.
Roberto Juarroz
 

Soplan buenos aires en Buenos Aires. La narración oral extiende su territorio a lo largo y ancho de la ciudad. Crece, se expande. Perfuma y tiñe diferentes escenarios con las historias contadas a viva voz: jardines de infancia [educación infantil], escuelas primarias-secundarias-terciarias, bibliotecas, centros culturales, centros barriales (niños/as-jóvenes-adultos/as-adultos/as mayores),  teatros, geriátricos, radios, museos,  hospitales, bares,  centros de salud,  cárceles, plazas, calles… 

El abanico de propuestas es muy amplio: versiones libres a partir de textos literarios, cuentos populares y de tradición oral, cuentos y cantos, cuentos y poesía, cuentos y títeres, cuentos y objetos, cuentos y danza, cuentos-plástica-música, relatos autobiográficos, adaptaciones de novelas llevadas a lenguaje oral, propuestas audiovisuales-narrativas.

Los modos de compartir: individuales, dúos, tríos, grupales, acciones poéticas.

“Si algún lema tuviéramos que elegir para el Club de Narradores, él sería:
Que no crezcan niños sin escuchar cuentos, lo que equivale a decir: Que no haya niños sin infancia”
ETCHEBARNE, 1962: 218

Martha Salotti: ¡Resucitar al narrador!

El 23 de septiembre de 1949 la maestra y escritora argentina Martha Alcira Salotti dio una conferencia sobre Literatura Infantil en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Allí, frente a escritores, universitarios y figuras notables del ambiente literario de la época, resonó por primera vez el llamado que habría de convertirse en la piedra fundacional del resurgimiento de la narración oral en la Argentina: “Señores, tenemos que resucitar al narrador, porque el narrador ha muerto”.*

Todo un espíritu de época resonaba en esas palabras. Salotti había empezado a hablar sobre María de Kassel, aquella ama de llaves y excelente narradora a la que los hermanos Grimm debieron muchos de sus cuentos; siguió hablando con entusiasmo sobre el Dr. Elias Lonnrot y sus aventuras recorriendo las aldeas rurales de Finlandia, registrando de boca de los campesinos la historias que darían origen al Kalevala; finalmente, recordó a los aedos y a Homero: “No dejemos morir nunca a Homero” –dijo con nostalgia, como advirtiendo que esa senda antes recorrida por ilustres narradores se estaba perdiendo en un presente silenciado y vacío de historias. 

El 31 de julio subí al avión que me llevaría hasta Buenos Aires donde iniciaría una gira de cuarenta y cinco días contando por Argentina y Chile. Un mes y medio en ruta parando por Mendoza, San Luis, Santiago de Chile, Valparaíso, Puerto Montt, Bariloche, Neuquén, Buenos Aires y Córdoba. El presente artículo pretende reflexionar sobre un punto en concreto de lo vivido a lo largo de esta gira: cómo repercute la oferta formativa en el ámbito de la narración oral. Estar en Argentina* (y plantear este texto desde allá) me ha permitido una mirada desde la distancia (en realidad es casi una excusa) para hablar sobre un tema que me venía rondando hace tiempo y que se puede aplicar de igual manera a otros países y lugares, sin ir muy lejos, a la propia España. 

Fue en Neuquén (muy avanzada ya la gira) cuando empecé a ser plenamente consciente de cómo afectaba la amplia oferta formativa a otros elementos fundamentales del ámbito de la narración oral. Me contaba el Hache (Hugo Herrera) que allí los espectáculos de narración eran siempre con varios narradores (tres, cuatro, ocho... ¡incluso más!), no era habitual (para nada) que hubiera espectáculos unipersonales: un narrador solo contando a lo largo de una hora (o más). Esto había sido un continuo en toda la gira: era difícil disponer de una hora para contar solo, siempre eran espectáculos compartidos con otra compañera o con varios (llegué a contar en funciones escolares con hasta cinco compañeros). Uno puede entender que a la hora de abrir o cerrar un festival haya una función compartida con varios compañeros que también están en el programa de en ese festival, pero cuesta más entender que esa sea la tónica a lo largo de todo el festival. 

Insisto, en Neuquén fue donde fui consciente de esta situación que se venía repitiendo a lo largo de todos los festivales. Pero esto no es extrapolable a la generalidad de las funciones que se realizan en todo el país cada día. Aun así, esta es una situación que se repite en muchos y diversos lugares de Argentina y que suma un importante porcentaje del global de funciones, como volveré a decir más adelante.

Continuemos. Mi experiencia en esta cuestión de las funciones grupales, al menos lo que conozco de España, es la siguiente:

Este año se realizó el vigésimo Encuentro Internacional de Narración Oral, en Buenos Aires, Argentina. Cuando organizamos el primero, en abril de 1996, decidimos que su estructura no sería la de un Festival. Pensábamos que el movimiento en nuestro país era muy joven, integrado todavía por pocas personas, no se tenía registro de la cantidad de narradores y necesitábamos generar un espacio de encuentro, reflexión y práctica donde intercambiar dudas, preguntas, aciertos y desaciertos.

Cada año se abrió con una conferencia referida al lema. Los expositores, (Ana Pelegrín, Antonio Rodriquez Almodovar, Hebe Clemente, Mempo Giardinelli, Xavier Docampo, Daniel Mato María Esther de Miguel, Ivonne Bordelois, Noé Jitrik, Liliana Bodoc, María Kodama, Laura Devetach, Beatriz Trastoy, María Rosa Lojo, entre otros) especialistas en narrativa tradicional, antropólogos, investigadores, historiadores, escritores, críticos de teatro, desde un abordaje teórico nos fueron abriendo un camino de exploración y crecimiento.

En la apertura consideramos homenajear a aquellos que por su trayectoria habían aportado tanto a la investigación como a la práctica de la narración oral.

Una vez que elijo un cuento literario para narrar, aparece rápidamente el desafío de cómo adaptar esa historia, que fue pensada originalmente para leer, para convertirla al formato oral y que, al mismo tiempo, conserve eficacia comunicativa y el sentido con la que fue concebida.

Basta ver la adaptación de una novela llevada al cine para comprobar que no es tarea sencilla, especialmente si se trata de historias que congregan millones de fanáticos a su alrededor; claramente reinvindico al narrador como editor, aquel que saca (y también agrega) escenas de un cuento para otorgarle potencia al relato.

El oficio me habilitó para tomar decisiones escénicas sin sentir que traiciono al autor, estas cuestiones cobran importancia porque (como es mi caso) soy lector mucho antes que narrador oral, igualmente, me resulta más divertido cuando cuento historias que los espectadores no leyeron, y, por supuesto, narrar un cuento delante del autor nunca es tarea sencilla. Recuerdo una anécdota con Esteban Valentino cuando, antes de presentar un espectáculo basado en su novela A veces la sombra. Historia de un monstruo solitario (Editorial Alfaguara), le aviso que realicé algunos cambios respecto del original, específicamente le digo que saqué un capítulo, al enterarse de cuál se trataba, Valentino me dice que ése era su favorito, y que por qué no sacaba otro que no le gustaba tanto, le digo entonces que no podía sacar el capítulo al que se refería, ya que, escénicamente, era funcional al cierre de la novela... y del espectáculo, lo que, rápidamente zanjó la cuestión, porque, para mi suerte, Valentino es, además de excelente autor, una persona sensible a los cambios de formato, especialmente si percibe que el cambio no va a dañar a la historia sino que ayudará a potenciarla.

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