Monstruas
Lo monstruoso posee el estigma de una identidad deteriorada que se define en contraste con la norma establecida y que resulta desestabilizada por la desmesura, la carencia o el exceso frente a los otros seres. Lo monstruoso violenta la norma por su ontología, ya sea en el plano físico o moral, o incluso en ambos. El monstruo como antítesis del ser humano puede poseer una mutación, una deformidad, una ausencia o exceso en el número de partes - cabezas, brazos, ojos, piernas - modificación en el tamaño - gigantes, enanos…- los dobles o compuestos, los híbridos o la mezcla de sexos.
Aristóteles denomina “accidentes” a los “monstruos”, una palabra con la cual nombra los resultados irregulares del proceso de generación. Las irregularidades/desviaciones posibles pueden ocurrir en el proceso de gestación de un animal; los “monstruos” son una especie de “mutilación”. En este contexto la generación de las mujeres constituye para el filósofo una irregularidad o desviación necesaria de la naturaleza. Por tal razón, Aristóteles explica que lo natural es la preeminencia del principio masculino y los movimientos del semen sobre los de la materia en la reproducción, aunque la hembra es necesaria para la reproducción y conservación de las especies de los animales. Sin embargo, el filósofo afirma: “Y es que las hembras son más débiles y frías por naturaleza y hay que considerar al sexo femenino como una malformación natural”. Y así seguimos las mujeres en el imaginario colectivo hegemónico, como una malformación.