En Francia, el 7% de analfabetos entre 18 y 65 años. 1 de cada 5 niños vive por debajo del umbral de la pobreza. 10.8% de desempleados. 42.000 alumnos expulsados del sistema escolar sin el graduado social. 

"El futuro de la palabra está en caída libre", dice Roland Gori (1).

La sociedad actual nos inunda con números y estadísticas. Se nos olvida que detrás de cada información hay hombres, mujeres y niños. Cuando los medios de comunicación anuncian un aumento del desempleo en un 2%, no vemos a las personas que son víctimas, ni a los responsables de este estado de cosas. Crisis de los mercados y globalización tienen unas espaldas anchas. Desresponsabilizan al mismo tiempo que deshumanizan. O, como denuncia Joseph Wresinski (2), si la miseria es resultado del trabajo de los hombres, son los hombres los responsables de erradicarla. ¿Realmente somos conscientes cuando se nos informa de que, en Francia, 2,7 millones de niños viven por debajo del umbral de la pobreza? Algo falta, ¿no es cierto?, para que esta información se vuelva relevante. Los números tienen la ventaja de ser explícitos, pero no dan lugar a un cambio en el comportamiento. De lo contrario, ¡deberíamos estar en plena revolución! 

El periodista puede ir más allá, aproximando a las víctimas de estas situaciones, convertidas en estadísticas. Puede hacer un reportaje, reunir testimonios. Los entrevistados compartirán sus condiciones de vida. De acuerdo con el sesgo del periodista, las víctimas van a ser más victimizadas o, por el contrario, sus comentarios les devolverán la dignidad. Vamos a experimentar compasión, impotencia, posiblemente deseos de revuelta. Ponerse en el lugar de otro es difícil, casi imposible. Este es el límite del realismo de la información, cada uno permaneciendo en su lugar. La sobrecarga de información producida por los medios de comunicación, a la que nos volvemos adictos "saber todo, todo el tiempo, en todas partes" tiene más un papel de nivelador que de despertador. 

Ante esta aparente paradoja de sobrecarga de información y de inmovilismo, el testimonio y su límite, el cuento con su lenguaje metafórico nos ofrece otro camino. Así, en el  movimiento ATD Quart Monde (Cuarto Mundo), con el que colaboro desde hace 20 años, siempre como narradora, tenemos un taller cuyo objetivo es traducir en lenguaje metafórico un hecho, un tema, una sensación, aportados por diferentes participantes. No se trata de poetizar la estética, sino de encontrar la fuerza y universalizar nuestro propósito. Los archivos ATD abundan en palabras de activistas (3), algunos de los militantes, utilizando espontáneamente imágenes para expresarse mejor.

«Para la gente que me rodea, soy transparente, como un fantasma que vaga por aquí y por allá. Lucho por existir y ser reconocido. Imaginaos que dejáis de existir a los ojos de la gente; que  se os discrimina por cualquier diferencia y que por eso no existes o mejor, ¿que haríais para salir de la sombra y ser reconocido en vuestro justo valor?»

Así se expresa Sonia, activista de ATD Quart Monde, en la Universidad Popular de septiembre sobre el tema de la discriminación. Utiliza metáforas que forman parte de su lenguaje cotidiano: ser transparentes, vagar como un fantasma.

El lenguaje está lleno de estas expresiones populares que utilizamos de forma natural, porque expresan mejor que el lenguaje formal. Estoy petrificado refleja mejor el miedo que decir "tengo miedo." Estar volando, no tocar el suelo… expresa mejor la alegría que "estoy contento" o "ha sido un placer." Así Sonia expresa mejor sus sentimientos hablando de fantasma o de transparencia que informándonos de que es discriminada. A partir del momento que utilizamos la metáfora, el cuento no está lejos. Es suficiente escenificarla, prolongarla, para que sea una historia.

Es de esa transparencia que quiero hablar aquí, de esa no existencia a los ojos de los demás. Y de nuevo planteo una paradoja: es alejándose de la historia realista, cuando el protagonista tendrá visibilidad. No va a mentir por no hablar de él, va a mostrarse mejor hablando de otro... que es un poco él. Por ejemplo, nuestra última creación. El tema del 17 de octubre de este año es la discriminación. En el taller, se plantea el caso de una familia que fue expulsada de un museo debido a "un olor que incomodaba a otros visitantes." Noticia real. Nuestra historia se desarrolla en un museo en el que habría una exposición titulada "Los Miserables". Cada participante elige un personaje y una escena de discriminación en un cuadro. Por un lado, permite que cada uno tome distancia con una realidad cierta, al mismo tiempo que se saca a la luz. Lucien describe un par de espigadores (recogedores de los restos de la basura) cuando cierra el mercado; lo que realmente hace para ganarse la vida. Por contra, Marie-Françoise, no quiere dar vida a un colegial del que se burlan los otros estudiantes porque "le recuerda demasiado a su infancia." Ella elige  describir una adolescente que es detenida por un policía por robar una barra de pan. Durante la elaboración de la historia, experimentamos, como cualquier artista, el poder y la estimulante libertad de creación. Por otro lado, nuestro objetivo básico al utilizar la ficción es encontrar la fuerza en nosotros mismos, y compartirla con el público. Así, en nuestra historia, cuando la familia es expulsada, los personajes de los cuadros  también dejan su lugar y el museo en solidaridad con los pobres de hoy en día. Incluso veremos fuera del museo a Víctor Hugo y Joseph Wresinski comer manzanas ofrecidas por los espigadores que han salido del cuadro,  y su cajón está siempre lleno!

Volviendo al principio de este artículo, podría haber comenzado con un título en forma de estadística: dos de cada tres franceses visitan un museo al menos una vez al año. 

Entonces, podríamos ir a los hechos: una familia expulsada a causa de olores que molestan a  otros visitantes. 

Después: en el reportaje, se podría oír a los diferentes protagonistas. La vergüenza de la familia expulsada, que además encuentra "normal" que la expulsen. La exasperación de los visitantes. La compasión de los entrevistados en la calle.
¡Pero yo soy narradora!, conozco el poder de la creación de metáforas, de decir y compartir. No traicionamos la realidad. La contamos de otra manera. Integramos nuestra fuerza vital, nuestro amor por la vida, nuestro deseo de un mundo mejor. Todo está en el museo, todos caminamos juntos porque es  un museo imaginario, donde cada uno tiene su lugar.

Es posible que no estemos haciendo la revolución, pero,  como el colibrí del que se burlan otros animales, porque trata de extinguir un incendio en la selva lanzando agua, gota a gota, habremos hecho nuestra parte para ser humanos. Y atención,  cuando una persona "invisible" comienza a contar, sus palabras caen a la tierra como diamantes…

¡Vaya, esto me recuerda un cuento! 

Gigi Bigot

 

(1) En La dignité de penser. Editions Les Liens qui Libèrent
(2) Fundador del movimiento “ Agir Tous pour la Dignité” (Actuar todos por la dignidad) en 1957.
(3) Militante: persona en situación de pobreza extrema dedicada a la lucha contra la miseria.