Escribo en varios blogs. Los uso de diferente manera: para colgar información sobre mi trabajo, como en una web; como lugar de reflexión y archivo de proyectos/espectáculos concretos; como espacios de escritura y reflexión acerca de lo que hago y lo que veo.

Empecé jugando, Emma López, narradora oral y amiga me convenció un verano de lo divertido que podía ser. Y luego, después de dejarme convencer (tengo poca personalidad), me di cuenta de que podían ser diarios o cuadernos de trabajo, así como una forma diferente de publicitar lo que hago. 

El que más me enorgullece es Un lugar para vivir, que recoge información, experiencias y descubrimientos relacionados con uno de mis proyectos más queridos: "Un lugar para vivir", y creo que tiene personalidad (si es posible decir algo así acerca de un blog). Pienso que todo lo que aprendí escribiendo en el blog de Palique mientras duró la rica vida artística común entre Marissa Amado y yo, me ayudó a definir, entender y experimentar con las características del formato. La relación entre imágenes y palabras, el tamaño de las entradas, la posibilidad de colgar documentos audiovisuales… Un blog da para mucho. Y todavía no he probado ni la mitad de lo que se puede. No soy particularmente constante ni paciente. 

Pensar y jugar. Son los dos verbos clave de mi relación con estos artilugios informáticos que son soporte de escritura y medio de difusión. Escribo en ellos a vuela pluma, tratando de recoger impresiones relacionadas con mi oficio y con algunas pasiones. Juego con las palabras, sí, y también con imágenes y sonidos. En Caminos de media hora, entre otras cosas cuelgo tramos de río, rumores que voy encontrando cuando viajo. Un juego que comencé gracias a Soledad Felloza y su Libredón, gracias a Álvaro Cunqueiro y Tertulia de boticas, y gracias a Anatomía de la melancolía de Robert Burton.

El blog que dedico a pensar acerca del oficio, y que lleva mi nombre, Magda Labarga, da cuenta de lo que hago cuando cuento, de lo que hacen colegas que admiro, de los lugares a los que me lleva el contar. Tengo que decir que me ha dado alegrías en forma de trabajos conseguidos y comentarios amorosos de colegas y amigos de la profesión. Aun así, me pregunto a ratos si no serán botellas de naufrago estos blogs y lo que cuelgo en ellos. Posiblemente. Pero hay varios motivos por los que no me desanimo y sigo, a mi manera inconstante, escribiendo y manteniéndolos vivos: 

Uno: a una perezosa como yo, la obligan a escribir y por tanto pensar. Porque, habrá que tener algo que decir si se quiere escribir en ellos ¿no? En alguna ocasión, pensando más “en largo”, he acudido a mis blogs para mirar referencias bibliográficas o leer algo que un día escribí y sobre lo que quiero pensar más.

Dos: Esta obligación me divierte y mantiene activa en períodos en los que no hay mucho quehacer. Y cuando hay mucho trabajo, además de la publicidad que suponen de cara a un público hipotético, me dan ratitos de reflexión y juego que alimentan lo que hago. 

Tres: son un archivo, y reflejan mis hitos profesionales. Si actúo en algún sitio importante o una función ha quedado particularmente bonita, lo apunto.

Pep Bruno me pregunta ¿por qué compartir reflexiones sobre contar y sobre cuentistas? Cuento historias oralmente, hablo, mi trabajo es tiempo y relación, algo efímero que es imposible fijar en ningún soporte. Pienso acerca de lo que hago y escribo quizá con la esperanza de fijarlo. Quiero entenderlo un poco. Mirarlo con algo de distancia. Escribir me ayuda. Y cuando escribo acerca de compañeros y compañeras que admiro, quiero agradecerles lo que me dan cuando hacen de este oficio nuestro un auténtico arte.

 

Magda Labarga