INTRODUCCIÓN

Parece que el triunfo de la denominación “cuentacuentos” para definir ciertos espectáculos, acciones o animaciones, ha supuesto al mismo tiempo su fracaso como denominador de un género escénico autónomo y equiparable a otros géneros escénicos no teatrales (aunque la narración oral también puede en algunos casos ser considerada género teatral), como la magia, el circo o la danza. Dicho de otro modo: desde que la denominación “cuentacuentos” se impone teniendo como referente esas acciones o animaciones, los “cuentacuentos” empiezan a ser considerados como un subgénero y, para gran parte de sus practicantes, como un “nicho de mercado” en el que aprovechar su experiencia en otros campos como el teatro, la educación o la animación. Y cada cual la practica “tirando de” los recursos aprendidos en otras disciplinas, sin preguntarse qué es lo que distingue y define a la narración oral frente a esas otras disciplinas.

Como consecuencia de ello tenemos una gran variedad de espectáculos, acciones o animaciones que caen bajo la denominación de “cuentacuentos”. En este artículo intentamos esbozar una clasificación elemental que nos ayude a orientarnos entre una realidad un poco caótica donde coincidimos gentes de la más diversa formación, cobrando cachés o salarios muy distintos y trabajando en condiciones muy variadas. Intentamos que la terminología utilizada se corresponda con la realidad (que sea descriptiva), intentando de momento no hacer propuestas sobre esa realidad (que no sea normativa).

 

El término “narrador/a oral” y “narración oral” es el más aceptado entre los propios contadores de cuentos. Marina Sanfilippo argumentó su uso, comparándolo con los usos alternativos, en el Encuentro de Narradores de Mondoñedo (2005). La clasificación que sigue sería una forma de señalar subgéneros en la narración oral.

 

PROPUESTA DE CLASIFICACIÓN

1. “Espectáculo de narración oral” o “espectáculo de cuentos”. El repertorio es fijo y su ordenación en el tiempo del espectáculo responde a criterios artísticos (ritmo, contenido, etc.), y no a la adaptación al espacio y las circunstancias. El narrador tiene un objetivo (o mensaje) que intenta transmitir con el conjunto de la contada, al que contribuyen todos los cuentos de la misma.  Puede que no haya aplauso después de cada cuento, pues hay un ritmo interno que engloba a todos los cuentos en algo superior. El narrador suele llevar un vestuario y objetos fijos, si no, en todo caso, un tipo de ropa,  un estado de ánimo. Si exageramos estas características, eludimos por  completo la improvisación, fijamos unas medidas ideales de escenario, un diseño de luces... estamos cambiando de género y haciendo teatro, si bien un teatro "narrativo".

Se trata de un espectáculo con base teatral de carácter cercano, donde el cuento es el ingrediente principal que puede adquirir diferentes formas visuales y gestuales. Se pueden utilizar elementos más escénicos y ornamentados e igualmente pueden aparecer títeres, láminas  y narración. Son de pequeño formato y se pueden representar en teatros.

El narrador/a tiene una presencia escénica que recuerda a la del actor/actriz, y utiliza sus recursos artísticos con precisión.

En función del número de asistentes y del espacio en el que se represente, la percepción del espectáculo de narración oral o espectáculo de cuentos puede oscilar y en algunos momentos recordar al cuentacuentos, o en otros al teatro.

2. “Cuentacuentos” o “sesión de cuentos”. La selección de los cuentos obedece a las circunstancias con las que se encuentra el narrador (edades, características del espacio, hora...). Cada cuento es un "microespectáculo" después del cual hay aplauso, el público habla y comenta, algunos salen, otros entran... el ritmo se suaviza, "cae", y el narrador empieza otro cuento. Todo vale (dentro de las normas que se dé a sí mismo el narrador) con tal de que  el público no se nos vaya. Se puede recurrir a la animación, a la participación, al cuento corto, a la improvisación. Si exageramos la tendencia a la participación y la animación no estaríamos haciendo cuentacuentos, sino animación (otro género). A lo largo de los años, estas sesiones se han ido dirigiendo únicamente a público infantil, y no a adultos, o a “todos los públicos”. En función de la reacción de los asistentes y de las características del espacio tendremos momentos que giren más hacia lo teatral o hacia el espectáculo, o hacia la animación.

En la práctica de ambos subgéneros vemos una inclinación casi exclusiva hacia el público infantil por parte de los programadores culturales y los distintos clientes, que se corresponde con una misma inclinación hacia ese público por parte de los ejecutantes. Esa separación del público adulto ha corrido pareja también al triunfo del término “cuentacuentos”.

Cada uno de los subgéneros cubre una necesidad y una demanda.  Aunque para cada fórmula hay que aplicar técnicas de distinta dificultad, hay que tener cuidado con menospreciar unas categorías a favor de otras, ya que por ejemplo: “un buen cuentacuentos puede ser también un buen narrador y un buen narrador puede no saber hacer un buen cuentacuentos”.

La calidad de todas las categorías depende de quién y cómo se haga.

Aunque en el mundillo de la narración rechazamos el término “cuentacuentos”, muchas veces nos es obligado utilizarlo debido al uso que hace el entorno.

 

Carlos Alba