Introducción
En el origen de la cultura humana, siempre ha existido la necesidad de inventar historias, de contarlas a otros, de depositar en ellas los saberes esenciales para la vida humana. El ciclo vital humano es una sucesión de etapas, con su inicio y su final, como si se tratara de un guion o una leyenda jalonado de momentos de especial trascendencia en los que tiene lugar una transformación. Como diría Mircea Elíade, la vida está constituida por un continuo, en el que se suceden una serie de muertes y resurrecciones, de momentos iniciáticos. Según la Alquimia, el plomo se convertía en oro mediante una compleja y trabajosa serie de transformaciones que había que saber guardar y potenciar en su justa medida. Y en la tradición práctica de contar cuentos, el oro es la metáfora que resume un proceso completo de transformación psicológica, que va desarrollándose a lo largo de toda nuestra vida.
Los cuentos hablan de nuestra sombra, de nuestro proceso de individuación[1].
Cuando somos capaces de reconocer nuestro lado más oscuro o desconocido (la sombra) y de hacernos conscientes de nuestros aspectos negativos sin necesidad de proyectarlos en el exterior y en las relaciones con los demás; o cuando reconocemos como propios aquellos aspectos de nuestra identidad, en principio, negados o rechazados, y en los que podemos descubrir también sus tesoros y su potencial de creatividad, estamos favoreciendo el proceso de individuación.
El cuento es una potente fuerza de acción sobre nuestro interior y permite un trabajo de autoayuda, pues la persona que se familiariza con este universo metafórico, está en condiciones de reconocerse en los momentos de crisis, como una indicación de un momento iniciático, es decir, el fin de una etapa conocida y el comienzo de un nuevo tramo del camino: podrá identificar sus dificultades, considerándolas un desafío necesario para la transformación y reconocer los elementos de ayuda que le faciliten superarlas. Y así, será capaz de elaborar la propia leyenda personal, con los ayudantes, magos, hadas y brujas.... que en ella intervienen.
Aquello que es inabarcable con la conciencia, abismal y misterioso siempre pudo ser intuido a través de las metáforas. Aspectos fundamentales de la vida humana están reflejados en los cuentos: príncipe y princesa pueden estar hablándonos de una pareja arquetípica, de lo masculino y lo femenino, así como una boda puede hablar de la unificación y conjunción de los opuestos o complementarios, al mismo tiempo que de la unión amorosa y sexual.
El Psicodrama Simbólico como potenciación del crecimiento personal[2]:
El Psicodrama Simbólico es un Método original que integra la potencia de la acción, la espontaneidad y creatividad del método creado por Moreno, y el diálogo fructífero entre inconsciente y conciencia a lo largo de todas las etapas del ciclo vital humano, siguiendo las aportaciones de la Psicología profunda de Jung.
La palabra Simbólico hace referencia a la utilización privilegiada del lenguaje de los símbolos y de los cuentos, como vías directas hacia el inconsciente personal y el inconsciente colectivo.
El ser humano posee la potencialidad y necesidad innatas de expresarse a través de símbolos, y lo hace de manera espontánea a través de los sueños y de manera más elaborada con producciones de enorme intensidad emocional y de alto significado, como los mitos, los cuentos de hadas o el arte.
El Psicodrama Simbólico parte del trabajo con doce cuentos que muestran de una manera simbólica las etapas clave del crecimiento psicológico, los vínculos esenciales de génesis y construcción de la identidad, así como contenidos existenciales fundamentales del ser humano. Es un método que busca optimizar el propio proceso evolutivo de las personas, en cualquier etapa de su ciclo vital, impulsando su espontaneidad, creatividad, capacidad de transformación y de ser auténticos protagonistas de su proyecto de vida.
Los guiones existenciales
Entendemos la vida de todo ser humano como una historia que cada persona va narrándose a sí misma, que se desarrolla según un guion más o menos dinámico, creativo y abierto. Como dice Marie-Louise von Franz: “Sólo con perspectiva y una cierta distancia objetiva podemos darnos cuenta que el desarrollo de la vida contiene en sí mismo un modelo de totalidad”.
Adoptamos el nombre de guion existencial para marcar su naturaleza dinámica, en la que el sujeto es protagonista de su creación, en mayor o menor medida, y también para señalar el hecho de que va tomando forma a lo largo de la existencia humana. Estos guiones existenciales poseen un contenido, una estructura y una secuencia, y en ellos cada persona desarrolla su personaje con diferentes niveles de protagonismo.
Los guiones beben de diferentes fuentes de distinta naturaleza, para configurarse: antropológica, histórica, social, familiar e individualmente.
Cada persona realiza una síntesis absolutamente personal, en la que están entrelazados los distintos aspectos de cada fuente, como hilos que dibujan en un tejido una figura única, que está en movimiento y puede ser transformada. El guion de vida no es un destino, que esté escrito y sea inamovible, aunque pueda parecerlo así en algunos casos, en los que seguramente podríamos hablar de profecías autocumplidoras, tomando palabras de Watzlawick.
La persona puede contactar con su guion existencial a través del psicodrama simbólico, ayudado por los cuentos de hadas y por las etapas de trabajo del método. Los cuentos de hadas, trabajados según este método, poseen enormes propiedades proyectivas y movilizadoras, que invitan a la persona a depositar a través de ellos, importantísimos contenidos expresados en la lengua de los símbolos. Creo que toda persona posee una sabiduría interior, más o menos dormida, unos recursos creativos, más o menos olvidados, que este método despierta y pone en movimiento, de manera que la persona empieza a comunicarse, en un principio consigo misma, (gracias a la vivencia de que existe un testigo - el terapeuta - que puede entenderle y ayudarle a que se entienda a sí mismo), en un lenguaje que parecía desconocer, pero que es el lenguaje esencial de la especie humana que el propio proceso de convertirse en adulto suele ir relegando a estratos profundos de la psique, produciendo en muchos casos una separación, una disociación. Cuanto más conectada está la persona con esta dimensión profunda, es más saludable y más creativa.
Desde mi modelo, tengo la creencia de que toda persona, de cualquier edad o condición, conserva un potencial creativo y de transformación, pero, en las etapas de la infancia y la adolescencia este potencial es enorme. También es cierto que, de la misma manera que ese potencial es muy grande, lo es también la vulnerabilidad de niños y adolescentes a las definiciones que les dan de sí mismos las figuras significativas en su vida (padres, familia, sus iguales, maestros, la sociedad). Podemos entender que uno de los aspectos en que reside lo terapéutico, quizás el más esencial, es en la posibilidad de introducir cambios saludables en los guiones existenciales.
Así como los cuentos de hadas trabajados a través del psicodrama simbólico poseen cualidades proyectivas y movilizadoras, también se revelan a lo largo de las etapas de trabajo del método (inmersión, transformación, creación) como un material con un poder enorme de curación, de rematrización y de inscripción de nuevos elementos que producen un cambio cualitativo y global en el guion existencial. De manera que en aquellos guiones existenciales en los que hay una herida, una deuda familiar largo tiempo no saldada y heredada de nuevo o un personaje sacrificial pasan a convertirse en un guion propio, en el que la herida estará curada, las deudas o legados serán situados donde les correspondía, es decir fuera del propio guion y el personaje interno pasará a ser el verdadero protagonista de su vida, de su tiempo, en el que podrá encontrar su manera original y personal de disfrutar de la vida, de encontrar un sentido y crecer como persona.
El proceso terapéutico sigue esta secuencia:
- Conectar de la manera más plena y profunda posible con el guion y personaje existenciales.
- Mirarlos en el espejo cristalino de las imágenes esenciales de los símbolos de los cuentos.
- Revivirlos en el “como si” psicodramático.
- Transformar la parte herida, conflictiva, enferma.
- Inscribir nuevos elementos primordiales de los que carecía este guion.
- Reconstruir el propio guion existencial.
- Inscribir esta nueva creación en estratos profundos de la psique.
- Producir cambios en la propia vida
Aunque el objetivo de producir auténticas transformaciones en los guiones existenciales es un objetivo correspondiente a grupos terapéuticos, intervenciones de grupos de creatividad o de evolución personal, generan a menudo también una transformación profunda.
Veamos un ejemplo de cómo se manifestó el guion existencial de una niña participante en un grupo terapéutico, a través de su cuento inicial y cómo evolucionó, produciendo transformaciones en su cuento final. Entendemos por cuento inicial, el primer cuento que la persona elige al entrar en el grupo, así como su vivencia sobre el mismo, los aspectos deseados, rechazados, temidos, que destaca en él y las primeras escenas que concibe de este cuento. El cuento final hace referencia a la visión reconstruida que adquiere del cuento, en la que, en muchos casos, ha llegado a producir auténticas transformaciones, que han sido posibilitadas en la etapa de transformación de los cuentos.
Fátima o Cenicienta
Fátima formaba parte de un grupo terapéutico de niños en el Hospital Clínico de Madrid. Eligió el cuento de Cenicienta. Era una niña de nueve años, que pasaba gran parte del tiempo sola en casa, haciendo las tareas domésticas. Sus padres estaban separados, vivía con su madre que trabajaba muchas horas al día fuera de casa.
Fátima disfrutaba cuando se trabajó su cuento, durante la fase de inmersión, en la escena en que el Hada Madrina, ofrece un nuevo universo a Cenicienta, transformando elementos cotidianos en personajes que serán un vehículo para llegar a su deseo: el baile, el príncipe, el amor, la compañía. Quedaba deslumbrada con el maravilloso vestido dorado que el Hada le regalaba a Cenicienta con tan sólo un golpe de su varita mágica.
A lo largo del proceso grupal y en la fase de transformación de los cuentos, Fátima propuso la siguiente transformación:
Cenicienta va a ir al baile, pero en lugar de que el Hada Madrina le dé un vestido ya hecho, ella misma lo cose porque ha aprendido a hacerlo. El vestido hecho por Cenicienta no es tan deslumbrante como el del Hada Madrina pero es también muy bonito.
Podemos apreciar en esta transformación la madurez alcanzada por Fátima a través del proceso terapéutico, que la lleva a considerarse una persona con recursos adecuados para confeccionar ella misma su vestido (el vestido es un símbolo del yo histórico, de la autoimagen socializada, es una construcción propia). Después de haber podido experimentar la fascinación por la ayuda mágica, cálida y protectora del Hada Madrina, Fátima prefiere enfrentarse a la realidad con su verdadero autoconcepto, con la vivencia y la experiencia de una autoestima adecuada para seguir adelante en su proceso de convertirse en persona que estaba paralizado. Fátima acudió a terapia por estar en una situación de aislamiento, bloqueo emocional, inactividad, como preámbulo de una depresión infantil, y con una desmotivación y falta de rendimiento en las tareas escolares. Si no le hubiéramos permitido la compañía de Cenicienta, que en su soledad y privación es ayudada por ese Hada Madrina (símbolo de una madre buena), Fátima no habría podido construir ese sentido de la realidad y de sí misma como alguien capaz de “hacerse su propio vestido”, no tan maravilloso como el del Hada (puesto que este vestido es el YO IDEAL), pero también muy bonito, lo que nos habla de que puede verse con valores y gustarse, es decir con autoestima.
Podemos apreciar muy bien que el cuento de Cenicienta fue un vehículo muy apropiado para plasmar la situación de Fátima. Ella destaca en este cuento los aspectos de soledad y trabajo doméstico, que eran los que la abrumaban mucho en su vida. El elemento en el que pudo proyectar aspectos más importantes de su guion existencial fue el del vestido, lo que nos hace pensar que el cambio que necesitaba Fátima se encontraba en un nivel no muy profundo.
Cada persona conecta con aquello que necesita y nos lo muestra a través del cuento elegido y de la visión personal que concibe del mismo. En el caso de Fátima el cambio producido fue en su yo social, aspecto que pudo llevar a cabo en un proceso de mejora de su autoestima, al ir descubriendo sus recursos y capacidades, que eran muchos.
Fátima estuvo dos cursos en el grupo, pero ya en el primero empezó a mejorar notablemente su rendimiento escolar y su estado emocional. Esta transformación nos la propone en el segundo curso de terapia.
La Cenicienta sola, huérfana, a quien le estaba prohibido ir al baile, se convirtió en una Cenicienta activa, hábil para hacerse ella sola un vestido, satisfecha de su trabajo y con las puertas abiertas para el baile de la vida.
El Método de Psicodrama Simbólico está presentado en el libro Educar en valores a través de los cuentos de Irene Henche Zabala, publicado por la editorial Bonum, en Buenos Aires, en 2008.
Irene Henche Zabala
Irene Henche Zabala es Psicóloga clínica y educativa. Psicoterapeuta especialista en niños, adolescentes, familias y grupos. Directora de Psicodrama y Terapeuta Familiar en España. Psicóloga de un equipo de orientación educativa y psicopedagógica de la Comunidad de Madrid. Directora de la Escuela de Psicodrama Simbólico de Madrid.