Hace unos cuantos años Ana Gª Castellanos  participaba en el Festival Madrid de Cuento y le pedí que me dejara acompañarla a la La Paz porque nunca había estado en una sesión de hospital. Me quedé en un rincón, sobrecogida por la sesión de cuentos y por las miradas de esos pequeños oyentes, con sus goteros, la calva, esa palidez, tan malitos algunos. Cuando ya nos íbamos le pregunté a Ana, la educadora del aula hospitalaria, que cuántas veces al año venían profesionales a contar cuentos.

- Solo vienen una vez, el mes de noviembre.                      

-¿Hasta el año que viene no vuelven? -pregunté.

Negó con la cabeza. Me pareció absurdo y sin pensarlo, me ofrecí a ir con regularidad. Ella aceptó encantada y desde entonces siempre ha sido incondicional.

En los 10 años que ha durado la colaboración muchos cuentos han pasado por la planta de oncología y trasplantes y la 2ª planta de La Paz y del Ramón y Cajal.

Los cuentos favorecen el proceso de sanación; lo he visto al finalizar cada sesión y nos lo han contado los mismos niños y sus familias con sus caras y en los cientos de encuestas que han rellenado. Son un poderoso instrumento para facilitar que los enfermos infantiles se entretengan, disfruten y les ayude en su  proceso.

Por eso me atrevo a afirmar que los cuentos son una medicina, y además no tiene contraindicaciones.

Durante estos años han venido otros compañeros narradores a contar. No hay término medio: o no repiten porque no pueden con ello o quedan “marcados” y ya no quieren dejar de venir.

Nuestros pequeños oyentes no tienen muchas fuerzas ni ánimos. No podemos pretender de ellos mucha atención o un gran esfuerzo; basta con que escuchen y dejen volar la imaginación. Imaginación que tienden a bloquear pues al estar tumbados y aislados tanto tiempo se exceden en el uso de ordenadores, videoconsolas o juegos virtuales. El fomento de la animación a la lectura es otro objetivo que se cumple: al estar tanto tiempo quietos, es un buen momento para descubrir al libro como compañero.

El niño durante este periodo de enfermedad se siente discriminado, feo, débil, culpable (porque papá y mamá sufren por él). ¿Qué mejor receta que escuchar El Patito Feo, sufrir con tanta soledad y tanto rechazo para finalmente sentir el alivio de ese final de cisne superguapo y feliz?

Yo, la verdad, no tenía un especial aprecio por este cuento, pero de pronto entendí su beneficio terapéutico y he constatado su efecto casi mágico cada vez que lo he contado.

La enfermedad les aparta de su casa, de su escuela y de sus iguales. La envidia por los hermanitos que se han quedado en casa es algo inconsciente pero muy real. Por eso contar La Segunda Princesa o el clásico de La Cenicienta pueden ayudar a sacar ese deseo de acabar con aquellos que se han quedado con la “mejor parte”. Con este último cuento tuve una experiencia que no puedo olvidar. Entonces eran sesiones quincenales y yo les pedía que eligieran el cuento y el personaje que representarían en la siguiente sesión.

Mi pequeña cenicienta “esperó” dos semanas para hacer de prota (yo hablaba y ella hacía sonar una campanita porque no tenía fuerzas) y esa misma tarde “nos dejó” y pasó al otro plano. No entendían como había durado hasta ese día.

El estrés que sufren debido a las intervenciones quirúrgicas, las pruebas, la medicación y la angustia diaria requiere una actividad que les relaje y les saque de ese espacio donde sufren tanto. Los cuentos les permiten escapar.

Además, en los  peores periodos del proceso de su enfermedad necesitan un mensaje de esperanza que les ayude a proyectar el fin de esta dura prueba.

Hay cuentos que transmiten de una forma mágica y eficaz mensajes que ayudan al niño enfermo a contactar y encontrar salida a los conflictos que aparecen durante este periodo de su vida sin que se den cuenta, así como a contactar con todas esas emociones: miedos, angustia, soledad, abandono, sentimientos de pérdida, de fealdad, de tristeza, de envidia, de culpa… o, por supuesto, el miedo a morir. En este sentido descubrí que El flautista de Hamelín, según la versión no edulcorada, era un cuento fundamental para algunos de estos niños y niñas porque podíamos hablar de la muerte sin hacerlo abiertamente. Y es necesario.

Cuentos que además de hacerles contactar con sus emociones, fomentan la confianza en sí mismos y la esperanza de crecer en la adversidad. Las pruebas de los cuentos hablan de las pruebas de la Vida. En la superación de estas pruebas crecemos y maduramos.

Para algunos lo más sanador en una historia puede ser la risa, para otras el sentirse centro cuando hay participación, el que papá o mamá canten o hagan de rey o de oso... cambiar los roles de enfermo o cuidador es muy liberador también.

La identificación con los héroes es un elemento de gran ayuda. Proyectarse y encarnar el de un niño capaz de grandes hazañas, en una princesa lista o rebelde, en un sapito que se niega a comer o en una pulguita que al final no murió en la olla, es siempre positivo y sube la autoestima.

Por otra parte, el divertirse o sentir placer ante unas imágenes eleva el nivel de endorfinas en la sangre. Los mecanismos de defensa naturales suben y el dolor se aplaca. Esto permite al niño enfrentarse a su vida hospitalaria con más ánimo y energía. En las encuestas que les pasamos nos han dejado constancia de ello muchas veces; sus molestias y dolores disminuyen o desaparecen.

El final de los cuentos es importante que sea un final feliz, con esperanza. Para los pacientes de gravedad el esperar que su propio proceso acabe bien es tan importante como la ración de vitaminas o antibióticos. Así lo afirman estudios hechos al respecto.

El Pensamiento Mágico que portan muchos cuentos es muy poderoso. Los Arquetipos y los Símbolos están ahí, y estas imágenes resuenan dentro de los pacientes con fuerza.

Pasar la experiencia de una enfermedad grave les resta  mucha energía y vitalidad. Al final de una sesión de cuentos os aseguro que los niveles de energía vital eran mucho más altos que al principio.

Por último, no me cabe ninguna duda que con este tipo de actividades se consigue rebajar en buena medida el nivel de estrés que sufren debido a su situación hospitalaria.

La escucha del narrador o narradora es primordial en estas sesiones. El estar muy receptivo a la demanda interna de los niños  pero también de sus familias, que sufren enormemente pero no pueden expresarlo. Si los padres y las madres se relajan, los pequeños pacientes se relajan también.

Para mí Ser conscientes de que somos canales de la sabiduría de las historias es básico en el medio hospitalario así como que el Ego se quede a un lado.

Y algo que costó y me repetía al llegar: ver más allá de un niño muy enfermo a su espíritu radiante.

Yo tengo la fortuna de ser Narradora  y he tomado conciencia del bien que podemos hacer con los que necesitan de verdad de nuestras historias para sanar.

Teresa Grau

 

Gran curiosa de la naturaleza humana he recorrido muchos senderos…hasta llegar a la narración oral,que habito desde hace 20 años. Optimista  empedernida, creo que todos y todas podemos cambiar a nivel individual, y que es esto lo que  cambiará el mundo.Se de la sabiduria y la capacidad de sanar que existe en muchos cuentos. Me he retirado con mi marido a una aldea del interior de la Ribera Sacra y desde este entorno de Naturaleza Virgen espero que yo y mis historias sigamos creciendo.