A veces hay lugares que nos hablan bajito. Como de lejos. Su voz suena a susurro. Quizás sea su manera de asegurarse que nos llega repleta de un deseo con ganas de verse cumplido. ¿Os has pasado algo así? En mi caso, justo eso es lo sentía cada vez que pasaba por ese rincón del barrio antiguo de mi pueblo, Cardedeu. Era escucharla, esa voz, y en mi interior emergía un deseo imparable de ver ese espacio convertido en plaza. Una plaza llena de gente contando, escuchando, llevando la palabra de corazón a corazón.
Yo estaba convencida de que las imágenes que se me aparecían en la mente imaginándome ese espacio convertido en plaza provenían de un deseo que yo había ido fabricando cada vez que oía hablar de otros países con plazas emblemáticas en las que contar allí formaba parte de una tradición ancestral.
Qué poco podía imaginarme el origen real de mi deseo. Pero no me quiero adelantar a la historia. Sigamos con la idea que, desde el primer momento que oí hablar de la plaza de Marrakesh, por ejemplo, y de las personas que se ponían allí a contar y a escuchar historias, provocara en mí un anhelo interno de tener una plaza así en Cardedeu. Y a pesar de sentir ese sueño bien vivo y presente, la verdad es que ahí se quedó, dentro de mí, formando parte de esa lista silenciosa de cosas que esperan hacerse realidad algún día.
Allí estuvo calladito hasta Mayo de 2021, en plena pandemia. Varias circunstancias ayudaron a que saliera de su escondrijo: la más determinante fue que compartí mi sueño con unas amigas y ellas me animaron a sacarlo a la luz.
Con el apoyo incondicional de la asociación que presido, Cardemots, pusimos en marcha la maquinaria necesaria para llevar adelante el propósito. La pandemia había movido las fichas del tablero de nuestras vidas de una forma tan vertiginosa que, de repente, era más necesario que nunca volver a salir a la calle, ocupar espacios, reconocernos como humanos… y contar –y contarnos– pasó a ser un acto cotidiano de extrema necesidad.
Teníamos claro que un proyecto así –transversal, inclusivo…– tenía que implicar a más gente. Desde el primer momento tuvimos a la regidora de Cultura, Núria Pujolàs, de nuestra parte. El resto fue fácil: en esa zona había tres comercios: la librería Espai 31, l’Anxoveta, una tienda de alimentación con tapas, aceitunas… y Blends, que ofrecía unos tés y cafés y chocolates sabrosísimos. En cuanto les explicamos la propuesta para llevar a cabo juntos el proyecto de hacer de ese espacio la Plaza de los Cuentos no dudaron ni un segundo.
Acordamos hacer un encuentro mensual, los viernes, a las 17 h. La idea no era hacer un “espectáculo” con un narrador profesional –eso ya lo cubre la Biblioteca en sus “Horas del cuento”–, sino dar voz a todas las personas que forman parte del tejido humano del pueblo, nacidas aquí o allá, para compartir cuentos, anécdotas, canciones, recuerdos… y que lo pudieran hacer en su lengua de origen. De ahí el nombre del proyecto “Compartiendo Culturas a través de los Cuentos” (CCC).
En ese contexto, afectados como estábamos por la pandemia, fue importante –como decía anteriormente– no sólo volver a reunirnos, mirarnos, recuperar el sentido de pertenencia, de tribu… también lo fue crear un espacio de juego para los más pequeños, volver a hablarnos cara a cara, mirándonos a los ojos, compartir… Por lo que los encuentros tuvieron un efecto reparador como sólo la medicina de la palabra sabe.
Y llegó el día: el 24 de Septiembre de 2021 abrimos las puertas de la Plaza de los Cuentos. Se llenó hasta arriba de criaturas, adultos, jóvenes… y, aún con mascarillas, estrenamos la “silla cuentera” y contamos en varias lenguas y jugamos y compartimos tapas, tés y lecturas. Y muchas risas. Después de la contada en sí, seguimos leyendo y compartiéndonos gracias a los libros de la librería Espai 31. Al mismo tiempo que se hablaba y se leía cada cual en su grupo creado de forma espontánea, Rosa, del establecimiento de “L’Anxoveta”, nos ofrecía tapas y Javier, de Blends, nos había preparado unos tés y unos chocolates para relamerse. Todos sentimos cómo había sido de balsámico ese encuentro y cuánta falta nos hacía. Y esa dinámica de compartir y sabernos pueblo y familia ha sido y es la que, mes a mes, vivimos en cada encuentro.
Después de las primeras quedadas de la plaza, fue fácil darnos cuenta que necesitábamos una placa que nos identificara como tal. Por lo que le pedimos al artista y escenógrafo de Cardedeu, Josep Castells i Planas que nos hiciera una. Como todavía no era posible colgarla en la pared, la madera con el nombre de “Plaza de los Cuentos” fue nuestra insignia y a cada encuentro la colocábamos sobre un atril.
Gracias a esa contribución artística, en poco tiempo, ese rincón, que se conocía como el cruce de las calles Teresa Oller y Hospital, pasó a ser la Plaza de los Cuentos para casi toda la población.
Para la cabalgata de Reyes de ese Diciembre de 2021, la Televisión de Cardedeu nos pidió a la asociación Cardemots contar un cuento desde la plaza. La idea era que lo registrarían una tarde de manera que lo pudieran retransmitir para todas las familias en la víspera de Reyes. Y así lo hicimos. Días antes, a partir de un cuento que yo misma escribí, pudimos transformar la plaza en un escenario perfecto para contar uno a uno esa historia, grabarla y tenerla a punto para la retransmisión del 5 de Enero. El día de la grabación, pasaron por delante de las cámaras situadas en la plaza 15 narradores que, según habíamos previsto, fuimos contando en nuestra lengua de origen la parte del cuento acordada. En total se contó en 9 lenguas: catalán, castellano, euskera, francés, inglés, griego, marroquí, árabe y alemán.
Desde ese 21 de Septiembre de 2021, hemos ido contando mes a mes desde finales de septiembre –o principios de octubre– hasta mayo. Y aún en los meses de invierno, la gente viene y espera ese momento con ilusión. El encuentro en la plaza es contar, por supuesto, pero también es, como apuntaba antes, estar, compartir, jugar… y curiosear por la maleta de cuentos, escoger alguno y contar en pequeños grupos. Las imágenes que se crean son inolvidables: a veces hacen grupos de dos o tres niños y niñas que coinciden en querer leer un cuento en concreto. O un padre o una madre les cuenta a varias criaturas y se sientan sobre las alfombras que ponemos y hacen un corro. También los hay que buscan un rincón de la plaza y se ponen a leer el cuento solos o acompañados por un adulto… Es un momento en el que no puedo dejar de maravillarme observando todo lo que da de sí ese encuentro que, mes a mes, va tejiendo algo más que palabras e historias.
La pandemia, junto con otras circunstancias personales, hizo estragos en los negocios pequeños y uno a uno fueron cerrando. Cuando llegó el momento en el que también, por otras razones, cerró la Librería Espai 31 nos planteamos qué hacer. Huérfanos de sus libros y siendo conscientes de lo importante que es el momento “poscontada” en el que se comparten lecturas y contadas en grupos, nos propusimos crear “el libro viajero”. Para ello, buscamos cuentos que teníamos por casa de nuestros hijos o nietos y también de los que nos cedió y cede la Biblioteca de Cardedeu.
Esta nueva incorporación del “libro viajero” se merecía una imagen icónica y Carla Sánchez nos hizo el dibujo de nuestra “criatura lectora”. Partiendo de la idea de que a los libros lo que les encanta es ser leídos, invitamos a las familias a dar la oportunidad de sacar de la estantería de sus casas aquellos libros que ya no se miran y llevarlos a la plaza. Diseñamos unas pegatinas para poner en cada uno y así hacerles viajar de casa en casa. El ritual de los encuentros en la plaza ya lo saben todos: después de contar desde la “silla contadora”, los pequeños eligen sus cuentos, los miran, los leen, se los cuentan entre ellos o algún adulto… y entonces se llevan a casa los que quieren. No tienen que devolverlos, pero sí que les pedimos que no los dejen “aburrirse” en el estante, que los permitan viajar para llegar a otros ojos que los leerán.
Era fácil prever que, con tantos libros viajeros, necesitábamos un mueble para guardarlos. Además, queríamos que la Plaza de los Cuentos fuera más allá de los encuentros mensuales y que cualquier persona, en cualquier momento del día, pudiera pasar por ese lugar tranquilo, elegir un libro, sentarse y disfrutar de un rato de lectura. Las sincronías de la vida nos puso delante, un día, abandonado en la calle, un mueble que era ideal para el rincón de la plaza. Lo limpiamos, le arreglamos algunos desajustes y lo llenamos de cuentos. Duró bien poco la alegría en la plaza. Por lo visto, alguien lo necesitaba más que nosotros y se lo llevó. Con cuentos y todo. En estos momentos, seguimos llenando la maleta de cuentos en cada encuentro mientras decidimos con el artista Josep Castells i Planas y el Ayuntamiento la mejor forma de crear el “Escondite de los libros viajeros”. Este es el propósito de esta IV temporada, antes de acabar este año 2025.
La anterior, la del curso 2023-2024, se cerró con la inauguración por todo lo alto de la placa fija, colgada en la pared, en la que ya se daba por consagrada la Plaza de los Cuentos con una pequeña leyenda que pone “Espacio de Cultura”. Llegar hasta aquí fue también un sinfín de propósitos. Como os comentaba, hasta ese momento llevábamos a cada encuentro la placa “portátil” que nos había dibujado el artista y escenógrafo Josep Castells i Planas. Fue él mismo que se ofreció para hacer la placa definitiva. Para ello necesitábamos la colaboración de otra artista de Cardedeu: Rossi Viader. En su taller de cerámica se coció la placa que hicieron ambos y desde entonces luce maravillosamente bien en lo alto de la pared que corona la plaza.
La inauguración de la placa se hizo en el marco del X Festival Cardemots, en Julio de 2024, antes de la sesión de cuentos para público familiar que Sandra Rossi estaba previsto que hiciera en el Museo Tomàs Balvey. Con una plaza a rebosar, contamos con la presencia y parlamentos de los artistas de la placa, la nueva regidora de Cultura, Maria Andreu, y las canciones de la Coral cardedeuense, de voces femeninas, Cor Encant.
Dice Byung-Chul Han en su libro La crisis de la narración: “Para narrar hace falta un estado de relajación. (…) Narrar y escuchar con atención se requieren mutuamente. La comunidad narrativa es una comunidad de personas que escuchan con atención. (…) La narración se alimenta de la experiencia y se transmite de generación en generación: El narrador toma de la experiencia lo que él narra: de la experiencia propia o de la relatada. Y, a su vez, consigue que eso pase a ser la experiencia de quienes escuchan su historia. (…) La narración es lo único que abre el futuro, al permitirnos albergar esperanzas.”
Os decía que el lema de la Plaza de los Cuentos como proyecto inclusivo es “Compartiendo Culturas a través de los Cuentos” (CCC) y el propósito siempre ha sido el de crear una comunidad narrativa que se nutra de todas las experiencias de las personas que asisten a la plaza. No hay fronteras generacionales ni lingüísticas… Y es maravilloso ver con qué escucha se recibe un cuento con esa musicalidad que contiene la lengua árabe o gallega o la que sea. Y es que ya sabemos que el cuento entra por otras puertas sutiles e invisibles que van más allá de la comprensión de las palabras.
Para nosotros ha sido siempre prioritario crear un espacio en donde uno sienta que tiene voz y sienta que recibe la escucha necesaria para que se dé esa conexión que crea un vínculo indispensable para enraizarnos en nosotros y en el mundo (no voy a abrir el melón del exceso de estímulos dopamínicos a los que tenemos acostumbrado al cerebro, con la falta de atención que conlleva, la desconexión con nosotros y con los demás… y cómo la narración oral y el contarnos nos puede salvar en cierto modo de ese abismo).
En ese sentido, la silla cuentera de la plaza ha sido testigo de las sonrisas más satisfactorias como cuando, una vez, un niño de apenas 3 años salió por propia iniciativa a cantar una canción popular catalana y se sintió escuchado y querido por toda la gente que lo miraba. Experiencias como esta pone una de las semillas más importantes que cualquier ser necesita en la vida: la de la pertenencia. Y también la de ser visto y reconocido, la de honrar la palabra dicha y el cariño y respeto por como la recibe el otro. Vivir algo así te enseña a dejar afuera el sentimiento de amenaza, te permite construir un relato dentro de ti desde una composición amable y propiciadora de vida y de esperanza; ayuda a echarle a ese relato interno las porciones necesarias de ficción, macerarlo en un imaginario que nos habla de tiempo y espacio y de la certeza del tiempo de los milagros… En definitiva, que se dé la alquimia necesaria para elegir las palabras que se acercan más a nuestro corazón –y al de quien nos escucha– y de ahí, a ponerle voz y alma y silencios y no caber en uno mismo por tanto amor generado y recibido.
Eso pasa en los encuentros de la Plaza de los Cuentos.
Este 20M será muy especial: las narradoras y narradores de ANIN y La Faula nos reuniremos en la Plaza de los Cuentos de Cardedeu para celebrar el Dia Mundial de la Narración Oral. En la mañana habrá contadas para todas las escuelas públicas del pueblo y para las personas del Casal de la Gent Gran. En la tarde, contaremos a los alumnos del ciclo de Grado Superior de Educación Infantil del IES Pla Marcell y, a partir de las 17 h, contaremos para todos los asistentes que deseen sumarse a la celebración. Habrá chocolatada del bar Tarambana y en la noche, en ese mismo bar, haremos una contada para público adulto.
Hace poco, con la ilustradora cardedeuense, Pilar Ors, pusimos en marcha el proyecto de hacer un cuento de la Plaza de los Cuentos. También contamos con la colaboración de Ricard Ginajume, historiador de Cardedeu. En el escrito que este último hizo para el prólogo, menciona que ese espacio era conocido en el siglo XVII como la plaza de las “Portadores”, y escribe: “¿qué traían?, pues uva. Las “portadores” son unos recipientes grandes, de madera, ovalados, con aros de hierro y asas que servían para transportar uva durante la vendimia”. Me quedé helada leyendo su escrito. Y más con el título que le había puesto “La plaza que traía cuentos”. Mi imaginación se disparó: ¿y si ese afán de siempre, de convertir ese espacio en Plaza de los Cuentos no era más que cumplir los deseos de un rincón que siempre fue plaza?
Y qué bonito pensar en una plaza que quiso volver a ser plaza y convertirse en la portadora de los cuentos. ¡Claro que sí! Ojalá hubiera una Plaza de Cuentos en cada pueblo, en cada barrio… y alimentar la costumbre de reunirnos para contar.
Alicia Molina