La primera vez que me subí a un teatro para contar cuentos fue en el año 1992, como parte de las actividades organizadas por la Biblioteca Regional de Murcia para escolares. En aquel entonces, la narración oral profesional estaba casi en pañales y soñar con programaciones estables en cualquier lugar era eso, un sueño.

En el verano de 2018, media vida después, recibí una llamada del director de Teatro Principal de Alicante. Me propuso contar cuentos (en concreto mitos griegos) como parte de la programación del Festival de Teatro Clásico de Alicante. Gran noticia y no menos alegría. Sin embargo, el lugar elegido para la narración no sería el escenario del teatro, sino unas cuevas dentro del Museo de Aguas de la ciudad.
Osada de mí, quise aprovechar que la puerta estaba abierta para poner sobre la mesa una propuesta de narración permanente en el teatro. Imaginé un formato pequeño, íntimo, con el público sentado en el escenario y una función al mes. La respuesta fue inmediata: no. Según las palabras del director «El teatro solo era para teatro, y de calidad». No hubo posibilidad de insistir o de abordar el proyecto desde otro ángulo.
No obstante, desde esa primera edición, y a excepción del año de la pandemia, la narración está presente en el Festival con dos funciones para público adulto, dos para público familiar y tres para alumnado de Bachiller. Y, hasta el momento, se ha programado a siete narradores diferentes.

Mi padre siempre me ha dicho que quien la sigue la consigue. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, unas veces sucede y otras no. Pero, por si las moscas, de vez en cuando sigo y sigo.

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Cuentos tras el telón

Llegamos a  principios de 2023. Una mañana me reuní con la actual subdirectora del Teatro y, entre otras propuestas, le planteé la idea de llevar la narración oral al escenario, que dentro de la programación del teatro (que ya contempla el resto de artes escénicas, incluidas la magia y el circo) contara con los cuentos. 

Aquí podría deciros que mis dotes de persuasión fueron determinantes, que insistí y perseveré enumerando las bondades de la narración, los múltiples beneficios de escuchar historias, la necesidad de que un teatro como ese, quizá el único, tuviera en cuenta en su programación a todas las artes escénicas, pero no fue así. Quien estaba sentada al otro lado de la mesa dijo que sí antes de que terminara de hablar. Función doble, por la mañana para centros escolares y por la tarde para público adulto.

¿Os imagináis a mis huesos riéndose? Pues eso pasó. 

Fue fácil, me atrevería a decir que demasiado fácil. A partir de ese momento entramos en detalles como fechas, cachés y otros datos técnicos que debía preparar para enviar por escrito. Ah, y el nombre de las narradoras y narradores. El primer correo lo envíe al día siguiente, pero el segundo, que debía incluir las propuestas artísticas, tardó algo más, bastante más.

Mi cabeza me decía que el móvil iba a sonar en cualquier momento, que la llamada vendría de las oficinas del teatro y que me comunicarían que no, que se lo habían pensado mejor, que habían cambiado de planes y que no programarían cuentos. Pero esa llamada nunca llegó. Bueno sí, llamaron para pedirme ese segundo correo que aún no les había enviado.

Ains, ¡que iba en serio! 

Dado que en el teatro se planifica con mucha antelación, tenía más de un mes por delante para elegir propuestas narrativas con las que inaugurar este ciclo al que había llamado, después de varias opciones, Cuentos tras el telón. Esta es una tarea, la de programar, que me resulta estimulante y estresante a la vez.

Me explico. Después de tantos años de profesión, más o menos, nos conocemos casi todos. Sabemos de nuestros estilos, de nuestras voces, lo que nos gusta, lo que no y lo que mmm, no lo tengo claro. Incluso lo que nos parece acertado en un contexto y no en otro. Llevamos mucho tiempo, como profesionales, queriendo llevar los cuentos a los escenarios teatrales, pero ¿tenemos propuestas de narración pensadas para un escenario? Desde mi punto de vista, muchos sí y muchos otros no. Osea, que hay de todo como en cualquier familia.

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Supervivencia

La segunda parte de esta aventura es asegurarse de que el ciclo sobreviva más allá de su primera edición. Aquí entran varios factores que pesan sobre los hombros cual espada de Damocles: la presencia de público y que se contemple cierto margen de tiempo para que la propuesta crezca y se consolide.

En el momento de escribir este artículo se han realizado las dos primeras funciones con desigual resultado. El primer espectáculo tuvo un aforo del 20 y 30%, el segundo 100 y 50%. Faltan veinte días para el tercero, que está en blanco, pero el cuarto ya tiene el 50% reservado. 
Llegados a este punto, quiero resaltar las palabras de la subdirectora «Todos los comienzos son lentos, hay que esperar». Y yo espero y, a ratos, me desespero. Entonces es cuando me pregunto ¿qué hago yo metida en estos líos si lo único que quiero es contar historias? Para luego responderme que también me gusta que haya espacios donde se cuenten estos relatos y si es en un teatro, pues que se enciendan los focos.

 

Raquel López Cascales

 

Este artículo forma parte del Boletín nº.100 - La lenta conquista de los escenarios, coordinado por Elia Tralará.