"Semejante descalabro no puede hundirme, ni promover mi caída. Un revés no es más que un fallo, no una derrota. Con semejante chasco ¿se agranda mi infortunio?, ¡qué desastre, qué desgracia! ¿Ahogarme, o aprender y continuar?"

Muchas palabras para expresar cómo nos podemos sentir ante nuestro propio fracaso y también cuando lo presenciamos. 

Cuando Aurora contactó conmigo me comentó la idea de poder dar mi punto de vista sobre el fracaso, pero como escuchante. En ese momento por mi cabeza pasaron muchas sesiones, algunas excelentes, y otras no tanto. La idea me pareció sensacional y sencilla, hasta que me senté a escribir. De sencilla no tiene nada. Tras darle vueltas, la idea principal, esa que tengo rondando, es que el fracaso es un sentimiento, una sensación y, como tal, depende de quién eres en el momento en el que estás escuchando. 

No tuve la fortuna de que me contaran cuentos de pequeño, más allá de los que escuché en la escuela. Caí en este fantástico mundo por casualidad, al leer un letrero en la pared exterior de una cafetería de Logroño. Aquella cafetería era "El Globo", ya desaparecida. Anunciaba una sesión de cuentos para una tarde en un horario compatible con dos niñas de entonces seis y dos años. Preguntamos si sería apropiada la función para ellas y, tras esa sesión y muchas otras, tengo el orgullo de saber que mis hijas han educado su escucha allí, en el café "La Luna" de Logroño. Sí, porque los cuentos trasladaron su ubicación a ese emblemático local. Durante muchos años se programaron sesiones a cargo de lo mejor, de lo mejor, narradores (no voy a perder espacio en utilizar un lenguaje, mal llamado, inclusivo), venidos de todos los rincones de España y de muchos países diferentes. 

Las sesiones eran los jueves a las nueve de la noche, en un entorno muy poco sano para las peques, jajaja, pero tremendamente educativo a nivel emocional y de comportamiento. En algunas ocasiones ellas se dormían y nos quedábamos hasta el final. En otras aprovechábamos el intermedio y nos marchábamos, bien porque el cansancio se hacía notar o porque la sesión no nos acababa de llenar

Recuerdo una de las primeras contadas en "El Globo". Habíamos concluido un taller promocionado por este espacio de encuentro y narración. Al taller asistimos una veintena de personas y la prueba de fuego era narrar en público. Aquella tarde el narrador era un amigo y compañero de taller. No recuerdo el cuento, pero sí la sensación de que el tiempo duraba infinitamente más, Posiblemente aquella fue una de las contadas más largas a las que he ido y no por su duración temporal. Primero fueron las miradas entre los que allí estábamos. Después fueron las idas y venidas a la barra, y así entre consumición y consumición creíamos poder acelerar el tiempo. Y allí, encima del escenario estaba en completa soledad, un amigo que defendió su cuento hasta el final con total dignidad. Cuando terminó aplaudimos, pero también hablamos de lo ocurrido, de lo que él había sentido y de lo que nos había transmitido. Mi amigo tenía claro que no salieron las cosas como pretendía, su narración fue espesa y complicada. Pero se lo tomó como algo a superar, sin más. Un fracaso puede usarse como anécdota y así reconvertirlo en elemento narrativo.

Al igual que en esta sesión me ha ocurrido en otras. He intentado siempre aplaudir, acompañar con la mirada mostrando aprobación. Al hacerlo conseguía transmitir ese apoyo a quien estuviera narrando, y a la vez auto convencerme de continuar escuchando. Me ha sucedido escuchar cinco cuentos en una sesión y uno de ellos ver que no cuajaba. Quienes estáis leyendo, que tenéis mucho más conocimiento sobre el tema, lo podréis analizar. Ese cuento puede estar mal colocado; mal escogido; estar poco trabajado; estar fuera de contexto cultural, local o social; ser muy corto o muy largo...

He visto a personas hacer literalmente el payaso convencidas de que su trabajo era excepcional. Si cuando estaban en el escenario, delante del público, lo hacían convencidas, y defendían su trabajo, allí me he quedado hasta el final porque así podía tener una visión total. Pero al igual que doy la enhorabuena por una sesión en la que he disfrutado, también intento dar la opinión de lo que no me ha gustado, evidentemente siempre desde el respeto. En ese momento se nota la capacidad que tenemos las personas de aceptar o no los comentarios. El mundo virtual es un universo aparte.

Pero, ¿y qué decir de mi participación en esa muestra final de aquel taller de narración que promovieron "Los Cuentos de La Luna"? Pues conté tras el gran JoxeMari Carrere y mi sensación fue una mezcla de terror, fracaso y pena propia. Él consiguió hacer reír y yo, pues bueno, aún me río de mi mismo recordar la sensación de vacío que sentí al ver las caras de las personas que me escuchaban. Me lancé, defendí mi cuento, y aunque el miedo hacía que me temblara cada célula, sí recuerdo que pensé, "aquí estoy yo". No salió como hubiera deseado pero eso no me impidió ser valiente y volver a intentarlo. No dejé que el miedo me paralizara. Pude experimentar desde el otro lado lo que se siente al no conseguir lo que se pretende, y ello provoca cobardía En ese momento me aterraba el qué dirán, mi autoestima sufrió. El miedo a fracasar es un obstáculo. La evolución nos dotó de esta emoción básica que nos protege, nos hace más prudentes pero que también nos frena. Podemos caer en la trampa de nuestra propia prudencia. La falta de confianza en nosotros mismos ayuda a la cobardía y alienta el fracaso. 

Me propusieron contar cuentos en el escenario del salón de actos de un pueblo. Me emocioné, lo preparé siguiendo muchas de las recomendaciones que nos dieron en el taller. Aquella fue una tarde memorable. Me econcontré en un salón de actos ocupado por, a un lado, varios grupos de madres que habían ido a llevar a sus hijos a la fuerza, a otro lado, una decena de niñas que delante del escenario se pusieron a ensayar con las flautas. En medio un grupo de ancianos y frente a mí unos cuantos niños alborotados. Pasé de la música que tenía preparada y del atrezo que yo consideraba fundamental. Aprendí de golpe la presión que sufre un narrador ante un público hostil. Y conseguí contar centrándome en las personas que quisieron escuchar, haciéndome corro en mitad del salón.

Ensayo y error, haz una prueba, si falla ya has aprendido cómo no hacerlo, y esto te llevará a estar más cerca de tu objetivo. Algo similar debió decir Edison. Realmente una de las funciones del fracaso debe de ser el aprendizaje. Así debí de ver yo aquello porque me dieron la oportunidad de cubrir a un narrador en un espacio público. En el mismo espacio, un polideportivo, se dieron cita talleres de percusión, de rap, de baile y a la vez, sin un espacio limitado, tenía que contar cuentos, Decidí no contar y acabé vendiendo entradas, para así ayudar de algún modo. 

En los talleres de narración me han enseñado lo importante de la elección de espacios, del trabajo corporal, de la importancia de la mirada, de cómo crear un repertorio, de saber distinguir a qué público va dirigida la historia pero, ¿se aprende a escuchar?, ¿es necesario?, ¿influye en la sensación de fracaso ante una sesión la capacidad de escuchar?, ¿y el cómo te encuentras ese día? Pues sí, sí, sí y sí. A escuchar se aprende escuchando, respetando, analizando y analizándose.

En negrilla he resaltado frases y cada una de ellas lleva asociada sentimientos. Con nuestras experiencias particulares podemos habernos visto en alguna o todas estas situaciones. Pero nuestra respuesta emocional va a marcar nuestro comportamiento en cada ocasión.

El fracaso siempre es una interpretación. Utilizándolo con sabiduría todo fracaso sirve para ahorrar tiempo y energías. Lo que sí recomiendo es disfrutar incluso de las sesiones que nos provocan rechazo o vergüenza ajena.

He leído que "fracaso según la filosofía es: para Jaspers un naufragio; Unamuno habla de abismo; Heidegger de caída; Sartre de la nada; Camus del absurdo; un gran fracasado en la literatura es Don Quijote". Pero yo como lector disfruto de cada relato, cada invención, cada teoría, Y en general disfrutar es mi posición ante las sesiones.

¿Y el tema dinero? Si no gusta una sesión parece que se evalúa de diferente manera si se ha pagado o no. Esto también se aprende. Hasta esto aprendí gracias a las sesiones gratuitas de La Luna. Quienes allí venían a contar daban lo mejor de sí y yo analizaba si me gustaban o no pero sin pensar en el dinero. 

¿Nos posicionan nuestras expectativas ante el narrador?

Yo no vi ET hasta cumplidos los 35 años. En el momento de su estreno fue tanto lo que se habló de la película que acabé saturado y la disfruté cuando se pasó ese sentimiento de hartazgo, 20 años tras su estreno. Si nos ponen las expectativas muy por las nubes nos puede condicionar la escucha. Hay que ir dispuestos a pasarlo bien, abiertos de mente. 

He dejado para el final el tema de la virtualidad. Desde la pandemia he escuchado unos cuantos cientos de funciones vía zoom y algunas presenciales. He escuchado grades profesionales: Carles García, Pep Bruno, Manuel y Carmen de Légolas, Estrella Ortiz, Ana Griott, Aldo Méndez, Pablo Albo, Claudio Ledesma, Omar Saldivia, Raúl Cuevas, Ana Padovani, Miguel Fo, Manuel Cónde, Anabel Castaño, Gazel Zeyad, Pedro Parcet, Maritza Caballero, Elsa Leibovich, Pilar Hernández, Héctor Urién, Sandra Araguás, Silvia Colomer, Ana Apika, Paty Mix, Andrés y Nicole... Seguiría nombrando por respeto y admiración a cada uno de los narradores, pero he aprendido que sois en general muy generosos y sabéis que ocupáis un pedazo de mi corazón aunque no os nombre. Está claro que es un negocio e intentáis vivir de ello, pero sois compañeros y compartís un mismo deseo, que las historias crezcan y como escuché decir a Nono Granero, "contad lo que yo os acabo de contar para que la historia siga viva". Quizá no lo dijo con esas mismas palabras pero el sentido está claro, compartir y disfrutar de las historias.

La mayor parte de las funciones que he visto por zoom son de alumnos de los talleres, y los narradores son latinoamericanos. La narración sin público es diferente, pero desde luego la escucha ante el ordenador también lo es. El uso del idioma, los acentos, la elección del repertorio, la propia escucha en la que puedes apagar la cámara en cualquier momento, todo varía con respecto a la narración presencial. A la vez que se escucha se puede participar en el chat y opinar. Pero, ¿qué ocurre con el ensalzamiento erróneo y falso? ¿Se aprende de ello? Hay cosas que no queremos ver, o que no queremos decir. Es entonces cuando fallamos. Hay que aspirar a la superación pero siempre y no ante una sensación de error tanto propia como ajena. 

El error es clave para aprender y me gusta poder dar mi opinión por el chat, pero si hay aspectos que no me han gustado lo suelo hacer por el chat privado. Soy consciente de que me puedo equivocar al dar mi impresión sobre un cuento o una sesión, pero lo hago desde el respeto. Las sensaciones son interpretables y no es lo mismo opinar sobre el encuadre o la luz, que sobre lo que he sentido al escuchar o el propio cuento.

Entonces, ¿existe el fracaso?

El fracaso es una sensación ante una expectativa. Y las sensaciones sí existen, y son diferentes para cada uno de nosotros.

 Lo importante es APRENDER y siempre DISFRUTAR.

 

José Miguel Casanova (Michel)

 

Este artículo pertenece al boletín de primavera de 2023, el n.º 99, dedicado a "El fracaso"