foto Irene Henche

En esta nuevo boletín de AEDA en la que el tema es lo monstruoso, mi artículo versará sobre la sombra.

La palabra monstruo viene del latín monstrum y está relacionada con la idea de la aparición de un prodigio, un suceso sobrenatural que mostraba la voluntad de los dioses, por lo que estaba unida a la idea de avisar, de advertir.

Originariamente, la palabra se utilizaba para referirse a un portento de la naturaleza, pero muy especialmente a un ser deforme. En la Antigüedad, cuando nacía un niño o un animal con algún tipo de malformación se creía que eso era un aviso: los dioses enviaban estas criaturas como una señal de que iba a suceder algo terrible. Esta creencia se mantuvo bien viva durante la Edad Media y todavía en el inicio de la Edad Moderna.
En esos tiempos, la creencia de que matando al ser monstruoso, la comunidad quedaría libre de grandes males, produjo una inmensa crueldad hacia esos seres deformes, que todavía permanece en nuestros días en forma de rechazo, hostilidad y agresión a lo diferente.

Tomando este significado de mostrar y avisar, podemos conectarlo con la necesidad de ampliar nuestra conciencia y poder mirar algo que no queremos ver.

El monstruo, tiene el carácter de algo excepcional: es imposible dejar de verlo. No podemos negarlo, y cuanto más nos esforcemos en ello, mayor será su maldición. Como dice Jung, el mal que no se hace consciente actúa como un destino.

Hubo casos terribles en que, por ejemplo, se enterró vivo a un neonato con dos cabezas y cuatro pies (probablemente se trataba de un parto de siameses). Ello fue un atroz destino que cumplieron, intentando no ver o, nunca mejor dicho, sepultar lo monstruoso.

Tomando este sentido de mostrar a través de un prodigio, que se refiere generalmente a algo deforme y horrendo, el reto está en poder mirar y descubrir lo que encierra esto que no queremos ver. Ello nos pone en contacto con la sombra y sus múltiples dimensiones.

La sombra es un concepto fundamental de la psicología junguiana que, en el caso de la sombra personal, hace referencia al lado inconsciente, oculto y desconocido de nuestra personalidad. En este espacio están contenidas las tendencias reprimidas más rechazadas, las que nos alejan de la imagen de buenas personas, junto con otras tendencias o capacidades verdaderamente valiosas y que no hemos desarrollado como se merecen.

En el plano social, la sombra también encierra las tendencias más reprobables y más alejadas del ideal social de una determinada ideología o corriente cultural. Por ejemplo, en la actualidad, tendencias como el machismo, el racismo y la homofobia forman parte del gran saco de la sombra social.

Es destacable que, además de aspectos que nosotros mismos y los demás podemos considerar negativos o reprobables, la sombra contiene también aspectos ocultos y desconocidos de enorme valor. A menudo ambos tipos de contenidos se encuentran entremezclados o confundidos, por lo que podemos ayudar al desarrollo psicológico y al proceso de individuación, posibilitando la toma de contacto más profunda con nuestra sombra.

Mi punto de vista es que la negación de la sombra, o el empeño en tratar de aparentar ser completamente buenos, o absolutamente correctos política y socialmente, es un vía falsa de afrontar esta dimensión, que como Jung ya nos indica, requiere un proceso y va a acompañarnos toda la vida. Es imposible escapar a la sombra. Algo tenemos que hacer con ella. ¿La negamos? ¿Resulta que nosotros somos los buenos y los malos son los otros? ¿Somos únicamente las víctimas de los errores y crímenes cometidos por seres humanos anteriores, por los que tienen más poder…? O podemos asumir que hay en toda persona, y en cada uno de nosotros, un lado oscuro, un continente de sentimientos complejos y negativos, una pulsión de muerte, como diría Freud, una parte agresiva, mala…?

Entiendo que la única vía de pacificación es la valentía de poder mirar nuestra propia sombra, de mirar en nuestro interior, de ampliar nuestra conciencia sobre nuestra sombra, y de trabajar por el camino de la autoaceptación.

El ser humano que está en paz consigo mismo, que se acepta a sí mismo, da su infinitésima contribución al bien del universo. Si cada uno atiende y cuida sus conflictos interiores, habrá reducido en una millonésima de millón la conflictividad del mundo, nos dice Jung, de nuevo. Jung, el gran sabio de la sombra.

A lo largo de mi trayectoria, he podido ir desarrollando un modelo de trabajo personal a través del Psicodrama Simbólico y descubrir que una vía privilegiada para hacer este recorrido es a través de las imágenes y personajes arquetípicos de los cuentos de hadas relacionados con la sombra, que pueden acompañarnos a realizar este descubrimiento.

Una característica muy prototípica de los cuentos de hadas es la de establecer una línea divisoria muy clara entre lo bueno y lo malo. Esta característica va transformándose, si realizamos una clasificación evolutiva de los cuentos de hadas, de manera que, a medida que éstos muestran contenidos y retos de un nivel evolutivo superior, esta línea divisoria va a ir borrándose, hasta llegar a desaparecer, y encontrar lo bueno y lo malo en el mismo personaje. Ya nos dice Bruno Bettelheim que esta característica de la polaridad de lo bueno y lo malo ayuda a los niños en su propio proceso de construcción del yo y de encauzamiento de aspectos conflictivos, inherentes a todo desarrollo humano.

Los niños muy pequeños están en pleno contacto con todos los aspectos de la naturaleza humana, instintivos, corporales, emocionales, y tanto la crianza como la educación escolar posibilitan que, en su proceso de crecimiento, la sombra empiece a constituirse como un saco en el que van depositando todos esos aspectos que no gustan a las figuras significativas de referencia, y que no corresponden a un buen niño o a una buena niña. Podríamos dar multitud de ejemplos de cómo se va desarrollando este proceso, mediante mensajes y mandatos muy poderosos, que, en realidad, lo que hacen es tratar de conformar en los niños ese ideal que los adultos no somos y que nunca llegaremos a alcanzar, porque, como dice Jung, es preferible un ser humano completo a un ser humano bueno. Todos tenemos aspectos difíciles, sentimientos negativos. En todo el proceso de formación de la persona y en el proceso de individuación, existe el conflicto, la agresividad, la rabia, los celos. En último término, existe ese lado oscuro de la naturaleza humana, que más nos valiera reconocer y encauzar, pues su negación sólo lo vuelve más poderoso y destructivo.

Los cuentos son impactantes porque nos muestran lo que no queremos o no podemos ver, la sombra. Algunas heroínas pasan a su lado, dialogan con ella, y escuchan el mensaje sabio que les revelan, entre la mentira con la que desean seducirlas. Este es el caso de Caperucita, que puede dialogar con el lobo, porque era la primera vez que se encontraba con el animal y aún no sabía lo mal bicho que era. Y escuchó su mensaje, que era absolutamente certero, aunque formara parte de su plan para devorarla. El mensaje del bosque, de la belleza del inconsciente, de lo desconocido, de la luz que se cuela por las ramas de los árboles y crea sombras de formas deliciosas en la tierra, de las flores que pueblan estos espacios libres, de su arco iris de colores…

Otros personajes, en la noche, desfallecidos por el hambre, creen encontrar un paraíso, una casa maravillosa toda construida con dulces alimentos con la que pueden empezar a saciarse. Y después del festín, descubren la sombra de una manera brutal, en la fealdad, la crueldad y la voracidad de una bruja cegata, de olfato poderoso, que desea devorar niños.

Y hay también otras que sienten la curiosidad de descubrir el único cuarto prohibido, en el que permanecen ocultos los cadáveres de tantas mujeres. Ninguna mujer puede sobrevivir a esta visión; el depredador sabe que usó la llave, cuya sangre no puede ser lavada, y su destino será también la muerte. Hasta que llega una mujer que es capaz de mirarlo y de pedir ayuda a sus aliados interiores, sus tres hermanos, sus hombres internos positivos, y así salvarse y poner fin a esta cadena de crímenes.

Miramos este cuarto y nos horroriza. ¿Nos dice algo de la historia de la humanidad? Pero también miramos los prodigios del bosque y nos extasiamos. Parecería que la sombra son los otros, el lobo, la bruja, el ogro, Barba Azul…

Ya los cuentos, como la Reina de las Abejas, Cenicienta, Blancanieves, empiezan a decirnos que la sombra se encuentra muy cerca de nosotros, en nuestros propios hermanos o hermanas o hermanastras, o padres o madres o madrastras…

 Entonces llegamos a una historia diferente en la que el protagonista se mira en un espejo y ve la sombra. La sombra está en sí mismo, en la imagen que le devuelve el espejo. La sombra está también en la maldición de no poder romper el hechizo que le volvió una bestia, de no saber cómo desencantarlo y recuperar su forma humana.

Este momento de la travesía en que el héroe no puede escapar de su propia monstruosidad*, o en el que la heroína se encuentra también prisionera, incapaz de aceptar esta sombra, y su deseo es el de huir, escapar; este es un momento iniciático inmenso, en el que la tarea consiste en tolerar lo no bello de nosotros mismos, en darnos cuenta de que el mal está dentro de nosotros, no sólo en los otros.

Soy hombre. Nada de lo humano me es ajeno, diría Publio Terencio Africano. Somos humanos y estamos en este tramo de la escalera de las generaciones, de la historia de la humanidad. Formamos parte de ello, queramos o no queramos, y ello nos horroriza. No podemos aceptarlo, queremos huir, escapar, como la Bella. Ella permanecerá en el palacio de la Bestia para salvar a su padre, y también porque la Bestia la irá tratando con dulzura.

Si pensamos en el símbolo de la conversión en una bestia, que imagino como un felino salvaje y enormemente poderoso y fiero, lo que nos llega es la belleza de las bestias. Los leones, los tigres, animales que Borges adoraba, y que le parecían una de las mejores formas de lo creado o lo surgido, son absolutamente bellos y solo matan por instinto de conservación.
Creo que podría haber un cuento en el que la maldición sería que el león se convierte en humano, pues es la especie humana la más compleja y la más violenta y brutal de todas. Es también la más dulce, la más amorosa y las más compasiva.

Entonces la Bestia es el ser humano no humanizado verdaderamente, brutal y destructivo, sin haber que no ha llegado a la fase de la dulzura, de la pacificación, de la compasión, del amor.

 De nuevo Bella y Bestia nos vuelven a ejemplificar nuestra tendencia a separar en opuestos lo bueno y lo malo, lo que deseamos y lo que nos repugna, etc. Es, sin embargo, este personaje de la Bestia el que nos muestra con más profundidad la lucha del ser humano por integrar sus aspectos negativos, difíciles, rechazados, desconocidos, pues el propio personaje lleva en sí mismo a su adversario interno. Este adversario es el más difícil de vencer.

A lo largo de todo el cuento, asistimos a la lucha y sufrimiento de la Bestia, que no puede escapar a su hechizo y convertirse en ser humano si no ama y no es amado, tal y como es. Este paciente trabajo de aceptación que llevan a cabo conjuntamente la Bella y la Bestia, es una representación de la integración de la sombra, y de la transformación alquímica, integrando lo no bello, el lado oscuro, en la persona completa.

Eso es lo que nos cuenta esta maravillosa historia, este camino, este proceso de transformación alquímica, en la que es necesario pasar por el fuego. Sería necesario amar y ser amado. Pero quedan dos enigmas por resolver: cómo es posible que una bestia pueda amar y cómo es se puede llegar a amar a una bestia. El misterio está en que para la verdadera humanización, es necesario contemplar a la bestia que hay en nuestro interior, aceptarla, llegar a amarla y descubrir sus lados preciosos, como el cuidado de la herida, la renuncia a la inmortalidad, la humildad.

En La bella durmiente nos encontramos con el arquetipo más puro de la sombra, representado por el hada decimotercera, que no puede ser invitada a la fiesta de celebración del nacimiento de la niña tan deseada. Este hada cae fuera del dominio de las horas, de los días, de los años, y, en última instancia, representa la muerte. Aquello que no quisiéramos que estuviera presente en nuestras vidas, aquello para lo que no tenemos cubierto de oro en nuestra mesa. Hace su aparición esta gran adversaria y vaticina su dominio, el de la muerte, el adversario invencible. El hada decimosegunda no puede cambiar del todo su conjuro, pero puede transformarlo: la niña no morirá al pincharse con un huso, sino que caerá en un largo sueño de cien años, que envolverá también a todo el reino, y del que será despertada al cumplirse el año cien. Así que en la conjunción entre el hada decimotercera y el hada decimosegunda, en ese puente, que une la vida y la muerte, asistimos al regalo de la sombra, que es el sueño, la conexión con lo inconsciente. Así, de esta manera, en la vida se puede integrar también el don de la sombra.

 En este bello cuento de hadas, el personaje del hada decimotercera, simboliza la gran sombra, la máxima otredad. Y gracias al amor y la sabiduría del hada decimosegunda, se produce una dialéctica creadora, y lo que en realidad le otorgan a esta joven es un gran regalo, el regalo de la sombra.

Como cierre de este artículo, nuestro agradecimiento a este regalo de la sombra, que abre nuestra mirada a la dimensión de los sueños y de los símbolos, para posibilitar el proceso de conectar con lo desconocido, lo oculto, lo difícil, lo rechazado, lo monstruoso… y extraer de ello su fuerza creativa y pacificadora.

 

*En portugués el título del cuento La Bella y la Bestia es A Bela e o Monstro

 

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:

Bettelheim, B. (1980) Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas. Crítica. Barcelona.

Henche Zabala, I (2021) El Regalo del Lobo. Psicodrama Simbólico y Cuentos de Hadas. Madrid. Arzalia Ediciones, SL.

Jung, C. et al (1969) El Hombre y Sus Símbolos. Madrid, Aguilar

Von Franz, M-L. (1993) Érase una Vez…Una Interpretación Psicológica . Luciérnaga. Barcelona.

 

Irene Henche Zabala

Este artículo forma parte del Boletín N.º 94 - Lo monstruoso