En muchos de los viejos cuentos populares se repite esta escena: el héroe debe partir, separarse de su pueblo, iniciar el camino, pero duda de sí mismo y su misión. Es que está tan bien en su aldea, alejado de los problemas, confortable en la lumbre del hogar, que le parece un despropósito animarse a hacer un viaje cuya finalidad todavía no ha comprendido bien. Pero el héroe entiende, por sí mismo o a la fuerza, que hay cosas que van más allá de los deseos y los planes. Y se pone en camino. Lleno de dudas, pero en camino. Y sin darse cuenta, de pronto llega a un punto en que, si da un solo paso más, estará “lo más lejos de casa de lo que nunca antes había estado”. Será difícil, pero si no da ese paso, no habrá historia, y si no hay historia, él o ella tampoco existirá.

Entonces cruza el umbral.

En enero de 2017, después de un viaje de siete meses por diversos países de Latinoamérica, decidimos fundar la Escuela de Narración Oral Casa Contada. El nombre, tomado del famoso cuento de Julio Cortázar, “Casa tomada”, nos hacía pensar en una casa tomada por los cuentos y las historias. Durante el viaje nos habíamos dedicado a conocer espacios, escuelas, grupos, festivales y hasta posgrados de narración oral, y vimos que a Chile le vendría bien un espacio de formación, aprendizaje y encuentro para narradores y narradoras. 

Durante ese año comenzaron a funcionar los primeros talleres iniciales de narración oral, dirigidos por nosotros mismos. No teníamos muchas más pretensiones, pero en el camino vimos que hacía falta que los alumnos y alumnas tuvieran un repertorio más amplio: entonces le pedimos al profesor Manuel Peña que diera un curso sobre Literatura Infantil, desde el cuento de hadas al relato de autor. Luego comprendimos que también era necesario que un narrador, profesional o en ciernes, manejara la estructura de los cuentos y fuera capaz de escribirlos: así comenzamos a ofrecer talleres de escritura de cuentos. ¿Y para contar desde la propia vida? Un taller de escritura autobiográfica. ¿Y cómo aprovechar las visitas de narradores de otros países? Surgieron los breves talleres especializados, también conocidos como “workshops”. Así, Casa Contada amplió sus campos de interés y se transformó pronto en una Escuela de Literatura y Oralidad, donde los habitantes de Santiago podían encontrar un espacio de encuentro para desarrollar sus habilidades creativas, ya fueran orales o literarias. Se afirmaba además “La Rueda de los Cuentos”, un encuentro mensual donde narradores y narradoras profesionales de Chile y otros países presentaban sus espectáculos para público adulto, espacio en el que también había muestras de los alumnos y alumnas de la escuela. 

El público iba creciendo cada vez más, así como el interés por aprender sobre esta cosa tan rara de contar historias de viva voz. Finalmente, creamos en 2018 la Editorial Casa Contada, para dar soporte teórico al movimiento de la narración oral en Chile, editorial que con el tiempo ha diversificado sus colecciones para dar cabida también a otros géneros como narrativa y ensayos. 

Casa Contada funcionaba, en realidad, donde se pudiera: arrendábamos salas, buscábamos espacios, hacíamos alianzas con bibliotecas. Pero soñábamos con tener un espacio propio, la verdadera Casa Contada, donde pudieran hacerse todos los talleres, pero también La Rueda de los Cuentos, y lanzamientos de libros, y tiene que haber un café, claro, para que vengan escritores, y narradoras, y poetas, un café con cómodos sillones para que podamos hacer clubes de lectura o improvisados intercambios de historias, al estilo de las “queilis” de las que nos hablara Pablo Albo. Y también necesitamos una librería, ¡cómo no!, la librería de los narradores, y ojalá la casa tenga un patio grande con murales pintados que hagan referencia a los cuentos de Chile y a quienes los han escrito o recogido; pero lo más importante es que la casa sea un lugar perfecto para encontrarnos, cuando queramos, sin pedir permiso a nadie, en torno a las historias. 

Así, después de meses y meses de ardua búsqueda, encontramos la casa perfecta en el barrio de Providencia, en el centro de Santiago. Antigua, grande, con cierta historia de un fantasma, bonita, con excelente conexión… Una casa de cuento. Compramos decenas de sillas, varias pizarras y mesas, computadores, proyectores e impresoras, hicimos arreglos en la casa, se instaló la librería, hasta que finalmente, el 9 de marzo de 2020, llegó el primer día de clases en la casa de Casa Contada, con una parrilla de talleres prometedora: narración oral, escritura de cuentos, escritura autobiográfica, crónica urbana, microcuentos, poesía, literatura infantil, literatura hispanoamericana, literatura japonesa… 

Y sí, comenzaron las clases, la casa se llenó de gente venida de todas partes de Santiago, la librería ya estaba funcionando, había lanzamientos de libros programados para ese mes, una inauguración con cuentos y con vino… 

Pero lo que vino fue el Coronavirus. 

El lunes 16 de marzo, viendo que la gente comenzaba a encerrarse por voluntad propia, suspendimos las clases por toda la semana. Ese día no hubo alumnos. Ese día, la escuela cerró sus puertas y ya no las volvió a abrir.

O las abrió de otra manera.

Nunca nos interesó hacer cursos en modo online. ¡Lo nuestro era el encuentro! ¡Mirarse a los ojos, reconocernos cara a cara como coterráneos, como seres formados por las mismas historias! Muchas veces nos preguntaron de otras regiones y hasta de otros países si podíamos hacer cursos online. Nos negamos una y otra vez con la misma respuesta: eso no es lo nuestro, lo sentimos mucho.

Pero en marzo pasado teníamos a un centenar de personas que habían pagado por sus cursos y que no podían continuarlos debido a emergencia sanitaria. ¿Qué hacer, entonces?

Tantos cuentos leídos, escuchados y contados nos hicieron pensar como si estuviéramos dentro de uno. Entendimos que hay cosas que van más allá de los deseos y los planes. Había que responder a quienes habían confiado en Casa Contada.

El 23 de marzo se retomaban los talleres temporalmente suspendidos, pero ahora en modo online. Las primeras semanas fueron algo extrañas, y no faltaron personas que, con justa razón, pidieron retirarse porque habían pagado por un curso presencial. Sin embargo, la gran mayoría se quedó. Todavía más: comenzaron a pedirnos más talleres online, cosa que en un principio habíamos descartado. Probamos de a poco, a ver qué pasaba, y la respuesta fue inmediata. El curso de Literatura Hispanoamericana, por ejemplo, tenía de ordinario entre diez y quince alumnos: ahora cabían cuarenta personas en la misma sala, y se inscribían no solo de Santiago sino de todas partes de Chile y de otros puntos de Hispanoamérica. Sumamos nuevos talleres y cursos a la programación de Casa Contada, todos con excelente recepción. Sin embargo, el Taller Inicial de Narración Oral fue suspendido después de cinco sesiones online porque, realmente, no nos pareció posible replicarlo en este formato. No, al menos, a gente que había pagado por un curso presencial: sabemos que muchas veces lo que están buscando es vencer la timidez, encontrarse con otros, sacar la voz, aprender a pararse en un escenario. Nada de eso era factible de aprenderse vía online, o al menos nosotros no sabíamos cómo enseñarlo de esta forma.

¿Se detenía entonces la formación de narradores? No podía ser.

Tal vez los aspectos prácticos de la narración oral no podían trabajarse vía remota, pero sí sus fundamentos. Organizamos entonces el I Seminario Internacional de Narración Oral – Modalidad Online, que tuvo como exponentes a Ana Griot, Pep Bruno y Pablo Albo, desde España, a Aldo Méndez, de Cuba, a Carolina Rueda, de Colombia, y a Paty Mix, de Chile. Más de 80 personas se conectaron desde 14 países distintos para ser parte del seminario, durante siete sábados consecutivos. Decir que quedamos felices sería quedarse muy cortos de palabras. Los participantes agradecieron mucho cada una de las conferencias y nos animaron a seguir, pero sobre todo, vimos que el encuentro también era posible de esta forma, y todavía más: nos estábamos conectando con personas que estaban a más de doce mil kilómetros de distancia. Estábamos, sin duda, más lejos de lo que nunca habíamos estado de casa.

En agosto de 2020, fecha en que escribimos este artículo, Casa Contada funciona de forma 100% online, y nuestra web reza que somos “una casa en el aire con las ventanas abiertas que miran hacia los distintos rincones de mundo, y con las puertas abiertas para que todos los rasgos y acentos se reúnan bajo un mismo techo construido con palabras”. Si bien la participación sigue siendo muy alta, prevemos una ligera baja cuando se acabe el confinamiento en Chile. Esperamos volver a dar talleres presenciales y a realizar La Rueda de los Cuentos -que por ahora también se ha hecho vía Zoom, con el aforo de 100 personas completo-, pero estamos convencidos de que la formación online llegó para quedarse. Hemos podido crear nuevos cursos con profesoras con las que muy difícilmente habríamos podido contar en Santiago, presencialmente. Por ejemplo, Virginia Imaz, del País Vasco, ofrece en estos días el curso “Los finales de los cuentos”, y Laura Escuela, de Tenerife, realizó en julio el taller de cuatro sesiones “Contar a bebés”. Ambos cursos se llenaron y quedó mucha gente afuera, que ahora pide que se repita. Padres y madres que no pueden salir de casa por no tener con quién dejar a sus hijos; personas de ciudades o pueblos con menor acceso a la cultura; trabajadores cansados que quieren tomar un curso pero no quieren trasladarse por toda la ciudad después de un día agotador para ir a clases; hispanohablantes que habitan en países donde no se habla español; personas con alguna limitación de movilidad… Pensábamos que la formación online nos iba a alejar, pero al parecer está sucediendo todo lo contrario.

No sabemos si buscaremos otra casa en el corto plazo, ni siquiera si lograremos arrendar alguna sala, pero sí tenemos clara una cosa: las historias se las arreglan para encontrarnos, mucho más allá de nuestros deseos y nuestros planes. Nos obligan a cruzar nuestros propios umbrales, ahí donde el viaje recién comienza. Como los personajes de los cuentos, parecen ser tiempos para dejarse llevar por la aventura y confiar, simplemente, en que todo saldrá bien. 

 

Nicole Castillo y Andrés Montero

Casa Contada

 

Este artículo se publicó en el Boletín n.º 84 – Formación en narración en tiempos de la Covid-19