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A los seres humanos nos encantan las etiquetas, las generalizaciones, reducir grandes grupos de elementos o de personas a una serie de «circunstancias» para poder definirlos. Y tal actitud es comprensible en tanto que reduce en gran medida el caos existente en la Naturaleza y en cierto modo nos ayuda a entender el mundo ahora que lo hemos reducido a una pequeña serie de elementos. Tan solo hemos de apelar a ciertas características para determinar la clase social a la que pertenece una persona, por ejemplo. Sin embargo, sabemos que ninguna de esas personas responde a un único patrón, que es imposible abarcar de modo exhaustivo cada mínima diferencia.

Del mismo modo, el empeño en la clasificación de los cuentos folclóricos no deja de ser equívoco y frustrante. Es por ello que, si bien existe una «guía dominante» que supone una ayuda valiosísima a la hora de localizar y comparar cuentos, también hay posturas críticas respecto a dicho conato generalizador. La objeción principal, al igual que ocurre en el caso de las personas, es que no se tienen en cuenta todas las diferencias, es decir, las variantes, que pueden ser infinitas.

Son muchos los intentos encaminados a establecer una catalogación de los cuentos folclóricos. Partiendo de los motivos, Thompson confeccionó su Motif-Index of Folk-Literature (o Índice de motivos de la literatura folclórica, 1958). El autor tuvo en cuenta aspectos como los actores y los objetos de mayor frecuencia de aparición, así como las situaciones más sobresalientes de los cuentos para «decidir» cuál era su motivo o motivos principales. Tal motivo es designado en dicha obra con una nomenclatura concreta bajo la cual el estudioso encontrará asociados cuentos de todo tipo. El tipo es otro escalón en este ascenso hacia una ansiada y difícil «clasificación total».

La catalogación por tipos es sin duda la más utilizada en la actualidad. A nivel internacional la «madre» de esas clasificaciones es la de Hans-Jörg Uther The types of international folktale: a classification and bibliography, based on the system of Antti Aarne and Stith Thompson (2004). Uther amplía con este catálogo los anteriores de Aarne (1910) y de Aarne y Thompson (1928; 2ª edición revisada 1961), por lo que esta obra «final» es en realidad una consecuencia de todos esos trabajos. Así, es conocida como «catálogo ATU», siglas que remiten a los apellidos de los tres autores (Aarne, Thompson y Uther). Aquí los cuentos son clasificados en tipos y divididos en categorías (de cuentos maravillosos, de costumbres y de animales), según sus temas y remitiendo a ciertas versiones de todo el mundo.

Sin embargo, se da una gran paradoja: si bien para llegar a confeccionar dicha catalogación o generalización se ha debido de partir de elementos similares encontrados en diferentes versiones, dichas particularidades pueden ser precisamente las que denoten la distancia real que existe entre esos cuentos, haciendo que algunos de ellos sean en realidad más afines a otro grupo, a otro tipo. O quizás a ninguno, o a muchos. Enseguida lo veremos.

Tal vez sea precisamente el querer atender a la diferencia, a la idiosincrasia propia de cada cuento e incluso de cada cultura, la razón de que existan catálogos de cuentos limitados a entornos nacionales, como el Catálogo tipológico del cuento folklórico español de Julio Camarena y Maxime Chevalier (1995-2003). Y también a marcos regionales, como atestigua por ejemplo el Catálogo tipológico del cuento folclórico en Murcia de Ángel Hernández Fernández (2013). Incluso hay quien se ha atrevido a establecer clasificaciones propias, como Fernán Caballero, quien hablaría de «cuentos didácticos» y «cuentos reideros» (1998: 22). Sin embargo, todas estas clasificaciones, ya sigan o nieguen las categorías establecidas en el catálogo ATU, siempre hacen referencia a los tipos fijados en él.

Los problemas que subyacen en el intento clasificatorio radican en el material de partida: cantidad de versiones y variantes recogidas (que, por cierto, pueden haber sufrido algún tratamiento literario), ámbito geográfico, relación entre tipos y categorías preestablecidas... Por eso no es de extrañar que muchos estudiosos hayan hablado de «caos» al referirse a esta difícil labor de catalogación, así como también de «comparativismo rudimentario» o del inevitable sesgo que se produce al apoyarse en un corpus limitado (Rodríguez Almodóvar, 1989: 36-68).

Pero no todos los catálogos se basan en motivos, tipos o categorías. El autor ruso Vladimir Propp reniega de este tipo de clasificación cuando escribe en su obra Morfología del cuento (2014; 1928):

Si cuando se trata de división por categorías encontramos dificultades, con la división por temas entramos ya en el caos completo. (...) Los cuentos tienen una particularidad: sus partes constitutivas pueden trasladarse sin ningún cambio a otro cuento. (...) Recordemos que ningún principio preside la elección de los elementos determinantes. Dada la ley de la permutabilidad, es lógicamente inevitable que la confusión sea total (2014: 15).

Si el motivo es un todo lógico, cada frase del cuento proporciona uno («el padre tenía tres hijos» es un motivo; «Iván lucha contra el dragón» sigue siendo un motivo; y así sucesivamente). Todo estaría muy bien si los motivos, efectivamente, fueran indivisibles. Se podría, así, construir un índice (2014: 23).

Propp propone una clasificación muy distinta que se basa en la propia estructura del cuento. Adopta, no obstante, la denominación de «cuentos maravillosos», ya que estos, afirma, «poseen una estructura absolutamente particular, una estructura que se percibe inmediatamente y que define esta categoría» (2014: 13). Dicha estructura vendría constituida por las funciones de los personajes, entendiendo por función «la acción de un personaje, definida desde el punto de vista de su significado en el desarrollo de la intriga» (2014: 32). Las funciones serían, entonces, las partes constitutivas fundamentales del cuento. Ateniéndose a dichas funciones (que el autor ruso limita a treinta y una, estableciendo para cada una de ellas diferentes «especies» o subdivisiones), Propp afirma que todos los cuentos maravillosos son del mismo tipo, aunque con subdivisiones.

El siguiente resumen de Camarena y Chevalier nos da una idea de algunas de las funciones que podemos encontrar:

[Los cuentos maravillosos] Suelen presentar la misma sucesión de acontecimientos: el héroe padece una carencia o, alternativamente, sufre una agresión; se aleja del hogar familiar; en el camino encontrará a un donante que le hará entrega de un objeto maravilloso, o a un ayudante mágico que le auxiliará, o a un informante que le instruirá en el comportamiento correcto que deberá observar para triunfar; gracias a lo cual logrará superar las pruebas prematrimoniales y casar con la princesa, con lo que la carencia inicial quedará solucionada, o, alternativamente, vencer a un dragón (gigante y similar) y reparar la fechoría (1995: 10).

Ahora bien, el estudio de Propp tampoco está exento de sesgos, ya que se basa en único corpus de cien cuentos rusos compilados por Affanasiev que, por otro lado, ni siquiera son analizados estructuralmente en su conjunto.

Por supuesto, este sistema también ha sido objeto de análisis y de crítica por parte de otros autores. En la búsqueda de un modelo que explique las transformaciones del cuento, Greimas reduce a veinte estas funciones en su Semántica estructural (1966) e introduce la noción de «actantes», cuyos papeles no están ya ligados a ciertos predicados, sino más bien a la moralidad y a una actitud positiva o negativa. Advierte, además, la necesidad de rebasar el nivel semiótico y de abordar la teoría del discurso para profundizar en el análisis del cuento. En esta línea entraría el problema de los géneros discursivos de Bajtín, que parecen ser inaceptables como unidades del discurso debido a su inconmensurabilidad, a las dificultades para determinar posibles respuestas y a la constante interacción de los discursos individuales, que categorizan el género como «representante de la memoria creadora en el proceso del desarrollo literario» (1999: 291). Otras perspectivas contemplan el estudio del discurso sobre texto, contexto e hipertexto aplicado al cuento folklórico, como en Palleiro (2013: 11).

Por mi parte, en un estudio recientemente publicado (2019) me atreví a confrontar el supuesto generalizador del catálogo ATU con el de Propp para tratar de arrojar algunas ideas respecto de su validez o su pertinencia en cuanto al estudio de los cuentos. Para ello elegí el tema tradicional de «El hombre del saco», que responde al tipo 311B* en ATU (Uther, 2004: 192) bajo el título «The singing bag» («La bolsa cantante»). El 311B* en ATU remite al motivo K526 del índice de Thompson, «Captor's bag filled with animals or objects while captives escape» («La bolsa del captor se llena de animales u objetos, mientras que los cautivos se escapan»), y este, a su vez, remite al cuento tipo 327C, denominado «The Devil (Witch) Carries the Hero Home in a Sack» en dicha compilación (2004: 214) y que podemos traducir siguiendo a Camarena y Chevalier como «La bruja lleva al héroe a su casa en un saco» (1995: 141). También en mi estudio el corpus tuvo que ser irremediablemente limitado, ciñéndome a treinta versiones de todo el mundo, pero principalmente de España e Italia.

Me parecía interesante el hecho de que, a pesar de que ambos tipos respondían al mismo motivo, parecían alejarse a nivel geográfico: en España existen muy pocas versiones del 327C y no encontré ninguna versión italiana del 311B*. En definitiva, decidí someter las diferentes versiones a la propuesta morfológica de Propp, determinando qué funciones específicas se encontraban en la mayoría de ellas, para establecer el esquema general de cada uno de los dos tipos de cuento.

En un primer momento obtuve dos esquemas que demostraban que, a rasgos generales, las versiones de los cuentos del tipo 311B* respondían a una misma fórmula, diferente a la resultante para los textos del tipo 327C. Pero no me detuve en esa generalización, sino que decidí ir más allá y fijarme en las pequeñas variantes.

Propp sostiene que solo es posible una amplia generalización cuando afirma que «el estudio de las especies no puede formar parte de las tareas de morfología general» (2014: 37-38), pero ello no le impide dedicar un capítulo de su Morfología a la «relación de las formas particulares con la estructura general» (2014: 149-151). Lo que, en resumidas cuentas, sostiene Propp es que el cuentista no tiene elección respecto de aquellas funciones que por su orden o dependencia con otras hayan de permanecer invariables, pero que sí tiene libertad de invención respecto de «el medio por el cual (de la especie bajo la cual), se lleva a cabo la función». Es decir, que el cuentista no elige la función, pero sí la variante dentro de esa función. Y eso puede cambiarlo todo.

Así, me encontraba con que una de las versiones del cuento tipo 327C resultaba tener unas variantes específicas que se alejaban de las funciones del resto de textos de ese tipo para, en cambio, acercarse peligrosamente a las del tipo 311B*. Entonces, amplié el análisis y rehíce los esquemas teniendo en cuenta esas especificidades y, voilà, obtuve dos fórmulas iguales, que tenían exactamente las mismas funciones, las mismas especies o subtipos de funciones, y cuya única diferencia era el orden en que estas aparecían, algo que, recordemos, estaría «sujeto» a la dependencia del resto de funciones.

Es decir, que partiendo del motivo de estos cuentos (el saco) y de su clasificación en tipos distintos, el estudio de su estructura morfológica (las funciones de los personajes) me llevó a un esquema que anulaba la diferencia entre ambos tipos y, por tanto, invalidaba su clasificación en ATU.

Esto no quiere decir, por supuesto, que la propuesta de Propp sea la única válida o que el catálogo ATU no sea pertinente o útil. La conclusión a la que llegué a través de dicho análisis no hace más que ratificar la imposibilidad de una clasificación única o universal. Solo el estudio individualizado y comparado de versiones concretas, teniendo en cuenta todas las variantes, podría establecer una «etiqueta» para cada cuento. Lo que ocurre, como vemos, es que cada variante daría lugar a un esquema particular y eso es lo que hace imposible una clasificación generalizada.

Es la misma esencia de los cuentos folclóricos, el hecho de que sean transmitidos de generación en generación experimentando en el camino adiciones, mutilaciones y modificaciones lo que imposibilita su sujeción a una clasificación exhaustiva. La capacidad de invención de cada cuentista (y sus diferentes marcas personales o culturales) no puede ser generalizada en ninguna catalogación sin que se pierda el carácter propio de cada versión. Dicho de otro modo, es la libertad del cuentista la que evita el aprisionamiento del cuento. Cada texto, más allá de posibles similitudes temáticas o estructurales con otros cuentos, es único. Las etiquetas son útiles, está claro, pero lo cierto es que estas nunca conseguirán abarcar la extensa imaginación plasmada durante siglos y siglos de tradición de cuentos folclóricos.

Natalia Cantero, periodista y escritora

Este artículo forma parte del Boletín n.º 79 - Antropología y narración oral

Bibliografía

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