Cuando la mayoría de la población no sabía leer ni escribir sus necesidades de información, conocimiento y diversión corrían a cargo de trovadores, actores, ciegos, clérigos y otros profesionales de la palabra oral, que suplían aquellas carencias alfabéticas con noticias, romances, bandos, sermones, historias….

Hoy tenemos la fortuna de contar con una sociedad donde el analfabetismo está erradicado, lo que, a su vez, ha provocado la adaptación de algunos de estos protagonistas de la oralidad.

Si fijar los contenidos de la memoria mediante la escritura supuso un paso enorme para el desarrollo humano, no menos relevancia tuvo la sistematización de su almacenamiento y conservación y, posteriormente, su difusión de forma indiscriminada y sin barreras mediante la institución que hoy conocemos como Biblioteca.

No obstante, ésta ya no es la situación, solo fue el punto de partida, porque actualmente la biblioteca es mucho más que eso, es un servicio cultural y social básico, la institución democrática mejor valorada por los ciudadanos desde hace años, personalización de la propia democracia con sus principios, sus objetivos y sus procedimientos. En la biblioteca encontramos a diario, y como algo natural, la máxima expresión de la igualdad (de oportunidades, de derechos, …), de la libertad (de acceso, de pensamiento, de expresión, de tráfico de personas e ideas…), y de la comunidad (inclusión, espacio público, segundo hogar, …)

 

La biblioteca se ha convertido en un polo de desarrollo para las comunidades, en un elemento activo y eficiente para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en un centro de dinamización integral para la sociedad a la que sirve, y en una fuente de recursos para mejorar el nivel y la calidad de vida de sus vecinos.

 

Sin embargo, la narración oral no ha desaparecido, sigue presente, pero ya no para solapar las carencias de una alfabetización pobre o inexistente, sino como aliada indiscutible en el fomento de los materiales aportados por la biblioteca, en especial, los escritos, en la promoción del gusto por la lectura y de una lectura más eficaz y comprensiva, como instrumento fundamental de los ciudadanos para ganar en autonomía personal y sentido crítico.

En un momento de intoxicación, de fake news, de saturación informativa a gran escala, entender la lectura como el antídoto contra los contenidos basura y la manipulación de masas supone una concepción cuasi revolucionaria por los cambios que puede traer. Pero más revolución, si cabe, es conseguir llevar estos propósitos bibliotecarios a aquellas comunidades y espacios desprovistos de cualquier otro servicio cultural básico, incluida la propia biblioteca tradicional.

 

Las bibliotecas móviles derriban muros

Las bibliotecas móviles, las que salen al encuentro de sus usuarios allí donde viven, derriban cada día los muros de la discriminación por razón de residencia, de posicionamiento económico o de empoderamiento social, constituyendo en muchos casos la única puerta de acceso a la cultura de calidad, llegando, en definitiva, donde nadie más llega en favor de los más vulnerables.

En España contamos actualmente con 77 bibliobuses, que es la forma dominante de biblioteca móvil en nuestro país. Es sorprendente cómo con una flota de este volumen se atiende a casi once millones de personas, es decir, a una cuarta parte de los españoles con acceso a biblioteca pública; lo que entendido desde la óptica de los municipios, de los 5.118 con punto de servicio, 2.006 municipios, fundamentalmente rurales, tienen al bibliobús como su única biblioteca.

Esta revolución, que el pasado año cumplió ochenta en nuestro país, cuenta con profesionales enormemente capacitados y motivados, que trabajan en complicidad con las colectividades a las que sirven, y en colaboración estrecha con otros agentes sociales y otros profesionales con cuyos objetivos coinciden, como los narradores orales.

La narración oral es consustancial a nuestros servicios de bibliobuses, pues no en vano, su prestación estrella es la prescripción lectora, y ahí la pericia del argumento y la forma de su desarrollo hacen que nuestros bibliotecarios conviertan en atractivas lecturas hasta ese momento desconocidas para el lector.

Quien más y quien menos, cada bibliobús cuenta además con una programación de animación a la lectura, que la mayor parte de las veces se contrata a profesiones del sector, tan implicados con su fomento como el propio personal bibliotecario, y que, con una orientación u otra, cada año van dejando su semilla en las mentes y corazones de tantos usuarios a los que logran divertir y entretener sin menoscabo de su intención didáctica.

Un ejemplo para todos son las campañas de fomento lector de los Bibliobuses de Barcelona, donde suelen combinarse la música, con la magia, el teatro o los cuentacuentos. En la misma línea se desarrolla la programación anual de los Bibliobuses de León, en la que tienen cabida todo tipo de modalidades, que parten de la narración oral y llegan hasta los talleres de robótica.

Un caso aparte lo constituyen los Bibliobuses de Segovia, que año tras año van urdiendo un completo programa de animación a la lectura con ediciones monotemáticas, y donde los narradores son imprescindibles para su buen fin.

No podemos olvidar a los Bibliobuses de Murcia, ni a los de Salamanca o de Castilla-La Mancha, ni mucho menos al Bibliobús Escolar de Zamora, con dos narradores que acompañan siempre al bibliotecario en cada visita a los colegios rurales.

Por el contrario, la narración oral en los bibliobuses no solo se concibe para la difusión de su uso, sino que también es objeto de recuperación, conservación y difusión, especialmente en su vertiente tradicional.

Son varios los servicios de bibliobuses, tanto españoles como extranjeros, que tienen entre sus cometidos la preocupación por el patrimonio inmaterial de las comunidades a las que sirven, dentro de lo que, una parte destacada, lo constituye la tradición oral de romances, refranes, sentencias, juegos de palabras y poesía, entre otros.

Por su completitud destaca el programa “Ecos de Proença”, amplia actuación del municipio portugués de Proença-a-Nova, impulsado desde su Bibliomóvel en primera instancia.

En España tenemos iniciativas como las dos campañas de los Bibliobuses de Guadajara, respectivamente dedicadas al mundo del agua y de la miel; o la titulada “Memoria sobre ruedas” de los Bibliobuses de Barcelona.

También la Red de Bibliomóviles de Chile cuida de su patrimonio inmaterial, en especial los de Valdivia y Aysén, para los que la divulgación en las escuelas es un elemento prioritario.

Hasta ahora, éstos son los dos usos más frecuentes de la oralidad en las bibliotecas móviles, sin embargo las posibilidades de una colaboración tan enriquecedora son infinitas, y de seguro que, con el tiempo, se encontrarán tantas variedades como la imaginación dé de sí.

 

Roberto Soto

Jefe de Sección de Coordinación de Bibliotecas de la Diputación de León

 

Artículo publicado en el Boletín n.º 73 de AEDA – Bibliobuses y bibliotecas ambulantes, un servicio cultural de proximidad