INTRODUCCIÓN
Que en los últimos tiempos se ha establecido una relación cada día más estrecha entre Narración Oral y Álbum Ilustrado es algo que puede comprobarse fácilmente acercándose a cualquier sesión de cuentos en una biblioteca o incluso en algún festival de narración(1). Y puede parecer muy lógica esa relación, ya que ambas disciplinas tienen muchos puntos en común.
Pero también existen diferencias sustanciales entre las dos manifestaciones artísticas. Imagen y palabra plantean reglas del juego diferentes en función de su naturaleza particular. Y dado que la contemplación de la imagen resulta determinante en la experiencia que nos propone un libro álbum, no siempre resulta claro que esa unión escénica entre ambas resulte tan beneficiosa como podría parecer en un principio.
En ese sentido, este artículo pretende, más que ofrecer un criterio único sobre cómo establecer esa relación, plantear algunas preguntas que nos hagan reflexionar sobre la necesidad de que esa suma ofrezca una experiencia estética más interesante de la que sus componentes podrían ofrecernos por separado y en la que ninguna de las partes se supedite o se resienta por su combinación con la otra. Porque, si no fuera así, ¿cuál sería el objetivo de esa unión?
1. DIFICULTADES QUE ENFRENTA EL LIBRO ÁLBUM
Y es que, aunque el libro álbum parece vivir ahora mismo un momento dulce, aún falta mucho por hacer para que se instale definitivamente entre nosotros como lo que es: una manifestación artística(2) que ha superado el concepto inicial con que nació de servir de introducción al libro para primeros lectores(3).
Por eso, más que comenzar trazando aquí un estudio detallado sobre todos los elementos que conforman este tipo particular de libro(4) y alabar las bondades de su uso, voy a centrarme en algunos problemas concretos que puede encontrar el público no especializado al acercarse a él y que debemos tener en cuenta para no entrar en conflicto más tarde con su empleo en la narración oral.
1.1. El primer problema tiene que ver con esa asociación de que hablábamos arriba sobre entre el libro álbum y una franja de edad determinada que lleva a considerar el libro con imágenes como algo con una función utilitaria muy concreta: introducir en la lectura, enseñar a escuchar, enseñar a nombrar, etc. Al considerarlo así, se agrupa a priori, sin demasiadas consideraciones, a todos los libros que muestran imágenes bajo un paraguas en el que el objetivo deja de ser la experiencia estética para apuntar en otra dirección.
En estas condiciones, resulta un refuerzo para ese prejuicio comprobar que existe poco texto en las páginas y, lejos de intentar buscar en la imagen aquello que falta, no resulta rara la actitud de rechazo por parte de lectores adultos. Dicho de otro modo: sería como si alguien prefiriera un best-seller de 800 páginas y letra apretada a El rayo que no cesa de Miguel Hernández, porque este último debe tener peor calidad literaria, al contener muchas menos palabras.
1.2. Relacionado de algún modo con esto, está la capacidad del lector/a para, al acercarse a una nueva lectura, disponer de un catálogo suficientemente amplio de expectativas lectoras. Ya sabemos que no abordamos un texto del mismo modo si esperamos que sea un texto informativo, por ejemplo, o si pensamos que tenemos en las manos un manual de instrucciones o una novela. En nuestro caso, aunque el campo parezca más acotado, las posibilidades de contar, de mostrar contenidos, de proponer ideas del libro álbum son tan amplias, que se necesita un modo abierto de acercarse a ellas. Porque no proponen únicamente narraciones sencillas, como podría esperarse si se tiene en cuenta lo que contamos en el párrafo anterior, sino que juegan con lenguajes híbridos, mezclan mensajes, sentimientos, atmósferas, incluso preguntas difusas o imprecisas que tocan temas espinosos o difíciles, gracias a las posibilidades que brinda la coexistencia de diferentes lenguajes. Y el lector no avisado puede tropezar y extrañarse profundamente ante algo que no espera(5).
1.3. Fundamental resulta, por tanto, pensar en lo importante que es prestar atención a la imagen de un modo que vaya más allá del juicio simplista de valorar como bonito o feo el trabajo de la ilustración. Y ahí puede constatarse a menudo la carencia de competencias en lectura de imágenes que lastra nuestro modo de mirar.
Hace años, cuando se acometió una de las grandes reformas educativas de la democracia en España, se decidió cambiar el nombre a la asignatura de "Dibujo" por el de "Educación Plástica y Visual". La idea era muy buena: trabajar no solo en la producción de obras, sino también en las herramientas para la comprensión y el disfrute de las mismas. Lamentablemente, esto acabó derivando en algo con cada vez menos horas en el currículum y salvo excepciones de maestros/as que han luchado por llevar algo más del mundo visual en que estamos inmersos a las aulas, se truncó la posibilidad de acometer lo que se denominó una alfabetización visual adecuada desde las aulas, un lugar a todas luces idóneo para haber formado a la ciudadanía en esta competencia. De modo que, aunque se repite hasta la saciedad que vivimos en la era de la imagen, en realidad estamos inmersos en un mar de estímulos constantes que nos desbordan y que nos marcan un ritmo de consumo de los mismos que no parece que ayude, precisamente, a valorar dichas imágenes.
En este sentido, manejar y comprender mecanismos de la propia visión o de la percepción, pasando por el empleo de conceptos relacionados con la imagen tales como estructura, composición, ritmo, forma, espacio, tamaño, color (y sus parámetros de brillo, matiz, saturación o temperatura, tan relevantes y que tanta fuerza comunicativa tienen, a despecho de las simplificaciones que se abordan desde algunos libros álbum empobrecedores en ese sentido) o textura se antoja una necesidad para abordar el disfrute del libro álbum en toda su complejidad y riqueza(6).
Y aparte de estas cuestiones, relacionadas con cualquier imagen única o aislada, indagar también en el modo en que se relacionan entre sí en una página, en una página doble, en un libro entero –con lo que conlleva esa secuenciación, esa linealidad que, en principio, les es ajena–, sería trabajo imprescindible para poder entender, desde el punto de vista del narrador/a que se acerca a cualquier libro álbum con idea de utilizarlo, qué se propone y cómo plantearse un uso que sea consecuente y respetuoso con la obra de arte ajena.
1.4. Para ello resulta necesario hoy más que nunca reivindicar la necesidad de manejar un tiempo de contemplación. El cerebro, como sabemos, está preparado para optimizar recursos, para procesar información de la manera más veloz y eficaz posible. Y en lo tocante a la visión, uno de los sentidos principales, su manera de procesar, simplificar y organizar lo que percibe nos llevará siempre al prejuicio y al vistazo. A no ser que nos entrenemos a conciencia en el arte de tomarnos tiempo para mirar. Y en estos tiempos de pretendida multitarea resulta necesario entender que escuchar un libro no puede ser igual que leerlo. Como no es lo mismo leerlo que mirarlo. Porque las imágenes de un libro álbum aportan algo que no va nunca –por más que haga una función de redundancia o de anclaje–, en la misma sintonía que el texto que las acompaña. Sus naturalezas son distintas y debemos dar a cada uno de los lenguajes el tiempo y el modo que reclaman.
En este sentido convendría insistir en un aspecto claro sobre las diferentes dinámicas lectoras que proponen texto e imagen. Mientras que el primero, al igual que el propio libro álbum, suele desarrollarse de un modo lineal, la segunda plantea un manejo diferente del tiempo. La persona que contempla una imagen deambula por la página trazando un recorrido que, aunque sugerido por la disposición de elementos de la misma, es trazado de manera personal. Y también al leer un libro álbum, el orden sugerido por la propia obra es, a menudo, seguido, pero también alterado por búsquedas hacia atrás, por comparaciones con otras obras, por diálogos entre personas que comparten su lectura.
En este sentido, cuanto más conozcamos y valoremos el trabajo de creación de imágenes, probablemente mayor será la atención que pongamos a esta parte de la ecuación que conforma el libro álbum. Tomar conciencia de cuánto hay detrás de la elaboración de una ilustración, entender que no se construyen sin más, o en un momento de inspiración romántica, sino que hay detrás un trabajo consciente de búsqueda de la optimización de la comunicación y del empleo de los medios expresivos de que se dispone también contribuirá a que dediquemos mayor tiempo a tomar en consideración el trabajo que se ofrece a nuestros ojos.
Llegados a este punto, convendremos en que lo desarrollado hasta aquí habla de la relación entre la persona que lee y el libro álbum. ¿Qué papel juega, entonces, quien narra utilizando un libro álbum? Obviamente, la persona que selecciona un libro para llevarlo y contarlo ante un público es quien primero aborda esa lectura, de modo que todas estas cuestiones son de aplicación para el narrador/a como lector/a. Pero cabe preguntarse: ¿Se tiene esto en cuenta de algún modo al utilizar un libro álbum en una sesión de narración oral?
Repasemos algunas cuestiones particulares sobre la narración, muy sucintamente, para ver si aportan alguna luz al respecto.
2. NARRACIÓN ORAL
2.1. Comencemos con una breve definición del término: "Se entiende por narración oral la disciplina artística que se ocupa del acto de contar de viva voz, usando exclusiva o primordialmente la palabra, en un contacto directo y recíproco con el auditorio. La narración oral hunde sus raíces en la tradición de contar historias y en la actualidad convive con ella aunque en un contexto escénico." (7)
Como toda disciplina artística, y del mismo modo que enumerábamos antes algunas de los atributos que componen una imagen, podemos conocer un listado de los elementos que intervienen en la narración oral. Cada artista tiene, como es lógico, su propia lista, pero yo me voy a quedar con la que propone José Campanari: "Para esto [para contar], la persona que cuenta utiliza como herramientas: el cuerpo, la memoria, la voz, la palabra, el gesto, la mirada, la complicidad, la seducción, la escucha, la respiración, el silencio"(8).
Aún sabiendo que esta lista propone un intento de sistematización que se adivina no excluyente, llama la atención que no aparezca un apartado para objetos necesarios. Y es que resulta obvio que la narración oral, en principio, no necesita del libro álbum para llevarse a cabo. ¿Por qué, entonces, unirlos? ¿Qué es, entonces, lo que tienen en común estas dos artes, lo que hace interesante esa unión? ¿Cómo pueden encontrarse? ¿Realmente la suma de ambas puede producir una experiencia mejor en un contexto escénico, tal y como se explicita en la definición tomada más arriba?
3. COINCIDENCIAS...
Podemos pensar en que, como en la ópera, la idea de utilizar un libro álbum en una sesión de narración tiene como propósito sumar artes de diferente naturaleza para generar una experiencia estética que sea mayor que la suma de las partes: solo de ese modo hablaríamos de un mutualismo enriquecedor para todos: artes, narradores, público. ¿Qué comparten, entonces, que los llevó a unirse?
3.1. Ambos pueden contar historias. De hecho, el narrador/a puede tomarlas del libro álbum y no es raro el caso de libro álbum que ha tomado historias de la tradición oral para "encarnarse".
3.2. Ambos necesitan establecer un diálogo con el lector/público. El "silencio" de que habla Campanari más arriba es condición indispensable para que el público entre a la historia que se narra, para que pueda completar con su imaginación lo que escucha, apropiándose así del relato. Y de igual manera, la separación entre el texto y la imagen en el libro álbum, genera también un espacio de incertidumbre, un hueco que quien lee debe "rellenar" para dotar de significado al conjunto y hacerlo así, también, suyo.
3.3. La narración oral se nutre de imágenes. Porque no está hecha solo de palabras, sin más, sino que, habitualmente, las imágenes que ha construido quien narra son traducidas a palabras y lanzadas al público, que vuelve a recomponerlas a su modo. Y es obvio que la narración se hace de imágenes, porque las palabras cambian de una sesión a otra, pero no las imágenes que buscamos comunicar.
4... Y DESENCUENTROS
A pesar de las coincidencias que acabamos de ver, cuando unimos en un contexto escénico narración oral y libro álbum, hay veces en que ambas disciplinas muestran cómo su funcionamiento no acaba de encajar del todo de modo simultáneo. Veamos algunas:
4.1. El pie forzado. El hecho de utilizar un objeto que marca un guion, con una estructura fija, obliga al narrador/a a transitar por una senda concreta. Y eso no siempre es deseable desde el punto de vista de la narración, que, por definición, elude ser siempre igual. Veamos qué dice sobre esto Luis Pepito Mateo: "[...]De hecho, estoy en la rama del cuento porque cuento en directo con el público relatos que puedo arreglar como quiero porque yo soy el autor principal de lo que cuento. Y puedo cambiar de estilo de un espectáculo a otro"(9).
El valor que en narración oral tiene la flexibilidad, ese detenerse aquí o allá durante el relato, variando tonos e intenciones en función del diálogo con el público, que, como espectador activo, va aportando su propia visión a la sesión, obligaría a pasar por encima del libro álbum o a encadenarse, sin mucho sentido, a él, en un contexto que resultaría descuadrado.
4.2. La redundancia: Contar en voz alta mientras se muestra la imagen –e incluso las palabras por escrito– que se están empleando, produce una extraña sensación de reiteración en la que la sorpresa desaparece o el ritmo queda lastrado por la repetición innecesaria, siempre y cuando esa imagen no vaya en dirección distinta a la narración.
4.3. El libro como barrera: El libro, en función de su forma y aspecto físico, puede funcionar en ocasiones como un elemento que altera la comunicación, distrayendo la atención del narrador/a, funcionando como una pequeña barrera sobre la que hay que saltar para llegar al público (y viceversa). Un manejo poco fluido, una colocación con respecto al cuerpo y al espacio escénico poco definida o "sucia", conforman obstáculos que en nada benefician al hecho de contar.
4.4. El libro álbum como fuente de imágenes: Si, como ya comentamos, la narración se nutre de imágenes, puede ocurrir en alguna ocasión que estas provengan directamente del libro álbum. Imágenes evocadoras, bien construidas, fuertemente expresivas, pueden generar a la hora de preparar las historias unos anclajes sólidos para que se desarrolle la narración. Pero también puede ocurrir al contrario: que esas imágenes utilizadas no se correspondan con el imaginario del narrador/a y pierdan, por ello, fuerza, dejando de sostener el relato como deberían.
4.5. ¿Quién rellena el "hueco"? O dicho de otro modo: ¿puede mostrarse una imagen y lanzar simultáneamente una frase, esperando que el público termine de realizar las asociaciones necesarias para dotar esa unión de sentido? Si la narración no deja ese espacio, el libro álbum pierde de algún modo el modo de funcionamiento que le es propio. Y debería plantearse entonces qué se gana a partir de esa pérdida.
4.6. Ritmo y modo de empleo: Hablábamos más arriba de la necesidad de ralentizar la percepción, de aprender a tomar un tiempo, que dependerá de cada persona, para recorrer, valorar, escudriñar e interpretar o saborear las imágenes. Pero ese tiempo de contemplación no tiene por qué coincidir con el tiempo que impone una narración que, generalmente, llevará una velocidad mayor. Por eso hay que tener cuidado de no estar propiciando, de un modo inconsciente, una velocidad en el consumo de la imagen del libro álbum que acabe siendo interiorizada por el público y haga que, de nuevo, pasemos los ojos con demasiada rapidez sobre estas obras.
4.7. Por último, puede ocurrir –y en ocasiones da esa impresión– que quien cuenta fíe en el propio libro el peso de su propia narración. Es decir: el libro álbum puede dar falsa sensación de seguridad, de que se conoce y se maneja bien la historia por el mero hecho de estar ahí, a la mano, marcando el ritmo y proponiendo un estímulo para el público. Pueden recordarse a este respecto las imágenes que, seguramente, recordaremos de políticos anglosajones contando cuentos en escuelas con un libro en la mano, con motivo de cualquier celebración. Y es fácil convenir a la vista de las mismas que la narración necesita de un soporte interior mucho más fuerte y construido.
5. A MODO DE CONCLUSIÓN ABIERTA
A pesar de lo dicho hasta aquí, la asociación entre narración oral y libro álbum no ha dejado de crecer. ¿Por qué?
Aunque hay momentos en que, efectivamente, el libro álbum puede funcionar como motor concreto del acto de narrar oralmente, parece a menudo que su uso obedece a otros motivos.
Probablemente porque hay otros lugares en los que se utiliza la narración oral no como un fin en sí misma, no como una manifestación artística cuyo único objeto es el de proponer una experiencia estética de una determinada naturaleza y sin un objetivo utilitario, sino que se la emplea como un medio para lograr objetivos concretos.
Juega así un papel importante en las estrategias de animación lectora, poniendo en relación directa la oralidad y la búsqueda posterior de historias para el público al que se le despertaron las ganas de conocer más. Del mismo modo, favorece estrategias de actuación en determinados proyectos de inclusión o de carácter social, busca desarrollar un papel de mediación para dar a conocer estos lenguajes, para aproximarlos a la sociedad, o para promocionarlos en el marco de la actividad librera, por ejemplo(10).
Y siendo, por supuesto, perfectamente lícitos estos objetivos, uno no puede dejar de pensar en que uno de los mayores encantos de la narración oral, como de la música o de otro tipo de artes, radican en esa aparente "inutilidad" que parece tan propia de ellas como, quizá, del mismo ser humano. Recordemos las palabras de Eugene Ionesco: "Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte"(11).
En cualquier caso, lo que de todos modos resulta imprescindible es ser conscientes de la necesidad por parte del gremio de la narración(12) de formarse y preocuparse de conocer a fondo las posibilidades y los límites del libro álbum, tanto en lo que se refiere a su propia naturaleza, al modo particular que cada libro tiene de proponer su contenido, como también en lo que toca a su aspecto físico como elemento escénico o dramático. No olvidemos que cualquier objeto –y el libro lo es– que aparece en escena debe tener una función concreta dentro de la dramaturgia del hecho escénico y debe dominarse físicamente de un modo adecuado.
Igualmente resultará necesario un análisis de los elementos que usamos habitualmente en nuestra práctica de la narración oral, para poder encontrar esos lugares en que puedan convivir ambas disciplinas, aportándose beneficios mutuamente y mejorando la experiencia para el público (aunque pueda sonar elemental, es necesario recalcar esta idea de pensar en quien recibe nuestro trabajo).
Sería también interesante explorar y ofrecer modos variados de uso del libro álbum, de modo que se le asocien tiempos distintos en lo tocante a su contemplación, al juego con los mismos, etc. Insisto en la necesidad de enseñar a ralentizar la percepción, de proponer una búsqueda posterior, de advertir sobre la posibilidad de utilizar ritmos diferentes en la lectura posterior personal. En este sentido, la labor de selección de los libros álbum debería ser tan cuidadosa como la del repertorio para narrar oralmente, atendiendo, entre otros, a criterios de ritmo y unidad.
Por eso pienso que sería estupendo no contar algunos álbumes que nos fascinan: no todo es utilizable, ni es tan directo. Pero, por supuesto, es deseable el desarrollo de acciones que formen lectores competentes, capaces de jugar a desentrañar el modo de empleo y las diferentes formas que puede proponernos el libro álbum y que le son tan propias como únicas. Compartir en otros entornos el amor y el disfrute que pueden proporcionarnos estos libros puede y debe hacerse de otros modos.
Por último, creo que conviene recordar también las palabras de Elena Fortún: "La mayor parte de los cuentos, probablemente los mejores, son valores literarios heredados de ancestrales abuelos y tenemos el deber de traspasarlos a las nuevas generaciones oralmente, como fueron creados. [...] porque la palabra es insustituible siempre y más que nunca en la niñez. El cuento leído no tendrá la sugestión, el encanto original, la frescura que la narradora pueda darle ayudada por el tono de voz, el gesto, la mirada y la vibrante emoción del pensamiento"(13). Y aunque ella se refiera al libro leído, en toda la cita se trasluce la comunicación directa, que mira a los ojos y no necesita de mayor intermediación.
En cualquier caso, conviene dejar claro, para terminar, que una cosa es no contar –en el sentido de narrar en un espacio escénico– con libro álbum y otra muy distinta no contar con el libro álbum, habida cuenta de la cantidad de propuestas diferentes, de modos de conocer, de maneras narrativas y de historias o juegos que es capaz de proponernos y que, a día de hoy, no hacen más que engrandecer nuestro universo lector. Sería empobrecedor dejar escapar esas experiencias que nos esperan entre sus páginas.
NOTAS:
(1): Precisamente este artículo es el reflejo escrito de la conferencia que impartí en la IV Jornada de la Escuela de Verano que organizó la asociación AEDA, el 25 de Junio de 2018, dentro de sus habituales actividades de formación de narradores/as y que, respondiendo a ese creciente interés en el uso de libro álbum por parte del colectivo determinó el tema común para el desarrollo de dicha jornada.
(2): Personalmente, como creador de libro álbum, considero que cada ejemplar publicado, aún siendo consciente de la diferencia que tiene con los denominados libros de artista, es, a nivel efectivo, una obra de arte completa que se propone como tal ante el público, con la finalidad de ofrecer una experiencia estética al mismo. Y de igual modo que hablamos de escritura literaria, reivindicando la calidad artística ante otro tipo de libros, hay que tener en cuenta que, a pesar de que en el mercado ofrece bajo la forma de libro álbum otras producciones que no tienen esa pretensión, para el caso que nos ocupa manejaré únicamente en esta concepción. Puede verse además una idea semejante sobre obra original a partir de medios reprográficos leyendo en p. 121 y ss. el libro "Así lo veo yo" de David HOCKNEY. Siruela, Madrid 1994.
(3) Resulta curioso o, quizá, preocupante, que aún hoy tengamos problemas de esta índole en todo lo que se refiere al mundo del cuento y de la narración. Y el prejuicio de que los libros con dibujos son para niños se repite del mismo modo con respecto a la narración oral o al teatro de títeres, en una gran parte de la sociedad, aunque, afortunadamente, poco a poco esta idea vaya cambiando. Campañas como la que llevaron a cabo narradores/as hace unos años promulgando que "los cuentos son para adultos" o las actividades de difusión que la asociación de editoriales "¡ÁLBUM!" lleva a cabo nos hablan de la necesidad de continuar trabajando en ese sentido.
(4): Creo que no me corresponde a mí hacer este estudio, que, en la Jornada mencionada en la nota (1), estuvo a cargo de Cecilia Silva-Díaz. En cualquier caso, para conocer a fondo los diferentes elementos que componen el libro álbum existe una publicación imprescindible y clara: "álbum[es]" de Sophie VAN DER LINDEN. Ediciones Ekaré/ Variopinta ediciones/ Banco del Libro. Barcelona, 2015.
(5): Las reflexiones de Umberto ECO en su "Análisis del lenguaje poético" incluido en "Obra Abierta", Ariel, Barcelona 1990, son para mí reveladoras cuando se aplican a la propuesta que nos ofrece el libro álbum. Así: los estímulos se presentan en un todo que el usuario advierte que no puede romper. Le es, por lo tanto, imposible aislar las referencias y debe captar el reenvío complejo que la expresión le impone. Ello hace que el referente sea multiforme y no unívoco y que la primera fase del proceso de comprensión deje al mismo tiempo saciados e insatisfechos (...). ¿Hay mejor descripción de esa sensación que nos inunda cuando leemos un álbum por primera vez y que nos obliga a recomenzar casi inmediatamente después de haber terminado?
(6): Para centrarse en el estudio de la imagen en el libro álbum, resulta muy recomendable la lectura del cuaderno "Páginas mudas, libros elocuentes" Ana GARCÍA LARTITEGUI, Pantalia publicaciones, Zaragoza, 2014.
(7): La definición está tomada directamente del preámbulo de los estatutos de AEDA, y puede completarse en su página web.
(8): En el artículo "La narración oral profesional, un arte escénica" (en la web de AEDA, 24 julio 2016)
(9): "El arte y oficio de narrar", en la web de AEDA, 28 junio 2016, recopilado por Juan José Prat Ferrer.
(10): En el marco de la Jornada ya citada en la nota 1, se pudieron conocer algunos de estos proyectos, muy interesantes y necesarios a todas luces, como el "DeBat a Bat" o el club de lectura de álbum ilustrado para adultos en la librería "Librerío de la Plata". Pero, en otro contexto, también merece la pena conocer el proyecto "Las librerías contadas", que se lleva a cabo en Sevilla, y combina promoción de álbum, narración y negocio editorial de manera muy seria y consciente.
(11): Citado por Nuccio ORDINE en "La utilidad de lo inútil". Acantilado, Barcelona 2013.
(12): Capítulo aparte merecería la reflexión sobre la realización de sesiones de narración a cargo de escritores/as o ilustradores/as, aún sabiendo que suelen darse en contextos muy concretos de promoción editorial y la necesidad formativa también en este sentido.
(13): Elena FORTÚN, en "El arte de contar cuentos a los niños". Espuma de Plata, Buenos Aires, 2008