No recuerdo cuál fue el lugar exacto en el que escuché por vez primera a Tim Bowley.  Quizás fue en el Maratón de Cuentos de Guadalajara, o quizás en el Festival das Palavras Andarilhas, en Beja (Portugal). Pero sí recuerdo la primera imagen que tuve de Tim: sentado al lado de Casilda, su traductora y acompañante en los últimos años del siglo pasado. Y, para ser más preciso, lo que realmente recuerdo fue el tono de su voz, su profundidad, su cadencia, su armonía.

Cuando Tim comenzó a contar, me sentí transportado por unos instantes a la corte del Rey Carmesí; porque aquella voz me evocaba parajes medievales y bucólicos, y palabras desconocidas que mi mente asoció automáticamente al legendario álbum de King Crimson. Nunca le pregunté a Tim si a él le gusta el rock progresivo de los Crimsom o si, algún día antes de llegar a ser el gran contador que conocemos, recitó la introducción de Lord of the Ages de Magna Carta. En cualquier caso, Tim Bowley pasó a ser para mí el gran bardo que me hizo degustar palabras desconocidas hasta convertirlas en melodía:

Lord of the Ages, nobody knows
Whither he goes, nobody knows

Tim es el Señor de las Palabras porque las sabe todas, y las talla, las modula, las transforma, las hace minúsculas o grandiosas –según convenga– y las regala al público para que las saboreemos como un exquisito manjar. Porque Tim tiene ese don. 

También ha tenido el don de encontrar siempre la mejor compañía para traducir sus cuentos. Casilda primero y Charo Pita después, han recorrido junto a Tim toda la Península Ibérica deleitando a todo tipo de auditorios. Ese era el Tim que conocíamos en Kalandraka, el que nos visitó en las primeras ediciones del Salón del Libro Infantil y Juvenil que organizamos en Pontevedra; al que volvimos a ver en Arenas de San Pedro y en tantos otros lugares.

Tim se nos descubrió como un gran escritor cuando la editorial Raíces publicó Semillas al viento en 2001, con traducción de Casilda Regueiro. 

En este libro Tim fijaba por escrito una parte de su amplio repertorio y lo hacía con un estilo ágil, fresco y preciso. Conseguía que su prosa transmitiese una de las virtudes que Italo Calvino propuso en sus Siete propuestas para el próximo milenio: la levedad. Tim escribe con la ligereza y con la astucia de Perseo. Y al leer los 30 cuentos que conforman Semillas al viento comprendí que Tim Bowley es un gran contador, pero también es un gran escritor y un gran lector.

Pero aún me faltaba conocer una nueva faceta de Tim: la de escritor de literatura infantil. Un día del año 2004 Tim me llamó para decirme que tenía un texto que quería mostrarme, pues él creía que podría convertirse en un álbum ilustrado. En este punto debo hacer una aclaración: a Kalandraka llegan cientos de proyectos de autores y autoras que desean ver publicadas sus obras. Cuando quien la presenta es una persona amiga siempre se nos plantea una situación delicada: si consideramos el proyecto interesante, lo hacemos nuestro y lo convertimos en libro; pero si creemos que no aportará nada nuevo en ese extenso bosque de papel que configuran los libros ya en circulación (no olvidemos que anualmente se publican en España más de 18.000 nuevos títulos de LIJ), resulta ingrato tener que decirle a un amigo “tu propuesta no encaja en nuestro catálogo”. 

Por suerte, el texto que Tim nos presentó superaba con creces los mínimos establecidos en nuestros criterios de selección. Lo titulaba Jamie planted an acorn, (Jaime y las bellotas) y nos propuso que lo ilustrase su amiga Inés Vilpi, cuyas imágenes resultaron ser un complemento ideal, aportando colorido, calidez y sensibilidad a una narración que trata de la vida misma y de sus circunstancias.

Jaime plantó una bellota, pero…  antes de que pudiese crecer, una ardilla la desenterró y la escondió. Jaime plantó una bellota, germinó y brotó de la tierra, pero…

Así comienza una sucesión de escenas, narradas de modo ágil, breve y repetitivo. Porque Jaime no se da por vencido cuando su primera bellota no crece: planta otra, pero los animales la pisan; otros mordisquean los brotes que empezaban a nacer; los niños estropean el arbusto germinado con otra semilla; los leñadores talan el árbol que había llegado a hacerse alto y fuerte... hasta que la enésima bellota de Jaime se convierte con el paso del tiempo en un roble robusto que da como fruto… más bellotas. 

Historia circular, cíclica, que cuando acaba puede volver a empezar. Como cada roble que echa raíces tras superar los incalculables avatares que lo amenazan, el cuento de Tim Bowley nos transmite, ante todo, el valor de la perseverancia. 

Y como la vida sigue, un año más tarde Tim nos ofreció un nuevo texto de su autoría: Amelia wants a dog (Amelia quiere un perro). De nuevo tuvimos la satisfacción de decirle “OK, Tim, vamos a publicarlo”. En esta ocasión, las ilustraciones de André Neves nos permitieron verle la cara a la simpática y traviesa Amelia. En esta obra, Tim nos demuestra su conocimiento de la psicología infantil y, especialmente, su capacidad para encontrar el tono adecuado. Él es el narrador, pero nos habla desde su propia infancia porque es capaz de volver a ser un niño. Y esa habilidad solo la tienen los grandes autores y autoras: Maurice Sendak, Astrid Lingren, Leo Leonni.

Dice el escritor Javier Marías que es un milagro que un título siga vivo en un catálogo pasados los años, pues vivimos en el tiempo de la inmediatez. Pero hay libros que perduran, como los de Tim Bowley, porque son esenciales.

Esenciales son también los cuentos maravillosos que Tim fijó por escrito en sus recopilaciones El Rey Oso Blanco o No hay escapatoria, ilustradas por Óscar Villán. Cuentos del mundo sobre reyes y princesas, mundos fantásticos y animales parlantes. El humor y la alegría, la ternura, el miedo y el terror están presentes en estas historias que nos permiten hacer viajes imaginarios hasta valles profundos, bosques enmarañados o altas montañas, para experimentar aventuras trepidantes y conocer  personajes inauditos. Cuentos maravillosos llenos de sabiduría. 

Lord of the Ages, nobody knows
Whither he goes, nobody knows

El Señor de las Palabras, Tim Bowley, escribió en 2008 sus Tales from nowhere. Historias de ninguna parte, editado por Palabras del Candil. Quizás sea este su libro más personal. Yo sigo visitando al Tim “autor”, a menudo, en el último cuento de su libro: un jardín al aire libre que rebosa de pájaros que pían, insectos que zumban y mariposas que aletean mientras los árboles, los arbustos y las malas hierbas pugnan por hacerse un hueco soleado. Cerca de ese jardín está la casa de Amelia y su perro, y más cerca, pegadito al jardín, está el viejo Jaime, viendo pasar la vida bajo la sombra del roble. Está contento. 

Las palabras de Tim germinan cada vez que alguien abre uno de sus libros. 

¡Gracias por sembrar tantas historias!

Xosé Ballesteros
Kalandraka Editora

Este artículo fue publicado en el Boletín n.º 52 de AEDA, monográfico dedicado a Tim Bowley