Observo desde hace meses una curiosísima forma de ofertar actividades por parte de algunas administraciones públicas. Se trata de lo que vendría a ser una "oferta lenteja": si las quieres las tomas y si no las dejas. Oferta que además, según he podido constatar, se presenta al menos en dos modalidades:

  • Lentejas al kilo. Se caracteriza porque en las bases en las que se solicita la actividad se detallan cuestiones como: si hay dos personas en escena la cantidad máxima a facturar es "x", si son cuatro la cantidad es "y", etc.
  • Lentejas al plato. Se caracteriza porque la administración te dice la cantidad que puedes facturar al día, dentro de su proyecto, claro. Claro y menos mal, porque sólo faltaría que tuviésemos un máximo de facturación diaria.

Se podría pensar que esta opción no está mal, aunque habría que señalar que con este método podemos poner el precio que creamos conveniente a cualquier cosa, ya sea una zanahoria, ya sea una casa. Entonces ¿cuál es el problema, o más bien, los problemas? 

  • A nivel empresarial es el siguiente: no hay requisitos para entrar en estas programaciones, puedes concursar como asociación o con una figura de facturación legal: autónomo, empresa, etc. El problema en este punto es el de siempre, que la empresa debe pagar el IVA, Seguros Sociales... lo que hace que su gasto se eleve hasta un 40% por la presión fiscal (que como sabemos son recursos con los que se pagan: educación, sanidad... y todo lo público, incluso el dinero que saldrá para realizar ese mismo programa) y la asociación no tiene que pagar IVA ni Seguridad Social, ni nada de nada, es dinero ¿limpio? A modo de reflexión, ¿la Administración puede comparar el tóner a la "Asociación de Amigos de la Fotocopia en Color"?, no, pero alguien dirá: ya, pero en la cultura es otra cosa. Yo planteo (siguiendo en el punto de la reflexión empresarial) que sí, que es lo mismo. Por lo tanto no estamos en igualdad de condiciones, esta política no solo es perjudicial para el tejido empresarial de la cultura, sino que lo grava.
  • Criterio de calidad. En esta propuesta lentejera tampoco hay un criterio de calidad, tiene el mismo valor la propuesta de una compañía con una contrastada trayectoria profesional que la propuesta de una asociación de reciente creación. Y ocurre que en el ámbito empresarial hay que tener un buen producto, ya sea en el ámbito de la cultura o en cualquier otro, pero especialmente en el la cultura, pues de lo contrario el público no viene y la persona que programa (al menos la que programa con criterio) no te programa. Sin embargo en el caso de la asociación no importa demasiado la calidad porque el objetivo no es la calidad de lo ofertado, sino la expresión artística del colectivo. 

Se puede decir "pues si no te interesa no te presentes" o "si no te gusta, salte del circuito". Esa es la opción por la que hemos optado algunos de nosotros, entonces podrías insistir "¿y entonces, para qué escribes este artículo?", pues para que se sepa que hay programaciones que no tienen unos criterios artísticos de selección, en las que da lo mismo si tu forma de facturar es legal o alegal, en la que la calidad no es un elemento a tener en cuenta y en las que, básicamente, se trata de contentar a colectivos y asociaciones. Y esto, a la larga, es un problema para el ámbito cultural.

Nadie discute que todo el mundo tiene que poder dar salida a sus inquietudes artísticas, pero merece la pena pensar si esto ha de ser a costa de perjudicar al débil tejido de los profesionales de la cultura.

 Mario Caballero