La mitología es una psicología de la antigüedad. La psicología es una mitología de la modernidad.
James Hillman

Los relatos son compañeros de viaje de la existencia humana; antes de la escritura ya estaban ahí, haciendo las noches más cortas y aportando sentido a este mundo cambiante y misterioso. Los relatos ancestrales proporcionaban contenido imaginativo a las actividades de la comunidad, arropando con palabras los ritos de toda índole. Sus temas trataban los asuntos del adulto, y solo en épocas relativamente recientes se consideraron propios de la infancia. Se diría que con el paso del tiempo muchos de estos mitos se descontextualizaron de las circunstancias en los que se contaban para convertirse en mero entretenimiento, al menos en apariencia.

Contar y escuchar historias ha sido durante siglos una actividad que discurría al margen del pensamiento dominante. Cuando Perrault, escritor de obras eruditas que en la actualidad casi nadie conoce, escribió sus Cuentos de Mamá Oca, lo hizo como una concesión al mundo nutricio de matronas y sirvientes que se propagaba por las noches alrededor del fuego en las cocinas de los ricos. En efecto, aunque los cuentos se contaban sin parar, parecía que a nadie cultivado le interesaban si no era para criticarlos. Entre otros motivos, por su falta de sentido de la realidad, por su crueldad, por su ausencia de moralidad; en resumen, por su poca utilidad práctica. No parecían servir para nada. Qué ironía, después de haber sido el sustento cultural de la humanidad durante milenios, con la modernidad habían caído totalmente en desgracia. Bien mirado no era de extrañar, pues durante mucho tiempo la gran mayoría de los relatos, sobre todo los dirigidos a la infancia, se concebían simple y llanamente como fábulas morales.

Pero la riqueza salvaje de los cuentos no encajaba en miras tan estrechas y su brillo inextinguible fue despertando la consideración de diferentes profesionales de la cultura, que comenzaron a verlos de un modo más abierto. Lo cierto es que el cuento tradicional a partir del siglo XIX, muy posiblemente coincidiendo con los finales del movimiento romántico, que tan amante fue de exaltar las expresiones folklóricas, comenzó a tener a su alrededor a muchos estudiosos maravillados por sus tramas. La mayoría de ellos buscaban su puesta en valor con argumentos científicos, convencidos de que debían de existir importantes razones por las que los cuentos hubieran sobrevivido con obstinación a toda clase de inclemencias temporales. De modo que con estas inmejorables intenciones, se puso a los cuentos sobre la mesa de operaciones para que antropólogos, pedagogos, folkloristas, historiadores de la cultura, etnólogos, filósofos, mitólogos y un largo etcétera de profesionales, aplicaran sobre ellos sus técnicas de estudio.

En este interesante grupo de especialistas también se encontraban los psicólogos. El padre de la psicología profunda, Sigmund Freud, con la mirada puesta en las historias tradicionales, llegó a publicar varios artículos sobre la relación existente entre este tipo de relatos y los sueños, si bien sus estudios se centraron con prioridad en estos últimos y nunca llegó a sentar las bases para realizar un análisis interpretativo en profundidad sobre los cuentos. Podría decirse que al equipararlos a los sueños, también los igualó en sus fines: para él apenas fueron algo más que meras “fantasías de realización de los deseos”. No obstante, unas pocas historias míticas, entre las que destaca la de Edipo, fueron el fundamento de alguna de sus teorías más famosas.

Como quiera que el discurrir de la vida de cada persona conforma una historia única, es opinión común entre los psicólogos pensar que el hecho de saber contársela a uno mismo de forma coherente resulta una muestra innegable de cordura. Sin embargo, esta historia personal está formada por múltiples episodios que se encuentran en conexión permanente con el pasado, por lo que bastantes de ellos han sido olvidados y no se encuentran en la capa consciente de la persona. En el peor de los casos, ese olvido no es casual sino que denota una inclinación reprimida en el consciente, y es de esas conexiones desconocidas de donde se supone que surgen las patologías. Freud acuñó el término de subconsciente para referirse a este bagaje de episodios vitales oscuros, e insidiosos en muchos de los casos. Para él, el objetivo de la terapia consistía precisamente en sacarlos a la luz, de modo que al hacerlos conscientes para el sujeto, esas historias dejaran de gobernar su vida como si fueran un poder oculto.

Freud tuvo, como es sabido, muchos seguidores; uno de los más destacados fue el psicólogo Carl G. Jung, quien se desmarcó pronto de su maestro hacia una psicología trascendente y de mayor proyección social. Fue él quien definió por primera vez el término de inconsciente colectivo. Jung consideraba que además del inconsciente personal -ese cúmulo de experiencias particulares olvidadas- existía un poso común de creencias dinámicas que no formaba parte de la biografía particular y que sin embargo alimentaba el interior de la persona. Pudo comprobar que dentro de las experiencias interiores de cada cual existía una parte formada por creencias e historias desconocidas, que sin haber sido elegidas por la voluntad consciente, ejercían un importante poder sobre ella. Pues bien, estos relatos compartidos podría decirse que regían los actos de la vida a causa de su marcado carácter simbólico.

Gran parte de la investigación de Jung se centró en encontrar esa simbología, para él universal, que se hallaba dentro de los motivos de los relatos y que denominó arquetipos. A su entender, estas categorías abstractas y marcadamente dinámicas, abarcan todo el substrato de la realidad, si bien ningún arquetipo en ningún caso se presenta como real, ya que solo vive en la imaginación y se define a través de una multiplicidad de relatos. Algunos de los arquetipos más importantes que investigó fueron el héroe, el joven eterno, el anciano sabio, el embaucador, la gran madre, el animal significativo, el sanador, el niño divino y el sí-mismo. Como se puede observar a simple vista, algunos de ellos reúnen las cualidades de personajes concretos de los cuentos tradicionales. [1]

Este postulado psicológico empujó a Jung a ampliar sus investigaciones consultando historias de todo el mundo, si bien prestó especial atención a las grecolatinas por ser estas el sustrato más sobresaliente en nuestra cultura. Muchos de sus seguidores, como podrá observarse en la bibliografía, han tenido predilección por los cuentos de los hermanos Grimm para realizar sus interpretaciones psicológicas.

 

Los sueños son cuentos

No se puede hablar de la psicología profunda sin detenerse aunque sea someramente sobre los sueños, esa sucesión de historias inconexas que se producen sin la intervención consciente del individuo durante el descanso nocturno. Cada sujeto se pasa buena parte de su vida elaborándolos. Todos soñamos, lo queramos o no, aunque no lo recordemos, si bien está comprobado que cuando se los atiende, los sueños se retienen más y mejor en la memoria. En muchos lugares del mundo a lo largo de la historia se han utilizado como guías para emprender proyectos, fundar ciudades, sanar enfermedades, poner nombre a los niños, propiciar viajes, iniciar ritos y, en suma, acometer toda clase de empresas personales y colectivas. En la época moderna, el psicoanálisis pasó a considerarlos objeto de estudio científico y desde entonces son muchas las terapias encaminadas a equilibrar la psique que priman el material onírico del paciente sobre cualquier otro.

Los sueños son historias inconexas, misteriosas, fragmentarias y a menudo incomprensibles, pero historias al fin y al cabo. El hecho de que no nazcan de la consciencia ni del discurrir mental, sino de unas capas desconocidas de la persona, hace que sus proyecciones tampoco sea posible calcularlas. Sirva de ejemplo el hecho de que desde la antigüedad tienen fama de ser adivinadores del futuro, como si fueran una especie de motor de los acontecimientos externos. De hecho, en castellano la palabra soñar sirve tanto para designar la actividad nocturna involuntaria como la ensoñación diurna, por eso, a propósito de algo a lo que se aspira, es corriente decir: “mi sueño sería tal o cual cosa”, expresión que sugiere cómo el sueño se identifica con la consecución de un deseo, invistiéndose tácitamente con esa potencialidad de proyección en el futuro.

Sin embargo, la corriente psicológica seguidora de Carl G. Jung no se detiene en ninguno de los aspectos, por llamarlos de algún modo, externos y poco demostrables, sino que se centra en la idea de que los sueños tienen una importante labor de ayuda en el proceso de crecimiento personal del individuo y son por tanto revelaciones del inconsciente colectivo. El sueño para esta corriente de pensamiento supone una historia que el soñante se cuenta para comprenderse a sí mismo, razón por la que en él todos los personajes que aparecen representan partes interiores suyas. No es una historia que narra circunstancias y personajes banales, como todo parece indicar, sino que utiliza esas circunstancias y sujetos de la realidad para contar cuestiones trascendentes que de otro modo el soñante permanecería ciego a ellas. Los personajes que aparecen dan vida a las diferentes facetas psicológicas del sujeto y se concretan en los conceptos de la sombra, el ánima, el ánimus y el sí-mismo. Como quiera que estas facetas personales suelen ser desconocidas para el soñador o bien se encuentran reprimidas, el trabajo del análisis de interpretación del sueño busca precisamente integrar en su vida todas esas figuras hasta el momento indiferenciadas.

 

Los cuentos son sueños

¿Dónde encajan los cuentos en todo este sistema? Del mismo modo que la psique profunda individual fabrica los sueños nocturnos, la psique colectiva que anida en el interior de cada persona se expresa de forma coral en los sueños llamados cuentos y mitos. Los cuentos son sueños colectivos. Es por lo que, de acuerdo con esta teoría, estos sueños colectivos son susceptibles de ser estudiados como tales. La diferencia entre unos y otros reside en que mientras un sueño personal siempre está referido a las experiencias y el momento psíquico del soñante, un cuento se presenta como un acontecimiento de la psique colectiva, por lo tanto es impersonal y de alguna manera universal.

Al igual que ocurre en la interpretación de un sueño, en el cuento también todos los personajes que se presentan son partes del mismo individuo, por lo que a través de la trama lo que se narra es precisamente la manera de armonizar esas facetas tan diferentes para conseguir el crecimiento personal. En el relato esta evolución se expresa en la consecución del máximo desarrollo de las potencialidades de la persona tras haber superado los diferentes impedimentos que se presentan a lo largo de su vida, todos ellos episodios simbolizados en las circunstancias del cuento. En resumen, podría decirse que esta lectura psicológica considera el cuento como una carta de navegación interior que guía al sujeto para llegar al puerto de la realización personal óptima, tarea que en términos junguianos se denomina  el proceso de individuación.

Todas las personas están llamadas a ser héroes y heroínas de su existencia y para conseguirlo necesitan vivir las aventuras que les presenta el destino, y asimismo desprenderse ineludiblemente de todos aquellos elementos que no quieren el avance de ningún modo. Los enemigos o antagonistas son aquellos seres que aparecen en el cuento haciendo todo lo posible para impedir el progreso: brujas, monstruos, ogros, gigantes, madrastras, padres descuidados, hermanos envidiosos, la lista es muy larga. En el lado opuesto se encuentran los personajes benévolos que aparecen para prestar ayuda al protagonista: animales ayudantes, hadas, seres mágicos, vagabundos, ancianos y ancianas sabios y demás seres con sabiduría y poderes especiales que muestran a los y las protagonistas el camino a seguir y les protegen de los embates malvados.

Con todos estos supuestos, y como quiera que la lectura psicológica de las historias no se hace de modo literal sino simbólica, el estudioso realiza su interpretación, lo que podríamos llamar una traducción del cuento. A continuación detallo algunas de las claves que se utilizan en este tipo de análisis. En primer lugar, y tal como hemos dicho más arriba refiriéndonos al estudio de los sueños, tanto los personajes buenos como los malos, todos son constelaciones y partes de la propia personalidad del individuo. Por lo que aquellos personajes que aparecen con comportamientos malvados se consideran partes internas no reconocidas del protagonista. Desde este punto de vista, cuando se castiga a algún personaje al acabar el cuento, la interpretación viene a decir que hay facetas y comportamientos de la psique que no se pueden redimir y que se necesita que mueran para que pueda instaurarse un orden nuevo más satisfactorio. Un argumento que elude en parte las críticas más comunes referidas a la crueldad de los castigos en este tipo de relatos.

Los personajes que aparecen con el mismo sexo que el protagonista suelen ser un reflejo de su sombra, es decir, de la parte interior desconocida de la persona. Estos personajes ponen en evidencia cualidades que el protagonista se niega a ver en sí mismo, razón por lo que con frecuencia adoptan el aspecto de figuras malvadas; aunque no siempre es así, pues esto depende del grado de integración consciente que se tenga de esa parte desconocida de uno. Además, los personajes del mismo sexo pueden representar facetas del sí-mismo, y en este caso serán personajes benéficos, seres que propician el avance aunque tenga que ser a través del sufrimiento.

Cuando aparece algún personaje principal de diferente sexo que el protagonista, este ser representa la parte del individuo, masculina o femenina según el caso, que le falta. Es decir, si el protagonista es masculino, su parte complementaria, aquella que necesita desarrollar e integrar en su personalidad, es la femenina y se denomina ánima; y si la protagonista es mujer, su parte complementaria se llama ánimus y representa los valores masculinos que deben ser integrados en su persona. He aquí, para esta corriente interpretativa, el porqué los cuentos tradicionales suelen acabar en boda, pues vistos desde esta perspectiva integradora, la boda representa la conjunción de los opuestos dentro de una misma persona, por lo cual el matrimonio se entiende que se produce a nivel simbólico en el interior de uno mismo.

Estos son algunos de los pasos que se consideran fundamentales para el crecimiento del sujeto y que se describen a través de los episodios de los cuentos: la separación de los padres, la confrontación con la sombra, el encuentro con la pareja o parte psíquica opuesta, el desarrollo del yo consciente y la adaptación a la realidad.

La separación de los padres, lo que se considera el inicio de todo proceso de individuación, en muchos cuentos suele producirse de forma dolorosa, ya que las figuras materna y paterna en sus lados oscuros (madrastra y padre ausente o débil) generalmente no quieren el progreso. Los padres lanzan su estela mucho más allá de lo que son los padres reales, pues estos aun cuando ya hayan muerto dejan su impronta de creencias y limitaciones en el sujeto convertidos en padres interiorizados. Como quiera que el enemigo resulta difícil de vencer, en ayuda del protagonista acuden los seres benéficos, o lo que es lo mismo, las partes no conocidas pero buenas de la psique.

Integrar las partes del sexo opuesto, es decir, buscar pareja tanto en la vida real como en los cuentos, se demuestra muy necesario para conocerse a uno mismo, de ahí que surjan tantos impedimentos para encontrar y consolidar la pareja: la falsa novia, el pretendiente asesino, el letargo, el olvido y muchas otras penurias más. Solo cuando se ha vencido a los oponentes (lo que se considera los diferentes aspectos de la sombra), paso indispensable para reconocerse a uno mismo, y se ha encontrado pareja como símbolo de la ampliación de la personalidad, se consigue la soberanía sobre el mundo consciente, y de ese modo la afirmación del destino.

Cada cuento expresa una faceta de la necesidad imperiosa que tiene la psique de renovarse y que en muchos casos se representa a través de un reino sin descendencia, la vejez del rey o la necesidad de casar al futuro heredero o heredera del trono. Esta renovación conlleva una exposición, un peligro, que en muchos casos se formula como un viaje. Este cambio de escenario sugiere la entrada a un lugar inexplorado de la psique y se expresa en la trama como un bosque, una cueva, el mar o las altas montañas; en definitiva, un terreno inmenso y desconocido hasta el momento que se encuentra bajo el poder del inconsciente. De resultas de este viaje, y de las múltiples pruebas que en el transcurso del cual se plantean y que hay que superar para conseguir los objetivos, se llega por fin a un estado nuevo en el que se han desechado o integrado las partes desconocidas de uno mismo.

En realidad, las motivaciones que existen para salir de lo conocido, del “statu quo” psíquico, y que se expresan como la necesidad urgente de crecer -en ocasiones a través de una situación real de vida o muerte- siempre se producen con alguna suerte de sufrimiento, que suele expresarse en los cuentos bajo la forma de carencia o necesidad. De modo que al héroe o la heroína no le queda más remedio que salir en busca de solución a su crisis vital unas cuantas veces a lo largo de su vida. Y para conseguir ese bienestar anhelado, cada vez que se enfrenta a sus demonios tiene que perder facetas que se han quedado viejas, es decir, se hace necesario sacrificar algo de lo anterior. No puede ser de otro modo: alguna cualidad, inclinación o comportamiento viejo  tiene que morir.

La meta del proceso es siempre el encuentro con el sí-mismo, lo que también se conoce como la complitud psíquica. Si bien es interesante resaltar que ese estado de bienestar en la vida de las personas no es estático sino dinámico, por lo que nunca termina, al contrario de lo que ocurre en los cuentos. Esto lleva a afirmar que el cuento relata solo una parte, una etapa del desarrollo de la persona, por cuanto a lo largo de una vida se pueden vivir las diferentes fases de un cuento en concreto, así como también al compás de los distintos momentos psíquicos de la persona, un número indeterminado de cuentos.

Hasta aquí hemos referido de la manera más sencilla posible lo que sería el armazón general necesario para encarar una interpretación de este tipo. Luego, para realizar el estudio de un cuento en concreto y poder desentrañar sus sucesos en detalle, el analista se vale de métodos comparativos, por lo que le es muy necesario conocer los símbolos repartidos por las diferentes culturas. A mi modo de ver, para el cuentista este es precisamente el aspecto más interesante del análisis: el acopio constante de referencias a mitos, ritos, leyendas y demás manifestaciones de la imaginación humana.

A modo de colofón, transcribo unas palabras de Marie-Luise von Franz, la colaboradora más estrecha de Jung, que hablan con saludable ironía sobre la validez relativa que tiene este tipo de trabajo sobre los cuentos:

El lector con espíritu crítico podrá replicarme: “muy bien; pero lo único que se hace es sustituir un mito por otro –por lo que podríamos llamar el mito junguiano”. No hay nada que contestar a esto, sino que lo hacemos conscientemente. Sabemos muy bien que si dentro de 200 años se leyera nuestra interpretación, tal vez se diría: “¡Qué gracioso! Traducían el contenido mítico del cuento de hadas en términos de psicología junguiana y creían haber alcanzado la verdad, mientras que nosotros sabemos ahora que…”. Se les dará otra interpretación, y la nuestra será considerada como ya superada (…). Somos conscientes de esta posibilidad y sabemos que toda interpretación es relativa, que no es una verdad definitiva. No obstante, por la misma razón que nuestros antepasados necesitaban contar los cuentos de hadas y los mitos, nosotros los interpretamos hoy: tiene un efecto vivificante, provoca una reacción beneficiosa y nos coloca en paz con nuestra alma instintiva, algo que siempre han hecho los cuentos de hadas. La interpretación psicológica es la forma moderna de contar historias, ya que seguimos necesitándolas igual que antes y seguimos aspirando a la renovación que comporta la compresión de las imágenes arquetípicas. Sabemos que la interpretación moderna es simplemente “nuestro” mito.

 

Y por último, para quienes quieran seguir profundizando sobre el tema, anoto junto a una pequeña reseña los libros que he consultado para llevar a cabo este trabajo:

 

  • El hombre y sus símbolos. Carl Gustav Jung y colaboradores. Editorial Paidós, 1995. Es la última obra que escribió Jung antes de morir, lo que podría considerarse su testamento. Tiene la particularidad de que es la única que elaboró con una finalidad divulgativa, por lo que su lenguaje es sencillo y no está enfocado hacia profesionales de la psicología. El libro incluye multitud de ilustraciones que enriquecen y hacen muy ameno el conjunto.
  • Érase una vez… Una interpretación psicológica. Marie-Louise von Franz. Editorial Luciérnaga, 1993. La autora fue la discípula directa de Jung y su colaboradora durante más de cincuenta años. En este libro se centra sobre el origen de los cuentos y sus diferentes teorías, para pasar después al análisis de varios cuentos y de sus implicaciones simbólicas. En Símbolos de redención en los cuentos de hadas, de la misma editorial (1990), la autora habla a través de siete conferencias sobre los distintos símbolos que se repiten en los cuentos enfocados hacia el crecimiento psicológico: la inmersión en el baño, la quema de la piel, la conversión en animal y unos cuantos más.
  • La llave de oro. Madres y madrastras en los cuentos infantiles. Sibille Birkhauser-Oeri. Editorial Turner-Noema, 2010. El título lo dice todo: este estudio reúne numerosos cuentos de los hermanos Grimm, unos más conocidos que otros, en los que a partir de sus dispares personajes maternos-indiferente, envenenadora, sanadora, carcelera, natural dadora de vida- la autora hace un análisis de la madre interiorizada y de sus implicaciones en la realización de la persona.
  • Los cuentos de hadas para adultos. Una lectura simbólica de los cuentos de hadas recopilados por J. y W. Grimm. Grabiela Wasserziehr. Editorial Endymión, 1996. En este libro la autora describe los diferentes pasos del proceso completo de individuación, tomando como base la interpretación de varios cuentos de los hermanos Grimm.
  • La doncella Rey. La reunión de lo Masculino y lo Femenino. Robert Bly y Marion Woodman. Ed. Edaf, 2000. A propósito del cuento ruso que da título al libro, un poeta y una psicóloga hacen su interpretación particular, centrándose en la unión de los opuestos a nivel simbólico y en las implicaciones de este proceso que llegan a la vida real. Las dos visiones son complementarias y constituyen las dos mitades independientes de la obra. Resulta muy interesante participar del contraste de visiones de los dos autores.
  1. El despertar de la princesa. Allan B. Chinen. Ed. Kairós, 2000. Una antología que reúne cuentos con protagonistas mujeres de todo el mundo en los que se expresa la necesidad que tiene la feminidad por liberarse de sus clichés tal como se han mantenido tradicionalmente. Los cuentos se acompañan de una breve interpretación psicológica. El autor tiene otro libro publicado con la misma editorial, que se refiere en idénticos términos al papel masculino, titulado Más allá del héroe (1997).
  • Psicoanálisis de los cuentos de hadas. La extraordinaria importancia de los cuentos de hadas para la formación moral e intelectual de los niños. Bruno Bettelheim. Ed Crítica, 2006. En este libro el autor hace un análisis de los cuentos más conocidos de la cultura occidental: Blancanieves, Cenicienta y Caperucita entre otros, desde una perspectiva simbólica freudiana, centrándose en las correspondencias existentes entre los episodios de los cuentos y las experiencias interiores de crecimiento psicológico de niños y niñas. Posiblemente este libro sea uno de los primeros que apareció con vocación divulgativa sobre el tema y que ha tenido mayor repercusión editorial (la primera edición es de 1976).

 

Estrella Ortiz

[1] Detenernos sobre este aspecto, tan apetitoso para una cuentista, se sale del objetivo de este escrito, por lo que me consuelo pensando que en otra ocasión volveremos sobre ello.