Parece que no tuviéramos otra manera de empezar estos anuarios que de forma pesimista y casi, casi, derrotista. Si 2012 fue mal y 2013 fue peor, adjetivar este 2014 resulta complicado si quienes firman este artículo no quieren repetirse. Parece que este año hemos tocado hueso y que poco queda ya por tocar. Aquellas quejas y cuitas de años anteriores se repiten:

  • bajada de cachés hasta lo mínimo, seguro que aún habrá otro mínimo,
  • un IVA cultural asfixiante, para nosotros y para los que quieren acceder a la cultura,
  • profesionales que se dan de baja en autónomos durante algunos meses por la falta de trabajo,
  • aparición de asociaciones sin ánimo de lucro y exentas de IVA que además de bajar precios se convierten en una competencia desleal desde lo económico, y en las que se cobijan narradores de toda la vida y noveles,
  • desaparición de espacios de cuento como cafés o festivales, 
  • desaparición de programaciones estables en bibliotecas y centros educativos,
  • descapitalización, por tener trabajo, es decir por trabajar y correr con los gastos que esto genera (impuestos, desplazamientos, dietas, hoteles…) sin saber cuándo se va a cobrar

Este es el camino baldío por el que hemos peregrinado durante este año con la mirada puesta en esos supuestos “brotes verdes” sin ver “la luz al final del túnel”. Contar en 2014 se ha convertido en un acto de resistencia, de militancia con el oficio intentando buscar el arte y la belleza en los cuentos contados.

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