La sensibilidad, en ocasiones, se opone a la razón, y se suele considerar superior a la primera. La razón, dicen, mueve el mundo, es un valor en alza constante; mientras que la sensibilidad se asocia a la intimidad, incluso a la feminidad. La sensibilidad se ha entendido como algo negativo, contraproducente en el trabajo. La novela de Jane Austen Sense and sensibility, por otra parte, ya mostraba que esta aparente dualidad son las dos caras de una misma moneda.

Aunque se asocie sensibilidad a ñoñería, melindrez y cursilería, un sinónimo de «sensible» es «impresionable», cualidad necesaria para que el cuento funcione y virtud muy valorada en el narrador esta de dejarse impresionar por el cuento cada vez que lo narra.

Asimismo, ser sensible es la facultad propia de hombres y mujeres para dejarse llevar por la compasión, la humanidad y la ternura, valores universales que, por otro lado, se encuentran en los cuentos.

Ser un narrador sensible significa que eliges los cuentos también por todo aquello que tiene que ver con los sentimientos, que no reduces tus cuentos a hechos razonables, inteligentes, que no lo sometes todo a juicio. Lo contrario parece imposible, a no ser que nos propusiéramos narrar los prospectos de los medicamentos... y ni así, porque en el trabajo de apropiarse del texto lo impregnaríamos de sensibilidad... ¿De qué otra manera se puede hacer?

Un cuento no se puede elegir únicamente desde la razón, como tampoco se escogen desde la razón las cuestiones importantes de la vida (estoy pensando en el amor). La primera lectura de un cuento nos puede enamorar. De alguna manera, nos ha tocado la fibra sensible, ha hecho mella en nuestros sentimientos, nos ha provocado emociones. Después lo analizamos desde otras ópticas (idoneidad, adecuación, potencial narrativo, etc.) y valoramos si lo incorporamos a nuestro repertorio.

En el momento de contar, los sentimientos a menudo afloran, incluso aquellos que no habían sido convocados con anterioridad. En ocasiones, contando un cuento por el que ya habíamos transitado muchas veces, nos aparecen nuevos sentimientos de la mano de personajes en los que no habíamos reparado, circustancias que habían quedado silenciadas o momentos mágicos que habíamos pasado por alto. El cuento llama a la puerta de las emociones, las nuestras y las del público, y lo que es realmente seductor es que no siempre coinciden.

 

Almudena Francés Mora