escena (fem.): del griego skenè, 'escenario'. Originalmente significaba 'cabaña, tienda, cobertizo'. Skenè es relativo a skia: 'sombra'.

La escena es el sitio donde pasan las cosas. El lugar de los hechos. Tradicionalmente reservada al teatro, se ha extendido a otras actividades consideradas más verdaderas. Así, se habla de «la escena del crimen», «el teatro de operaciones» o «cambio de escenario político». Con esto se demuestra que, todavía, la metáfora más eficaz sobre la existencia humana sigue siendo la teatral.

Como lugar de los acontecimientos, la escena pasó a designar, también, un fragmento de acción humana significativa, comprensible y memorable (ver Episodio).

La escena es el lugar imaginable creado con instrumentos estéticos donde acontecen los hechos contados, y también el lugar de encuentro entre la persona que cuenta y las que atienden.

Cuando alguien escucha una historia, se dice que «imagina la escena», es decir, dota de imágenes al lugar sugerido por el narrador. Este fenómeno es instantáneo, involuntario e inenarrable. Esta escena mental es diferente en cada espectador y puede reformarse si en el relato diacrónico aparece un elemento nuevo, que no se había contado, con el que no se había contado.

La escenografía mental de cada espectador puede ser austera o prolija. Unos tienen apenas sitio para el mueble, la fuente de luz, el instrumento del crimen o de la burla, y los personajes, esos pobres fantoches que representan a los humanos en el cochambroso y sombrío teatro de nuestra mente. Otros, tal vez dominados por la excitación propia de quien atiende, puebla su escena imaginaria de bagatelas, ornamentos, pasamanería barroca que adorna y, a veces, banaliza la acción. 

Nunca sabremos, con certeza, cómo es la escena de los otros. Ni nos importa. Que la persona que cuenta sea minuciosa en evocadores recursos no garantiza la calidad de la imagen ni su soberanía sobre la escena mental del espectador.

La persona que atiende construye su escena influida por su cultura, su tradición, su experiencia icónica y dramática. Depende también de los instrumentos que haya pactado con la persona que cuenta. Y, en menor medida, por el sistema teatral común con el resto del público.

Las palabras y los silencios, la danza del gesto y la música de la voz del que cuenta, descerrajan el teatro del que atiende, encienden la luz y conducen a quien escuche al sorprendido lugar imaginario donde las cosas se suceden: la escena.

Este encuentro puede pasar en un teatro, una taberna, una plaza o una ruina. La persona que cuenta crea a su alrededor un espacio de juego, una escena lúdica, que impone a la mirada del espectador. Puede estar sentada en una silla o vagando por todo el espacio físico del que dispone. Nada de esto cambia los hechos. El que cuenta puede ser atravesado brevemente por la voz o el temblor de un personaje, lo deja pasar, para que llegue al público. Sabe que él solo es un metal comunicante. 

 

Quico Cadaval