Contar con libro

Empecé a contar con la intención de despertar el deseo de buscar en los libros aquello que encontramos a faltar en nosotros, o más bien pretendía despertar la ilusión de que el contenido de los libros puede llenar nuestro vacío. En realidad, en aquellos inicios, quería vender libros, pues... ¡soy librero!

He llegado a esta mirada observando mi recorrido de cuarenta años de cuentacuentos, desde que comencé a poner álbumes ilustrados en una maleta de cartón que me regalaron en los años setenta, hasta el día de hoy, en que trajino varias maletas (hasta siete maletas) llenas de álbumes y cajas repletas de objetos, instrumentos musicales simples y títeres de peluche.

Mi experiencia es la de contar con álbumes ilustrados: los sitúo en mi mano derecha a la manera de atril, mientras que con la mano izquierda paso las páginas. Primero, centro mis ojos en la ilustración y luego mi mirada recorre circularmente el auditorio hasta regresar nuevamente al libro. Es mi manera de mantener la atención. 

He descubierto que los álbumes que cuento me cuentan a mí. O lo que es lo mismo, me cuento a través de los álbumes que he escogido para contar.

En cada sesión de cuentos elaboro un guión que intenta responder a las cinco preguntas: la idea que quiero transmitir (¿QUÉ?), el auditorio a quien me dirijo (¿QUIÉN?),  mi momento vital (¿CÓMO?),  ajustándome al tiempo (¿CUÁNTO?) y al espacio (¿DÓNDE?). Las respuestas a estas preguntas las escribo en mi cuaderno de campo, es la parte teórica. Más tarde, cuando actúo, sucede lo que sucede. 

Partiendo del silencio, mirando al auditorio, respiro con intención y comienzo. Me entrego a la narración, siguiendo el ritmo de las miradas y sosteniendo mi presencia, no siempre siguiendo el guión preparado, sino dejándome llevar por lo que me viene en el momento. Me sitúo en el ahora de mi existencia y enlazo álbumes, con sonidos, con cajas que se abren, con personajes de peluche y con las historias que me surgen en el momento. Dejo que fluya y me atraviese esta mágica energía que se crea entre el público y el contador de cuentos. 

Con esta actitud de estar en el presente puedo percibir el momento en que es suficiente (¡ya está!), y entonces camino hacia el cierre. Es un punto frágil y delicado para emborracharse del placer de contar. Si estoy atento y centrado, cierro.  

 

Pep Durán

 

Voces relacionadas: libros, lectura