La dignidad es la búsqueda de excelencia en nuestro trabajo. Y para ser excelente hay que partir de que somos limitados, contradictorios y en mejora constante. La dignidad implica respeto y preguntas constantes.

Respetar el cuento. Es necesario que cuidemos la estructura de los cuentos y solo modificar la forma de expresarlo. El respeto del cuento pasa por el respeto de sus autores: no se deben contar cuentos de autores que no lo desean. En la medida de lo posible, hay que pedir permiso a los autores y citar siempre las fuentes. Deberíamos también aproximarnos a las fuentes con humildad: respetar los cuentos tradicionales y, cuando realicemos una adaptación, seamos dignos y no nos pongamos como autores, sino como adaptadores o recopiladores (claramente en lugar destacado), de esta manera respetaremos a los miles de narradores anónimos que nos hicieron llegar esas historias.

Respetar al público. Si alguien viene a vernos, es porque quiere, no es tonto. Contar merece todo nuestro cuidado: estético, físico y de preparación. Adaptemos las historias al público que tenemos delante.

Respetar la puesta en escena. Deberíamos pararnos a pensar por qué contamos, por qué contamos lo que contamos, por qué lo hacemos de esa manera.

Respetar a a los compañeros. No se copia, no se cita, no se menosprecia, no se utiliza, no se acapara el tiempo y la atención. Es importante ver sesiones de compañeros porque se aprende mucho de los demás.

El respeto implica unas condiciones dignas para desarrollar la narración:

  • Pedir un espacio físico adecuado para el desarrollo de la narración.
  • Solicitar que nuestro nombre y lo que hacemos figure en la comunicación y publicidad.
  • Exigir una contraprestación económica justa.

Aceptar el error y la critica son pasos hacia una mejora. Para ello, es necesario solicitar la opinión de otros y aprovechar esta opinión.

Es conveniente ser sincero para fijar nuestras metas y aceptar nuestras limitaciones, y no escondernos tras falsas justificaciones. Debemos ser transparentes en nuestros objetivos. No somos profetas, ni maestros, ni almas caritativas, somos personas y, como tales, tenemos grandezas y miserias. Somos lo que somos. No somos perfectos y, por ello, debemos formarnos constantemente.

También conviene aceptar que esto es un trabajo y que trabajamos por dinero (entre otras razones). La dignidad pasa por hablar claramente de dinero y del coste de nuestro trabajo. 

Hay que ser suficientemente digno para controlar nuestro ego. No somos capaces de todo. No somos más listos ni mejores que nadie.  Y también para cuestionarnos constantemente si debemos formar a otros y cuándo estamos capacitados para hacerlo, si lo hacemos por ayudar al oficio o por ego o dinero, si la formación que realizamos sirve para desarrollar del oficio o lo perjudica.

Por último, no se debe utilizar el escenario para ligar o impresionar.

Carles García Domingo