Los cuentos son el paso natural para acceder a las tierras de ficción cuyo sustrato fundamental es la imaginación. La imaginación es, entre otras cosas, la forma de conocer la realidad más allá de la razón, adentrarse en lo profundo desde el ámbito simbólico, el juego y la ruptura de los imposibles. En este sentido conviene señalar que «imaginación» y «fantasía» son dos términos diferenciados y para explicar esta diferencia nada mejor que un ejemplo: ante un problema, con la imaginación lo resolvemos, con la fantasía nos evadimos (pero, una vez de vuelta, el problema sigue estando ahí).

La imaginación, tal como dice el DRAE en su primera acepción, sería la 'facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales e ideales'. Es, por tanto, gracias a la imaginación que podemos visualizar los cuentos que contamos o escuchamos, y sucede entonces que contar y escuchar se convierten en un ejercicio que refuerza el músculo de esta facultad. Ocurre además que la imaginación en los cuentos trabaja de dentro hacia fuera, al contrario que otros lenguajes de ficción como los vinculados a las pantallas, que trabajan de fuera hacia dentro: empobreciendo y colonizando más que fortaleciendo. ¿Qué quiere de decir este «trabajar de dentro hacia fuera»?, nada más sencillo: una palabra puede transformarse en mil imágenes, tantas cuantas escuchadores del cuento haya. Si quien narra dice «árbol», quienes escuchan visualizarán cada uno su árbol (y todos estos árboles serán diferentes); al contrario que quienes miren ese árbol en una pantalla: todos verán ese mismo árbol, articulando una ficción homogeneizante, uniforme. Es, por tanto, la imaginación que se alimenta del cuento contado un tipo de imaginación rica y profunda que amplía los límites de las tierras de ficción y, sobre todo, que actúa de manera personal (en cada individuo) y que afecta de manera grupal (a toda la comunidad).

Por otro lado el DRAE en su cuarta acepción afirma que la imaginación es 'la facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos, etc.' En este sentido, el cuentista necesita también ejercitar esta facultad para poder resolver muchos de los problemas cotidianos en el devenir de su oficio: espacios inadecuados, públicos incómodos, imprevistos en medio de una sesión de cuentos... La imaginación nos puede ayudar a resolver de manera rápida visualizando posibles opciones y eligiendo la más conveniente.

La imaginación también es una herramienta útil a la hora de orientarnos en el trabajo previo (de cocina) de los cuentos que vamos a contar: planteando distintas opciones y soluciones, elaborando variantes más ricas, ahondando en sus significados profundos, creando rimas, cancioncillas, retahílas que incorporaremos en estos cuentos, etc.

Para terminar os dejamos esta hermosa cita de Gustavo Martín Garzo en su libro Una casa de palabras (Ed. Océano Travesía): «la imaginación es un acto de rebeldía frente a esa realidad cotidiana que impone a los hombres una manera de vivir y de comportarse»

Pep Bruno