¿Dan miedo los cuentos de tradición oral?

¡MIEDO! ¡Qué miedo dan los bosques de los cuentos, la oscuridad de una estancia, el crujir de la madera debajo de los pasos en una casa solitaria, el ruido de unos dientes que chirrían, las estancias donde todo tiene vida propia, la mirada de una bruja con ojos rojos, el olor de los monstruos, las uñas afiladas y los dientes puntiagudos, los ronquidos de los ogros y su despertar diciendo “aquí huele a NIÑOOOO”!

Parece que tanto el miedo como los cuentos están en nuestro ADN. Dice Ignasi Potrony que aunque dejemos de contar cuentos tradicionales no importará, ellos seguirán existiendo, pues los cuentos “de toda la vida”, están grabados en nuestro ser, en nuestro ADN, que nos pertenecen, que es imposible quitárnoslo. Aunque no los hayamos oído nunca, aunque nadie nos los haya contado… los cuentos de “toda la vida” son eso en realidad: cuentos que encierran “toda una vida”.

Os preguntaréis por qué he elegido el tema de “el miedo a los cuentos tradicionales” para este boletín. Yo no soy una narradora que tenga un extenso repertorio de dichos cuentos, pero he de reconocer que son mi motor, que aprendo muchísimo de ellos: de su estructura, de su locura, de su sabiduría, de sus metáforas…Y no solo para mi vida profesional sino para mi vida personal. Aún recuerdo, hará ya un año, el miedo y a la vez la sensación de libertad que me dio leerme una versión de Barba Azul, sí he escrito bien: miedo y libertad, porque los tradicionales son así, te dan yin y te dan yang a partes iguales.

Pero en realidad elegí el tema porque uno de esos día que te pones delante del Google y comienzas a hacer combinaciones y permutaciones que normalmente no llevan a ningún resultado me encontré con una señora (no apunté el nombre…) que daba cursos a padres y madres sobre cuentos, (¡tenía un buen número de seguidores¡) en sus talleres “maldecía “ a los cuentos tradicionales, y no solo eso, obligaba a eliminarlos de un plumazo, a no volver nunca a contarlos. Qué pena me dieron esos niños sin Caperucitas, sin lobos, sin Tres cerditos… sin heroínas que vencen dragones y príncipes que esperan besos (príncipes dormidos, sí, he escrito bien, ¡que haberlos, haylos!). Siento que cada vez somos más ñoños con nuestros hijos, que les intentamos proteger de bosques y de Baba Yagas, que hacemos que el lobo se haga musulmán y no coma ya cerdo, que los ogros dirijan centros de belleza y se depilen el pecho… pues creemos que el mundo tiene que ser para nuestros retoños wonderfullll.

¡Ay!, ¡ya nos gustaría!, ¡y a mí la primera! Sí ,el mundo es bello, es hermoso, pero lo es todavía más cuando atravesamos bosques tenebrosos, matamos a brujas, o recuperamos capas de foca, o nos quitamos capas de burro, o eliminamos a las madrastras envidiosas de nuestras vidas…

Es de sentido común que no contaremos Hansel y Gretel igual a un niño de 3 años que a uno de 8, claro, ellos nos dirán con sus ojos hasta donde quiere saber. Es una pena que en las sesiones de cuentos abiertas o familiares vayan cada vez niños más pequeños, porque es un placer contarles cuentos tradicionales a los niños de 8-10 años, lo viven de una manera muy visceral, como hay que escuchar esos cuentos. Aún recuerdo a mi hija cuando contándole el cuento de "Las tres naranjas" al final dije "y la bruja fue devorada por los perros”, Candela, poniéndose de pie en la cama, alzando un brazo y doblándolo dijo “¡bien, toma ya!. Liberador, fue liberador para ella, matamos a la bruja y las dos nos fuimos a la cama más contentas que unas pascuas. Algunos dirán que somos unas asesinas, ¡uffff! les doy la razón, asesinas de brujas… todavía nos hacen una película.

Os dejo una reflexión: algunos progenitores no les cuentan dichos cuentos pues los ven horribles, violentos y sexistas, pero los cines están llenos de pelis sobre el tema. El mundo es raro, muy raro. Nos dejamos contar la historia si viene de una pantalla como si eso le diera más legitimidad, pero no lo es si vienen de la boca de un ser querido que te cuenta un cuento de “toda la vida” compartiendo su tiempo y su mundo.

Pensé pedirles a Antonio Rodriguez Almodovar y a Gustavo Martín Garzo que escribieran sobre este tema, pero la verdad es que lo han hecho ya muchas veces y podemos ver sus escritos en internet o en sus ensayos que no son difíciles de encontrar. Me apetecía más la opinión de la gente cercana al oficio, a nuestro hermoso oficio.

Mariaje Paniagua Cáceres maestra, bibliotecaria en el colegio donde da clase, tiene un blog estupendo, cuando lo leo me gustaría volver a la escuela y que ella fuera mi maestra (os lo enlazo porque me parece maravilloso) nos ha escrito este texto titulado "¡Que viene el lobo!".

Marina Sanfilippo, filóloga, investigadora, narradora…¡ay, un lujo de muchacha!, nos ha escrito un artículo titulado "Niños, niñas y perdices, ¿queremos que sean solo felices?". No podía faltar en este boletín su opinión sobre un tema que domina y mima.

Katrice Horsley narradora inglesa (mirad su blog) a quien conocí en un festival de narración y aunque mi inglés es inexistente ella chapurreaba todos los idiomas, y nos sentimos como en casa juntas. Me encantó verla contar (aunque no la entendiera, tenía una fuerza especial). Realiza un trabajo impresionante con los niños en exclusión social con ayuda de los cuentos y de los símbolos. Le pedí un texto para este boletín y ella, que es un primor, enseguida se prestó. Aquí os dejo su artículo "Pequeños niños en mundos aún más pequeños" en el que reflexiona sobre el miedo a contar cuentos de tradición. Mil gracias a Sonia Carmona que ha hecho magníficamente la traducción del texto.

Ana Cristina Lluch, pertenece a Titiricuento. Ana es de esas personas que tiene tatuada en la mirada “la vida es bella”. Ana es mi amiga, mi vecina, mi compañera de profesión, y madre de dos niños Pablo y Mario. Le pedí su opinión como madre pues Pablo, el pequeño de sus dos retoños, duerme con Maléfica, es su juguete favorito. Ana nos regala su reflexión, divertida y profunda sobre los malvados en los cuentos en este artículo que ha titulado: "Mi hijo duerme con Maléfica".

Virginia Imaz narradora, payasa, pedagoga...¡y mucho más! Referente para muchos y muchas pues está en esto de la narración desde hace muchos años (empezó desde niña). Siempre dispuesta a plantearse el oficio, a reflexionar y a crecer…CRECER Y CRECER. Nos ha enviado un completo artículo titulado: "Los cuentos de miedo: conjuro contra los terrores cotidianos".

Falta un texto de Ignasi Potrony, estuve detrás de él porque pienso que tiene muchas cosas que aportar al oficio y a este tema en concreto, pero en el último momento me pidió disculpas porque, me dijo, él era más de hablar que de escribir. Seguiré detrás de él y de sus reflexiones, quizás haya suerte más adelante.

Sé que no descubrimos nada nuevo con nuestras reflexiones pero siempre es interesante volver a sacar temas que nunca dejan de estar de moda.

Gracias por vuestro tiempo. Ojalá este boletín renueve un debate sobre este tema (siempre candente), por lo que será bienvenido cualquier comentario que os suscite.

Ah, y os recordamos que, si después de leer, os apetece escuchar cuentos, siempre podéis echar un vistazo a la agenda de cuentos del mes de mayo.

Saludos

El boletín n.º 31 de AEDA ha sido coordinado por Eugenia Manzanera