En un día como hoy queremos recordar todos los cuentos e historias basados en mujeres que los narradores y las narradoras contamos: personajes reales o de ficción, históricos o inventados, contamos sobre reinas, princesas, campesinas o cortesanas, contamos historias sobre personajes terroríficos como La condesa Sangrienta, brujas o madrastras; o amables, sobre niñas, pequeñas cerilleras o bandidas aguerridas. Contamos sobre seres extraordinarios como gigantas, hadas, ninfas o sirenas (las de Andersen o las de la Odisea)...
Contamos historias de mujeres pícaras; sensuales; sexuales; listas; tontas, enamoradizas; vengativas; modélicas; perversas; putas o santas, contestatarias; guapas; feas; flacas, gordas; insulsas o estrafalarias.
Contamos sobre ellas sin pelos en la lengua, contamos los abusos cometidos hacia ellas o por ellas. Construimos historias en las que las mujeres son las protagonistas o las antagonistas; personajes principales o secundarios, mujeres que hemos conocido o que nunca conoceremos, pero que quisiéramos conocer porque en nuestro imaginario ya son tan reales como tú o como yo.
Quienes contamos luchamos contra los arquetipos y también los perpetuamos.
Por eso en un día como hoy quiero recordar lo que dice el artículo primero de Los Derechos Humanos:
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Eso incluye a las mujeres, pero no siempre ha sido así, ni en todos lados es así.
No es así ni en los cuentos.
Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer y parece una celebración más, igual que se le dedica una fecha al día del padre, al de la madre, al día del cáncer, al día del amigo, del trabajo… pero detrás de esta fecha hay una historia y ojalá fuese un cuento.