Arianna Squilloni es una buscadora de tesoros y facilitadora de maravillas. Nació en Italia y allí estudió filología latina y griega. Se especializó en edición y gestión editorial y desde 2002 vive en Barcelona. Trabajó para la editorial Thule hasta 2007, impulsando la colección de libros álbum Trampantojo. En 2008 inició su proyecto personal a través de la editorial A buen paso, una editorial con espíritu propio, libros desafiantes y a veces incómodos, libros repletos de naturaleza, refugios y héroes imposibles.

Arianna ha tenido a bien responder a unas cuantas preguntas sobre la elaboración de álbumes ilustrados en su editorial, su percepción sobre este género literario y su relación con la narración oral.

Arianna Squilloni

 

¿Cómo definirías el libro álbum?

Un libro álbum es un libro en que palabras y/o guion, ilustraciones y soporte (con todas sus peculiaridades físicas, de tamaño, consistencia y tacto del papel, encuadernación, etc.) se unen en el acto de contar una historia. En cada libro álbum en concreto, es posible que uno o dos de estos tres elementos sean más prominentes, mientras que uno o dos elementos queden relegados a un papel secundario. Pero nunca están del todo ausentes. El espacio de la página (que no siempre es doble, precisamente A buen paso ha publicado algunos formatos que se construyen al prescindir de la doble página) es el teatro en el que se pone en escena el cuento que cobrará vida plena en la mente del lector.

 

En general ¿Cómo es el proceso de elaboración de un álbum en tu editorial?

Cada libro tiene su historia única y particular. Aun así, quizás hay algunas costumbres en la elaboración de un libro en A buen paso. Suelo adquirir pocos derechos de traducción y es muy difícil que publique un proyecto que se me presenta cerrado y prácticamente acabado. Me gusta conocer a los autores (escritores o ilustradores que sean), conocer sus intereses y pasiones y a partir de allí encontrar un territorio común que podamos explorar. El libro entonces se va cocinando poco a poco con ellos o ellas. A veces el proceso es muy lento, otras veces se concentra en unas semanas de intercambios endiablados de mensajes. Otras veces, desafortunadamente, el proceso se queda atascado. A veces en fin los libros nacen de un idea, de una propuesta de la editorial, otras, a partir de un texto, otras también a partir de unas imágenes... María José Ferrada, por ejemplo, es habilísima (en general, pero también) a la hora de levantar la cortina detrás de un conjunto de imágenes y dar voz a la historia que sugieren.

 

Aunque se entiende que no siempre es igual, ¿Cuál es la relación entre ilustrador, escritor y editor en ese proceso de creación del libro álbum? ¿Podrías ponernos un par de ejemplos con diferentes libros que hayas editado?

Si empiezo a contestar a esta pregunta y no me dais límites de espacio, me temo que será una historia interminable. Me fascinan los procesos y podría hablar de ellos durante días seguidos.

Haré un par de ejemplos a partir de libros publicados este año, en particular a partir de Suben y bajan de Marta Comín que me tiene entusiasmada. Lo que entusiasma son los dos: el libro y su autora.

Marta suele trabajar en proyectos que nacen de su curiosidad, de su necesidad de explicarse las cosas a sí misma. En el caso de este libro, se había quedado fascinada con el concepto taoísta de la dualidad y, para aclararse, empezó a dibujar parejas de imágenes relacionadas con los contrarios de subir y bajar, para encontrar sus intersecciones e interacciones. En la feria de Bologna vi algunas imágenes de este proyecto.
Me encantó la manera de pensar de Marta y cierto aire a un tiempo sintético y denso de sus imágenes. Le dije que me encantaba su idea, pero que la secuencia se tenía que pulir, ella estaba de acuerdo. A la vuelta de la feria, me escribió para enviar una secuencia modificada y, a partir de allí, nos enredamos en un intensísimo intercambio de mensajes en los que ella me enviaba sus avances y yo le comentaba mis dudas, le hacía preguntas o tomaba sus imágenes y las cambiaba de orden. Poco a poco (o más bien, rápido rápido, como en un frenesí creativo), Marta encontró las metáforas visuales que necesitaba para desentrañar la relación entre las acciones de subir y bajar, al mismo tiempo que iban emergiendo un ritmo y una melodía que se manifestaba en la línea sutil que unía una doble página a otra. Ya, al final, Marta tan solo tuvo que encontrar un narrador y moldear su voz a lo largo de un día que coincide con el número exacto de las páginas de su libro. Fue entusiasmante, aunque me temo que Marta ahora ya me tiene pillado el truco y cada vez que lee un mensaje mío que dice: “Fantástico, perfecto, me encanta, tan solo tengo una duda...”, ya sabe que una vez más la estoy liando.

Otro libro que quiero mucho es Versos como una casa de Mar Benegas y Francisca Yáñez. Cuando Mar me envió el texto, en realidad me lo envió para que lo leyera como disfrute mío, personal... Pero le dije que no, que cómo se le ocurría escribir un libro sobre la casa (con lo maniática que soy yo de la idea de cobijo y refugio) y no pensar que se lo publicaría yo.
Justo esos días, me había enviado su portfolio por correo electrónico una ilustradora chilena que no conocía: Francisca Yáñez. Había algo en sus imágenes casi de muñecas recortadas que me llamó poderosamente la atención. Le enseñé su trabajo a Mar y ella también estuvo de acuerdo, Francisca podía hacer un muy buen trabajo con el libro. Se lo propuse y aceptó.
A partir de ese momento, Mar estuvo en segundo plano, para que Francisca trabajara libremente. Miquel Puig, el diseñador de A buen paso, hizo una maqueta provisional para que Francisca viera el espacio ocupado por los poemas y algunas pequeñas cuestiones de diseño (como las portadillas que separan las distintas secciones del libro) y nos estuvimos intercambiando mensajes e impresiones Francisca y yo, hasta que ella dio con el punto exacto para las imágenes. Con el tono y la atmósfera.
A partir de ese momento todo fue muy fácil y las imágenes de Francisca fueron fluyendo. Lo más curioso del caso –y me di cuenta mucho más tarde– es que le habíamos propuesto un libros sobre la simbología de la casa, sobre la casa madriguera y refugio, a una ilustradora y artista especializada en el tema del exilio. Ella misma lo había vivido de niña en su propia piel cuando su familia tuvo que abandonar Chile.
Adoro estas coincidencias y estas mezclas curiosas, imprevistas entre las personas y sus imaginarios.

 

¿Qué consideras que no debe faltarle a un buen libro álbum?

Honestidad. Y trabajo. Y cierto tipo de oralidad en su proceso de creación.
El hecho de que sus creadores hayan trabajado para contar una historia que tenían que contar, buscando la mejor manera para hacerlo, sin pensar en lo que es más codiciado según el mercado, sin doblarse a exigencias externas a las necesidades creativas de la obra.
Y el trabajo, el tiempo de desarrollo son necesarios porque es allí que emergen esas conexiones inesperadas y curiosas que le dan una cohesión profunda a las historias, que le llevan a un lector a hacer esos descubrimientos inefables... Esos que tanta satisfacción te suelen dar.
Y necesita oralidad, sí, porque creo que tanto los creadores como los editores tenemos que contarnos las historias antes y mientras las escribimos y también después, para saber si nos convencen, si son tan buenas como las imaginamos en nuestras cabezas. Nos las podemos contar a nosotros mismos o, en un ambiente de trabajo colegial, a los colaboradores. Eso es genial.
Luego sabemos que una historia escrita se mueven por códigos distintos a los que una historia narrada oralmente, pero creo cada vez más que es importante que seamos capaces de contarnos la historia que estamos a punto de publicar, en pocas palabras para darnos cuentas de los ejes que las vertebran.

 

¿Qué papel juega el diseño y maquetación del libro en su significado total?

Al principio decía que el soporte es uno de los elementos suficientes y necesarios para dar vida a un libro álbum. Eso implica que diseño y maquetación tienen un papel bien importante: pienso por ejemplo en la idea que tuvo Miquel Puig en En el silencio del bosque de acompañar cada lámina de página simple con una página de un color, una tina plana. Porque las láminas de ese libro iban a competir si llegábamos poner dos en la misma doble página. Entonces con el espacio que teníamos disponible, Miquel pensó en eso y el libro se convirtió en un día de amistad entre una niña pedida en el bosque y un oso y al mismo tiempo en una fluir experiencial a través de los colores del otoño, del día, de estados de ánimo... Según las interpretaciones que los pequeños grandes lectores de este libro han ido encontrando.
El diseño es fundamental, un diseño que respete la obra, que no quiera destacar o declarar su importancia: y también que respete el lector, cuidando la legibilidad del conjunto.

 

Muchos narradores y narradoras utilizan el libro álbum a la hora de contar mostrando sus imágenes (algunas o todas) al mismo tiempo que van contando: ¿se tiene en cuenta esta posibilidad en el proceso de creación del libro álbum?, en caso afirmativo ¿de qué manera?

A buen paso concretamente... No. Entiendo que a veces podría ser útil, pero pienso que un libro tiene que tener el formato que mejor se le adecúe, me puedo equivocar, pero lo hago honestamente.

Entonces espero que la persona que narre un libro encuentre su manera de narrarlo e invente los recursos que más le ayuden. Lo cual no quiere decir que efectivamente podría ser interesante desarrollar un diálogo desde y con la editorial y, si un narrador necesitara las imágenes del libro en un determinado formato, encontrar la manera de proporcionárselas, a través de una impresión de láminas hecha adrede, u otro tipo de solución. Eso no estaría mal, ¿no?

 

¿Qué debería hacer un narrador oral profesional que quisiera contar un libro álbum de tu editorial? (me refiero a cuestiones legales: basta con citarlo, con mostrarlo, hay que pedir permiso...)

Si un narrador oral profesional quiere contar un álbum de A buen paso, para empezar para mí será un honor, lo que tendría que hacer es citar el libro y enseñarlo, luego su narración tiene que tomar su forma natural, la forma en la que la haya pensado la persona que la ha imaginado.

 

¿Cuál es tu percepción del mercado actual del álbum? ¿Cómo está la industria editorial a este respecto?

Mi percepción es ambivalente: por un lado parece que los adultos nos damos cuenta de la importancia de la infancia y sentimos la necesidad de dedicarle un lugar central, acompañarla en su desarrollo y eso incluye la presencia de los libros y de los álbumes. Por el otro, es demasiado fácil ir hacia lo inmediatamente comprensible y (presuntamente) útil, práctico.

Y aquí llegan los problemas porque la literatura y la literatura que nacen de la unión de imagen y palabra nos asustan porque no las entendemos y no queremos quedar mal. Así que las apartamos. La gracia es que una de las características fundamentales de cualquier obra de arte es desde siempre eso de cuajar en los intersticios, o su falta de transparencia, porque de allí nace su poder de sugerencia.

Entonces, por un lado, bien, por el interés y la atención que suscitan el libro álbum y la literatura para la infancia, pero, por el otro lado, mal, muy mal, porque (en líneas muy generales) lo que se acaba buscando no son exactamente obras literarias, sino obras construidas según lo que creemos necesitar (una literatura útil no para aprender a pensar de manera crítica, sino para pasar el rato al mismo tiempo que asimilamos los valores actualmente en boga).

Además, editar técnicamente se ha vuelto una operación relativamente fácil, tanto que pululan las editoriales, es como si hubiera una a cada esquina, pero... ¿Cuánta personalidad y carácter hay en cada una de ellas? ¿Qué tipo de lector o de discurso proponen a través de los libros que componen su catálogo?

 

¿Cómo es el álbum que querrías editar y aún no has podido?

Bueno, La gota moja a la gata maja se acerca mucho... Y los Buñuelos de huracán le siguen de cerca, pero esos buñuelos no los puedo mencionar aquí porque no me creerías.

 

Muchísimas gracias, Arianna.

Entrevista realizada a Arianna Squilloni por Pep Bruno y Laura Escuela

Forma parte del BOLETÍN N.º59 de AEDA – Narración oral y libro álbum