La Radio es una alternativa positiva para la narración oral. 

Así empezó el programa 4 Vientos desde una radio comunitaria.

En Junio de 2020 surge en mi localidad, la playa de El Palmar de Vejer de la Frontera, la iniciativa de una radio cultural a través de la Asociación de Vecinos, la dirección de la radio estaría a cargo del locutor Fernando López y eso me animó a colaborar para aprender un poco de un mundo que, hasta la fecha, desconocía mas allá de colaboraciones puntuales en algunos programas de radio. Así fue como me ofrecieron el proyecto voluntario de llevar el timón principiante de la sección de cultura y me pidieron presentar una propuesta de programa cultural para Radio. Presenté un proyecto teórico y por escrito de un programa que se llamaría  4 Vientos.

Durante el primer mes participé como colaboradora en el  magazín de la mañana, llevando la sección cultural local, aprendí de guiones de radio, de ritmos, de escaletas  y entrevistas.

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Comencé mis primeros escarceos con la narración siendo maestra allá por los años 1980. Teníamos en el colegio todos los miércoles lo que llamábamos taller de narración. Un padre de un alumno, de profesión carpintero, nos hizo unas estanterías para el aula y cada uno traía los libros que tenía en casa. Así creamos nuestra biblioteca de aula. Leíamos y contábamos cuentos tradicionales a los que después, con la ayuda de Gianni Rodari y su libro Gramática de la fantasía, les añadíamos algún elemento nuevo y creábamos nuestros propios cuentos. Así surgieron “Caperucita en helicóptero”, “historias de antónimos”, entre otros. Les daba un título y los alumnos tenían que inventar una historia y contarla. También les entregaba párrafos vacíos que tenían que rellenar, historias a las que tenían que darle un final, y otras muchas que fotocopiábamos con la famosa imprenta de gelatina para tener todos las copias y nuestro propio libro de historias. También llevaba a mis alumnos a las bibliotecas públicas a escuchar cuentacuentos.

Recuerdo mi primer encuentro después de muchos años con mis alumnos de Getafe, que traían todos nuestro cuaderno de historias. Aquello me emocionó, yo que había llegado a la profesión de maestra un poco por casualidad (había estudiado Psicología pero me preparé las oposiciones de maestra con la intención de trabajar después como psicóloga), abandoné esa idea porque descubrí mi vocación: ser maestra.

En abril del año 2020 toda actividad cultural oficial y económicamente activa se había paralizado. Una pandemia, imaginada por escritores apocalípticos o productores de Hollywood lo detuvo casi todo.

En aquella incertidumbre de no poder avanzar, ni siquiera salir de la casa, con un futuro inmediato sin guion posible, miraba hacia atrás, al pasado, a lo vivido en esto de ser artista y gestor cultural y me reencontré con un camino de muchas vertientes y pude ver en cada tramo andado iniciativas extraordinarias que surgieron de artistas y gestoras culturales; pequeños proyectos que hoy en día, incluso en pandemia, sobreviven gracias a las raíces que han echado en sus comunidades. La primera impresión fue que nunca tendría el tiempo suficiente para contarlo, e inmediatamente me puse manos a la obra. Volví al viejo amor de la radio como medio para unir esos proyectos, para que más gente escuchara sobre ellos y que tuvieran eco en el mundo gracias a las nuevas formas de comunicación, en este caso, en formato de podcast.

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Amor al arte es amar lo artístico que cada uno crea, es crear por la sensación misma de crear sin esperar nada a cambio más allá del placer mismo del acto creativo. 

La necesidad de crearse a sí mismo es una forma que tiene el arte de sobrevivir en cualquier etapa independientemente del factor económico. El arte se abre paso por las diferentes y variadas capacidades que tenemos de crear.

El amor al arte mantiene oficios puros en etapas en las que no están de moda y también permite crear proyectos originales que, aunque a veces requieren más esfuerzos que beneficios, favorecen la continuidad de una especie creativa diferente a la establecida.

Y mientras hacemos el amor al arte también nos reinventamos.

Muchas veces el arte está al servicio de un sistema social, económico o cultural. Donde hay dinero alguien pone su arte y se presentan proyectos, muchos proyectos. 

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