¿Quién Vive en Casa del Libro?, así se titulaba el proyecto que presenté hace 7 años en la librería Casa del Libro ubicada en la Gran Vía de Madrid. Un proyecto que buscaba generar un espacio de identificación con futuros lectores a través de sesiones de cuentacuentos estables cada fin de semana en la sala de actividades de la librería.

En mi propuesta consideraba la importancia de crear una figura de referencia para los más pequeños. Algo que sucede en las bibliotecas, cuando los niños identifican a la bibliotecaria que está en la sala infantil; y en las pequeñas librerías con cariñosos libreros que llaman por su nombre a los niños que se acercan con frecuencia, pero que no suele suceder en grandes librerías como ésta donde todo se vuelve un poco más impersonal. Casa del libro de Gran Vía es una librería que tiene cuatro plantas y una rotación posible de 50 libreros para atender público. Así resulta muy difícil identificar a los niños y futuros lectores que se acercan seguido y crear una relación cercana y de confianza.

En mi proyecto este rol sería cumplido por Lili Cuentacuentos, personaje interpretado por mí, que cada fin de semana les estaría esperando “en su casa” a fin de compartir uno o más cuentos a partir de libros encontrados en la propia librería. De esta manera se buscaba crear un espacio para los futuros lectores donde la narración de cuentos ocuparía un lugar primordial, pero donde también se podrían recibir visitas de un autor, de un personaje o de un ilustrador. Con o sin visitas sería siempre Lili cuentacuentos la anfitriona, el nexo estable con el espacio, otorgando seguridad, referencia, además de ir conociendo sus individualidades e intereses, todo esto para, finalmente, despertar en ellos la capacidad de escucha así como el amor por los cuentos y los libros.

Este fue mi primer y único proyecto presentado a una librería. Porque la apuesta funcionó. El sábado 9 de Octubre del año 2010 nacía Lili Cuentacuentos y, con ella, las sesiones de cuentos: cada sábado a las 12:30 hrs. en la librería de calle Gran Vía 29.   

Gran Vía fue la primera librería de la Cadena, pero muy pronto y gracias a la respuesta del público  se fueron sumando otras. Para el mes de noviembre ya eran tres las librerías y al comenzar 2011 Lili Cuentacuentos contaba en las nueve librerías de la cadena Casa del  Libro, en Madrid.

El que sumaran nuevas librerías fue fantástico. Una misma sesión, un mismo cuento, era contado hasta nueves veces. Y todo narrador sabe muy bien cómo gana un cuento cuanto más se rueda. De viernes a domingo Las librerías de Casa del Libro se llenaban de relatos y Lili Cuentacuentos aprendía de todo ello: de los libros, de los niños y niñas y de los padres. 

No lo he dicho pero este fue mi primer proyecto como narradora oral aquí en España. Mi trayectoria viene de Chile como pedagoga teatral y actriz de una Compañía de Teatro Antropológico para la infancia y sus familias: Pimpiriflauta; que luego dio origen al colectivo Karukinka. Pero mis muchos años de teatro y títeres de Chile aquí se perdían. Era importante crear una vida escénica en éste nuevo espacio.  Y en ese contexto la librería Casa del Libro pasó a ser mi escuela y a la vez mi escaparate.

 

Contar en Librerías es una escuela

Para mí lo ha sido y lo sigue siendo. Contar cada semana me hizo estar muy alerta y llevar una agenda ordenada donde apuntaba lo que funcionaba y lo que no.

Contar en una librería te pone al alcance de los libros y permite descubrir que no todas las novedades que llegan a las librerías sirven para ser contadas. Esto hace comprender la importancia de la selección y la necesidad de mucha lectura y revisión de libros antes de definir lo que será contado.

Contar en una librería sitúa al narrador en un espacio muy cercano con los niños, donde es posible contactar con sus miradas muy estrechamente. Este espacio de proximidad requiere mucha honestidad por parte del narrador, además de una cuidadosa atención a los detalles incluso en el vestir y aspecto.  Aquí, así como con un solo gesto capturas la atención de todo grupo, de igual manera un botón que falta en la camisa puede ser objeto de distracción de todos.

Contar de manera estable en un mismo espacio me ha permitido identificar la honestidad de los niños cuando algo no les gusta; la seguridad que despierta en ellos ver que les recibe alguien conocido y el enorme placer que sienten de poder anticipar lo que va a suceder.

Contar de manera estable en una librería permite fidelizar un público.

Contar de manera estable en una librería me ha permitido probar cosas y evaluar cómo funcionan. Porque estás contando a un grupo pequeño al que conoces, con niños y padres con quienes puedes dialogar.

Contar de manera estable en una librería me ha permitido desarrollar un cronómetro interno que permite medir los tiempos de cada cuento y sesión de manera muy orgánica. Esto es algo que vengo reconociendo en los últimos años y que quizás muchos narradores de larga trayectoria entiendan muy bien.

Han pasado ya 7 años desde el comienzo de esta aventura. Ante la imposibilidad de crear un ejército de Lilis nació Zyro, un gato lector, mascota de las librerías de la cadena en toda España y que da continuidad a los espacios creados para la narración.  

A partir del año 2014 se sumaron dos narradoras más al proyecto de Madrid. Ambas cuentan en las librerías Casa del Libro de las grandes superficies, como son Xanadú, Tres Aguas e Isla Azul. Por mi parte sigo contando en Casa del libro de Gran Vía, Goya, Fuencarral y Orense. 

Lili Cuentacuentos nació en Casa del Libro. No puedo desconocer el escaparate que ha sido para mi trabajo y la enorme experiencia que me ha dado contar cada fin semana.  Muchas bibliotecas me han llamado para contar porque me han visto en la librería. Muchas Editoriales me han invitado a contar porque me han visto en la librería. ¡Son 54 cuentos distintos al año! Con un calendario de 11 temas definidos por mí y por el equipo de libreras educadoras. Los libros me son facilitados por la librería. Tengo la posibilidad de pedir en “cesión” tantos libros como necesite.  Luego, aquellos que pruebo y resultan un éxito con los niños, los puedo comprar con descuento. Esto permite  revisar despacio y cuidadosamente muchas de las novedades que se reciben. También hay editoriales que me envían sus libros de regalo.

La selección de cuentos la hago yo, salvo algunas excepciones puntuales cuando recibimos la visita de una autor o campaña puntual que se da en toda la cadena. Cuando viene un autor y es él quien cuenta el cuento, yo soy la anfitriona. Sigo presente en la sesión cumpliendo mi rol de referente y vinculando a los niños con el autor, creando preguntas para romper el hielo y, muchas  veces, apoyando la narración de la historia. ¡Es una maravilla trabajar con algunos autores!

 

Sobre las sesiones

En mi trabajo como narradora diferencio una sesión en la librería de una sesión en bibliotecas o colegios. Son públicos y contextos diferentes.

En la librería mi sesión está dividida en cuatro momentos muy marcados y precisos que se repiten cada semana. En la primera parte, como introducción, utilizo libros visuales y rimados, con personajes y objetos visitantes que los niños habituales reconocen. Hay espacio para la improvisación y el diálogo. Y es que los niños tienen cosas que contar, hablar de libros que han leído con sus padres o en el colegio. Incluso a veces traen sus libros favoritos para que yo los cuente. Siento que este espacio es de gran riqueza en el proceso de despertar su amor por la lectura.  Todo esto ocurre antes del cuento. De manera que cuando llegamos al momento en el que yo cuento el cuento central de la sesión, todos están listos para guardar silencio y poner la atención en modo escucha.  El último momento tiene que ver con la creación plástica a modo de comprensión.

En bibliotecas, en cambio, cada sesión tiene un eje o una estructura que puede unir uno o varios cuentos específicos en torno a un guion. Él o los cuentos que van en esa sesión son esos y no otros, porque cuadran y porque le dan forma a la misma. Hay menor margen de improvisación porque existe un guion al que debemos volver. Como si se tratara de una partitura de Jazz, donde podemos de pronto improvisar con un instrumento pero sin perder de vista que hay una melodía que unifica y da sentido. Cuando una biblioteca me llama yo tengo un listado de sesiones puntuales para ofertar y son las que están ya guionizadas o preparadas.

Cada año se suman a mi lista sólo una o dos sesiones nuevas. ¡Es que hay mucho que probar antes!

A veces sucede que cuando cuento un cuento en la librería utilizo como apoyo el propio libro y sus ilustraciones pero para contarlo en una sesión en biblioteca puede que el propio libro no sea suficiente; entonces busco un pequeño objeto que ilustre o acompañe mi narración. Tomar estas decisiones, pensar, planificar, crear objetos… son los  pequeños detalles que ejemplifican una diferencia y es mi manera de respetar, a través de mi trabajo, dos auditorios, para mí, distintos.

Sobre la cuestión económica, este proyecto presenta también una notable diferencia con respecto a las funciones puntuales, al haberse fijado un contrato anual, de 11 meses, pagado mensualmente y de manera muy rigurosa, con un paquete de entre 20 y 25 sesiones mensuales.

Cuando una editorial o biblioteca me contacta solicitando mis datos a la librería, mi relación contractual es directamente con ellos y los valores de sesión pasan a ser valores fuera de paquete, dentro de los “precios justos” que puede tener una sesión exclusiva y a preparar.

 

En conclusión, amo contar. Amo contar en colegios, amo contar en bibliotecas… y amo contar en Casa del Libro donde,  tal como su nombre lo indica, me siento como en casa, donde me sentí acogida desde el primer momento, y donde cada idea que propongo es siempre bien recibida.   De alguna manera siento que entro con mis cuentos a los hogares de muchas familias y ellas buscan la forma de agradecérmelo, a través de dibujos y gestos sutiles y hermosos de los cuales podría hacer una larga lista.

No siempre es fácil trabajar en fin de semana. Pero cuando ves que los niños más tímidos a la tercera sesión que repiten ya son capaces de sentarse solos para escucharte… entonces, de verdad, sientes que estas donde tienes que estar, aportando a despertar en ellos el disfrute de la palabra dicha, y que era importante que volvieran a ver a alguien familiar, que pudieran reconocerte como narrador o el vínculo con los cuentos.

Y cuando llegas a la librería y está todo dispuesto y tienes un público entregado y disciplinado, con padres a los que no tienes que pedirles que apaguen su teléfono porque ya lo han hecho, y se suman al cuento ayudando a sus hijos más pequeños a estar atentos a lo que vas a contarles, sientes que tu trabajo es valorado y respetado.

Todo esto es de agradecer.  Y creo que todo esto es mi pequeño aporte a despertar en los niños y su familia el amor a la palabra y el cuento. Y eso… me hace feliz. Esta es mi experiencia contando en librerías. 

Carolina Barreira López (Lili Cuentacuentos)

 

Este artículo pertenece al Boletín n.º 54 de AEDA – Contar en librerías