catalán

En otros tiempos, cuando el sol se escondía y las temperaturas eran más agradables, los vecinos y vecinas sacaban las sillas a la puerta de casa para tomar el fresco y compartir experiencias del día y de la vida. Siempre había algún vecino con más memoria, o más instinto fabulador, que encantaba al resto con sus historias.

Era fácil reconocerlos: empezaban a contar como quien no quiere la cosa, hablando del tiempo o de algún personaje del pueblo. Situaban a la audiencia en un momento, espacio o entorno concreto, y todo esto aportaba verosimilitud a lo sucedido. Y ese era el principio y aquello sólo había ocurrido allí, y el tiempo pasaba y las palabras tejían la memoria y aquel tejido unía los vecinos con hilos invisibles de recuerdos comunes. Y a la voz de "mañana más" o "ya está bien, niños", la noche al aire libre se acababa y cada uno a su cama.

Con este espíritu 14 pueblos de La Vall de Albaida y la Safor (Provincia de Valencia) se han puesto de acuerdo para realizar un proyecto intermunicipal llamado "Cuentos a la Fresca", en el que narradores locales y yo misma contamos cuentos, historias o sucedidos.

Pep Estornell profesor de lengua y literatura, alma mater del proyecto "Contes de la Vall i del Vell" (recopilación de cuentos editado, realizado por los alumnos del IES Sanchis Guarner de Castelló de Rugat) –al que habría que dedicarle otro artículo– y alcalde de Llutxent, me propuso participar de este nuevo proyecto, al que accedí y adopté desde el principio.

Pero parece, cuando menos, difícil encontrar una persona o más que quieran contar cuentos en público en la plaza del pueblo, delante de sus vecinos. Lo que se planteaba más difícil no lo ha sido tanto. En cada pueblo un técnico o un concejal municipal –la mayoría son tan pequeños que no disponen de técnico–, se encargaba de buscar a la persona o personas que contarían. Contra lo que podríamos pensar, en todos los pueblos se ha encontrado gente de diferentes edades con capacidad para narrar y muchos de ellos y ellas de manera excepcional.

Les explicábamos que lo que tenían que contar era un cuento antiguo, alguna historia que hubieran escuchado (consigna que muy sabiamente me apuntó Ana Griot). Y así, después de una conversación, quedábamos de acuerdo en qué fábula, sucedido o cuento narrarían. 

A las 23 horas, que el campanario manda, la gente estaba convocada en la plaza del pueblo y sin más preámbulos la palabra se hacía presente: en aquellos momentos en los que el tiempo no invertía en bolsa y quien mandaba era el sueño, la gente contaba historias sin mirar el reloj, sin importar si ya se habían escuchado. Con esta introducción o otra similar y la presentación elogiosa del narrador o narradora local, la plaza enmudecía y nos transportábamos en el tiempo.

Se contaba para todos los presentes sin importar la edad. Como se ha dicho, cada noche una o más personas del pueblo narraban historias que tenían pensadas, sucedidos, fábulas, cuentos... En segundo lugar, tal vez algunos espontáneos se animaban y la velada concluía narrando yo cuentos del pueblo o adaptadas a los espacios locales.

La mayoría de los cuentos que se han narrado están recogidos, ya que en la zona se ha hecho una gran labor de investigación y edición de la tradición oral. Pero escucharlas de la voz del pueblo, de esa voz a través de la cual escuchamos los antepasados, sin haber pasado por el tamiz de la literatura, con las frases hechas, la riqueza lingüística del lugar, con las referencias locales... esto ha sido un regalo.

Este proyecto me ha dado mucho más de lo que podía esperar: he conocido gente de la que he aprendido formas de narración cercanas, del tú a tú, con un lenguaje cuidado y una estructuración de las ideas clara. He escuchado cuentos que han sido narrados cientos de veces, narradores que dominan las analepsis, por ejemplo, y le dan ritmo al relato. He aprendido muchísimo y sobre todo me ha abierto las puertas a nuevos proyectos que me harán crecer.

Continuaré trabajando en este camino de la escucha y la recogida de tradición, porque aunque las historias están editadas, analizadas, clasificadas, no lo están los modos de narrar, la idiosincrasia de cada narrador... Esto se puede estudiar, pero la manera de aprenderlo es escuchando.

 

 

Almudena Francés