Hace unos meses me pidieron que escribiera para la sección “Zoom” del blog de REMCAA (Red de Educadores de Museos y Centros de Arte de Argentina) acerca de mis cruces y experiencias entre museos y narración oral. De este pedido nacieron cuatro pequeños artículos bajo el título general “¿Qué contamos en el museo?”.

Esta nota complementa esos artículos (pueden encontrar los enlaces al final) y se nutre de algunas reflexiones que fueron generándose posteriormente.

 

Un museo que cuenta

Situación 1:

Unos domingos atrás, al final de una función de narración en el Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti” (Buenos Aires, Argentina), una señora del público se acercó y, en voz baja --cual confesión-- me hizo un regalo: dijo que hacía muchos años que nadie le contaba un cuento y que jamás pensó que era posible vivir esa experiencia en un museo: los cuentos la habían hecho revivir su infancia: había vuelto a sentirse una niña pequeña con una imaginación enorme.

Situación 2:

Unos domingos atrás, tres niñas de alrededor de 8 años reían a carcajadas cerca de una foto en el museo donde trabajo. Su madre vino y las retó: “¡Shhhh! ¡Este es un museo!”. Las niñas callaron.

 

En el imaginario de la señora de la situación 1 y la mamá de la situación 2, un museo es un lugar donde no se puede reír a carcajadas o donde, si echamos a volar la imaginación, es algo excepcional o inesperado.

En mi imaginario --que, debo admitir, está sesgado por mi experiencia como narradora además de mi formación antropológica--, un museo es un lugar plagado de historias, donde la risa, la imaginación, la sorpresa, el desacuerdo, las preguntas, la duda, la indignación y el extrañamiento tienen lugar y pueden convivir. No es un espacio muerto y silencioso, sino activo y activado por quienes lo vivimos (tanto quienes trabajamos en él, como quienes lo visitamos). Y este no es un imaginario que se aplique sólo al Museo Etnográfico: muchos museos cuentan, y al contar, despiertan emociones y construyen vínculos.

Jack Lohmann lo sintetiza perfectamente: “La narración se encuentra en el núcleo de lo que muchos museos hacen. Utilizan las historias para darle vida a sus colecciones, estableciendo conexiones con tiempos diferentes, muchas veces con diferentes continentes, culturas y creencias, capturando un rango de emociones” (traducción personal).*

Como educadora y trabajadora de museo, puedo decir que contamos mucho: los objetos u obras exhibidos, el guión museográfico, la curaduría y el montaje, los carteles, la arquitectura del edificio, el personal, los educadores, las visitas y recursos educativos: todo está contando, transmitiendo ideas o mensajes. Es que los museos no son solamente una colección de objetos u obras: están formados por personas, ideas, una historia y cientos de historias. Los conforman los trabajadores, los visitantes, su pasado y su presente.

 

 

¿Y qué contamos?

Las historias activan a los museos y su patrimonio, nos presentan nuevas formas de verlos y relacionarnos con ellos, tienden lazos amables para que un grupo de extraños --por un momento y en un lugar particular-- respiren al mismo ritmo.

 

Abrir una vitrina para que salga una historia

Piedra II 
Mírala fijamente: 
sentirás la mirada de antiguos pobladores. 
Hugo Jamioy Juagibioy. Camëntsá 
Colombia. 2005

Entre 2004 y 2005 comencé a trabajar como guía y referencista de sala en el Museo Etnográfico. Estaba formándome como arqueóloga/antropóloga y me interesaba el patrimonio y la comunicación, pero los cuentos dentro del Museo me tomaron por sorpresa.

Mientras guiaba o estudiaba los contenidos de las diferentes exposiciones, me iba encontrando con objetos que me contaban historias: dos tallas maoríes de Nueva Zelanda me remitían a relatos de guerreros enfrentados a monstruos, de ingleses colonizadores engañados o a la separación del cielo y de la tierra al crearse el mundo. Un magnífico altar budista japonés me transportaba a otras épocas, a samuráis, sacerdotes, diosas, dragones y fantasmas. Un tejido andino de lana me invitaba a compartir la historia de la Yakana, la constelación de la llama.

Todas estas historias de la tradición oral establecían un puente inmaterial con objetos, con culturas, con personas. Las palabras y las ideas se cruzaban con los productos concretos de diferentes sociedades que, tal vez permitían que, quien las descubría en el contexto urbano contemporáneo y “occidental”, se sintiera un poco más cerca de ellas.

Y así fue como empezaron los cuentos en mi museo: esos objetos que me contaban historias se transformaron en proyecto: una visita guiada para niños, en donde cuentos, canciones y objetos se entrecruzaban para dar contexto, historia, carne y sentido a una sociedad representada por su cultura material.

En la actualidad, este tipo de actividad tiene un poco menos de visita y un poco más de narración. Mantiene los mismos objetivos, pero cambia el énfasis, el foco: los cuentos tienen más protagonismo. El contenido académico, es contexto que enriquece las historias, pero está presentado en un plano más discreto.

Un ejemplo de este cambio se da en el propio uso del espacio: como ocurre en las visitas guiadas, se cuenta dentro de las exposiciones, cerca de los objetos que dan marco o punto de referencia al relato. En la mayoría de las visitas (excepto para adultos mayores o para gente con discapacidad visual), el público acompaña al guía moviéndose a lo largo del recorrido: está de pie, se desplaza caminando. Hay pocos momentos para sentarse. Pero, al hacer énfasis en la narración, el espacio se construye en torno al cuento: no es lo mismo contar frente a un grupo de pie, en movimiento, que detenerse, sentarse y crear un espacio de escucha, de atención.

 

 

La magia y desafíos de narrar dentro de los museos

El público

Cuando contamos en un museo, estamos contando en un espacio cruzado por múltiples intereses: hay muchos tipos de usuarios/visitantes: quien viene a propósito a oír cuentos  está conviviendo con alguien que está de paso, un estudiante haciendo un trabajo práctico, un docente preparando una clase, un investigador que va a la biblioteca, un turista en safari fotográfico, una familia en paseo de domingo...

Los espacios de los museos en donde contamos están atravesados por todos estos intereses y usuarios: la narración no es el eje, aunque puede transformar usuarios en audiencia. O no. Podemos estar contando en una exposición y ver, detrás de nuestro público, gente que entra y sale y circula viendo los objetos, indiferente a las actividades que se estén presentando. O gente que se queda. Y vuelve una y otra vez.

 

El espacio

A grandes rasgos, dividiría los espacios de narración en los museos en tres tipos:

Salones o auditorios

Algunos museos poseen auditorios, salas de usos múltiples o aulas y espacios especiales destinados a actividades artísticas: muchos son salones de colores neutros, luces fuertes, dispuestos al estilo del teatro/auditorio con sillas/butacas (fijas al piso o no) frente a un escenario.

 

 

En otros, son salas destinadas a actividades para familias, con recursos armados para este fin. Normalmente, son espacios poco disruptivos para narrar (aunque a veces están un diseñados para estar aislados del resto del museo: es más difícil que un visitante casual, circulando, se encuentre de golpe en estos lugares y se enganche a oír cuentos). 

Aquí en Buenos Aires, puedo mencionar, entre otros, dos ciclos de narración en museos que se han dado en espacios así: el ciclo coordinado por Elva Marinangeli y Juana La Rosa (Museo de Arte Español Enrique Larreta) y el ciclo coordinado por Mabel Negri y Celia Planxart (Museo de Arte Popular José Hernández).

Dentro de las exposiciones

Si contamos dentro de las exposiciones del museo (el caso del Etnográfico o del Museo Nacional de Bellas Artes), los objetos y el montaje son un marco o escenario maravilloso: objetos u obras de arte nos dan pie a entretejer historias relacionadas con lo que nos rodea en las exposiciones o a generar puntos de conversación y conexión con el público. 

 

 

“…Kahu-ki-te-Rangi desafió al monstruo: le hizo pūkana (sacó la lengua en un gesto intimidatorio)… ¿encuentran ese gesto en alguna parte?”

También pueden ser un “peligro” o un desafío: un montaje o un objeto/obra llamativos son puntos focales que pueden capturar la atención dispersa de alguien que no se conectó con el narrador. La historia continúa, pero el visitante quedó atrapado en el objeto. Esto ocurre tanto en las visitas guiadas como al narrar.

Cabe mencionar también las condiciones de conservación que se dan en las exposiciones y que nos afectan: una de las que más notan los narradores invitados al museo es la iluminación: luces tenues o focalizadas en los objetos y textos, que dejan a quienes están contando en la penumbra. Y la complicación de si se puede o no sacar fotos con flash.

Otra medida que aparece mucho en los museos, es que no se puede comer ni beber en las exposiciones: ¿qué pasa con el narrador que quiere mantener hidratada la voz y necesita tener agua a mano? Cuando empezaron a venir narradores invitados al ciclo, este fue motivo de negociación: una botellita de agua (cerrada) conlleva menor peligro de accidente, que una jarra o vaso “al aire”. Puede parecer una tontería este ejemplo, pero es algo que tomamos en serio: las medidas de conservación están por una razón y hay que considerarlas (y negociar con los museos para ver cómo conciliar todas las necesidades con los recaudos).

¿Y qué pasa con el sonido en este tipo de espacio? Depende del tipo de exposición. Por supuesto que si en alguna de las salas donde se cuenta hay alguna proyección o audio, lo apagamos durante la contada. Si la acústica es buena y la exposición es pequeña, el clima es más íntimo y normalmente no se usa micrófono. A veces, cuando la sala donde se cuenta tiene la posibilidad de cerrar la puerta, esta se entorna para evitar ruidos e interrupciones externos.

En patios y jardines

Muchos museos cuentan con espacios verdes o al aire libre: estos patios, jardines y terrazas son marcos vivos para quien narra.

 

 

En Olavarría, el patio de carretas del Museo de Colonia San Miguel nos da el pie perfecto para historias del campo (aunque se cuenta de todo, por supuesto). El susurro del viento entre los árboles en los maravillosos jardines del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco enriquecían la experiencia de los cuentos a la luz de la luna que alguna vez se ofrecieron como parte de su programación. En el Etnográfico, cuando el frío se mantiene lejos y los días son más largos, el imponente gomero del patio se transforma en el árbol de los cuentos… y aunque desde las alturas nos llegan hojas, semillas y algún que otro “regalito” de algún gorrión escondido, las disrupciones se incorporan a la magia y todos nos quedamos disfrutando.

¿Qué problemas, además de los ataques del gomero o la presencia de mosquitos, puede presentar el contar en un espacio al aire libre? Con mucho público es difícil mantener la calidad de sonido sin amplificación, por tanto es necesario el uso de micrófonos.

 

Los tiempos

Los divido en dos: por un lado, los tiempos destinados a investigar o seleccionar un repertorio acorde al espacio en donde estamos contando (que creo que es parte de nuestra práctica como profesionales); y por el otro, algo muy simple: los museos tienen horarios y hay que respetarlos.

Alguna vez alguien me preguntó: “¿Podemos hacer una función nocturna?”. Lamentablemente, a menos que sea durante la Noche de los Museos, el museo cierra sus puertas a las 19 hs. No hay posibilidades de eso.

“¿Podemos hacer una actividad de narración un martes a la mañana?” Los martes a la mañana vienen escuelas, esa es nuestra prioridad.

“¿Cuán puntual hay que ser?” (no sé cómo son las funciones de narración en España, pero aquí tenemos tendencia a empezar muuuuucho más tarde: en el caso de narrar en bares y cafés, esto tiene que ver con que no se comienza hasta que no termine el servicio, para evitar interrupciones). En los museos tratamos de ser muy puntuales: no podemos abusar de los tiempos de los que disponemos.

 

¿Desde dónde contamos?

Cuento en un museo que depende de la Universidad de Buenos Aires. Es un tipo de museo que opera con lógicas y objetivos distintos que los museos privados, o públcos no universitarios.

Cuento en un museo de antropología/arqueología. No es lo mismo que si contara en un museo comunitario social, un espacio para la memoria, o un museo de artes o de ciencias.

Es fundamental conocer el tipo de museo en donde estamos contando. No es un espacio neutro como un teatro (o incluso un café): posee una carga semántica e ideológica muy fuerte. Si es posible entender su misión, mucho mejor: tanto si trabajamos para el museo (en mi caso, como narradora y educadora) como si fuimos invitados como artistas, tenemos que saber dónde estamos contando.

Contar historias de la tradición oral en el Etnográfico tiene una carga y una responsabilidad muy fuerte para mí, muchos de estos museos fueron herramientas de la colonización y dominación de un pueblo sobre el otro. En América, en Argentina, todavía estamos viviendo las consecuencias de los procesos de invisibilización de las culturas originarias (que, lamentablemente, se siguen dando hasta ahora). Cuando cuento, tengo que posicionarme con mucho respeto y cuidado de lo que estoy contando.

Y, como pertenezco a un museo universitario, tampoco me puedo equivocar en los contenidos que dan contexto a las historias. No puedo decir “Es un cuento bantú”, cuando bantú es una definición genérica decimonónica de África “negra”, subsahariana (está misma definición me está haciendo ruido en la cabeza). Tengo que preguntarme: ¿de qué región es el cuento?, ¿quién lo cuenta? Si es posible averiguarlo, qué más puedo saber del contexto de la narración: ¿cuándo se cuenta?, ¿es una narrativa mítica o una historia iniciática (entonces, ¿puedo contarla o estoy violando una práctica cultural?)?

Narrar como invitado da un poco más de libertad, pero si contamos en un museo, sus propios contenidos y misión son nuestro marco de referencia, en un museo de arte no voy a contar frente a un cuadro y decir que es una escultura; en un museo de paleontología trataré de evitar historias fantásticas en las que los humanos conviven con los dinosaurios, porque es un error garrafal fomentado por el cine de Hollywood (es el tipo de historia que hace que nos crispen los nervios a los arqueólogos y paleontólogos). Si la misión del museo es recuperar la memoria de las víctimas de un conflicto histórico, no voy a contar una historia que ensalce a sus victimarios.

En el Etnográfico, el ciclo “Cuentacuentos en el Museo” invita, una vez al mes, a tres narradores externos al Museo para traer nuevas voces, registros y formas de contar historias de tradición oral. Pasó, hace algunos años, que uno de los invitados se equivocó en un dato muy puntual dentro de la historia que estaba contando (el personaje cazó la ballena con una lanza en lugar de con un arpón). Nuestro público entendía que el narrador no era especialista ni miembro del museo. Sin embargo, recibimos comentarios acerca de este error de dos personas: un experto y un habitual del museo que estaban en el público (muy probablemente el resto de la audiencia no notó). Pero contar en un museo implicaba cuidar ese tipo de detalles.

 

Llegar al final es sólo el comienzo

Los museos no son espacios neutros, asépticos… o al menos no lo deberían ser. Tienen que provocar emociones, despertar la imaginación, estimular discusiones, disparar ideas, permitir disfrutarlos… tal como los cuentos que contamos.

Muchos museos entienden esto e incorporan a la narración oral (y los juegos o la poesía) en su programa de actividades, invitando a narradores o teniendo personal propio especializado. Otros no conocen siquiera la figura del narrador. Pero igual cuentan a través de sus colecciones y exposiciones. Y están empezando a discutir estos cruces. Este año (2015), uno de los encuentros de Educa+, organizados por el maravilloso equipo de EducaThyssen, fue dedicado al tema “Narraciones”. Están todos los videos subidos a su canal de youtube. Se los recomiendo.

Espero que este artículo, que trata de plasmar algunos aspectos de mi experiencia narrando en un museo -un recorte de un universo más amplio y más complejo-- les sirva. Me gustaría también conocer cómo son sus experiencias narrando en este tipo de espacios. Para esto, pueden contactarme por Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., facebook o twitter… o darse una vuelta por el Etnográfico para palabras dulces, bellas, que entrelazan.

En mi lengua 
En mi lengua 
poesía se dice: 
Aqaktzij 
(palabramiel) 
Je’ltzij 
(bellapalabra) 
Pach’umtzij 
(trenzapalabra) 
En fin, 
no sé para qué sirve, 
aún así 
insisto. 
Humberto Ak’abal. Maya K’iché 
Guatemala. 2002

 

Algunas recomendaciones bibliográficas y audiovisuales, si se quedaron con ganas de más:

Los cuatro artículos que escribí para el blog de REMCAA:

¿Qué contamos en el Museo?

Entrega UNO

Entrega DOS

Entrega TRES

Entrega CUATRO

 

Y más:

AAVV. 2012. Los visitantes como patrimonio. El Museo de las Escuelas. Primeros 10 años. Editado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires

CASTAÑO ASUTICH, Anabelle. 2012. (En) los museos (se) cuentan historias. Experiencias de narración oral y formación docente en el Museo Etnográfico.Experiencia presentada en el 22º Encuentro Educativo “El museo y la escuela”. Banco Provincia. Buenos Aires.

FISHER, M., et al., “The Art of Storytelling: Enriching Art Museum Exhibits and Education through Visitor Narratives”, in J. Trant and D. Bearman (eds.). Museums and the Web 2008: Proceedings, Toronto: Archives & Museum Informatics. Published March 31, 2008. Consultado en Junio 2015. 

GALINDON, Graciela; Constanza PEDERSOLI; Mercedes PUGLIESE. 2012. "Un día en la vida de Alicia y Enrique ". Los visitantes como patrimonio. El Museo de las Escuelas. Primeros 10 años. Editado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires

GARCIA, Eva. “Contar para aprender. La narración como práctica educativa” (en el VI Encuentro Educa+, “Narraciones”, organizado por EducaThyssen). 11 de abril 2015. Video online. Youtube. Acceso en mayo 2015.

JOHNSON, Emily & Claire ADLER (ed.). 2006. Telling tales. A guide to developing effective storytelling programmes for museums. London Museums Hub. Londres.

NICHOL, Liz. 2011. “Storytelling”. En Chapter 2: Visitor-Centered Interpretation Techniques: Storytelling, Improvisation, and Inquiry. Partners in Discovery: Visitor-Centered Tours. Transforming History School Tours at the Oakland Museum of California. Oakland Museum of California. Oakland.

WALKER, Rob. “On objects and storytelling”. Blog Center for the Future of Museums. 30 abril 2013.

SNIJDERS, Eva. “Storytelling, cultura y educación” (en el VI Encuentro Educa+, “Narraciones”, organizado por EducaThyssen). 11 de abril 2015. Video online. Youtube. Acceso en mayo 2015.

 

Anabelle Castaño

 

*Jack Lohmann , “Storytelling is at the heart of what many museums do. They use stories to breathe life into their collections, making connections with different times, often different continents, cultures and beliefs, capturing a range of emotions.”
 
REFERENCIAS DE LAS FOTOS
foto1: Museo de Historia Natural, Londres. Foto: Anabelle Castaño
foto2: Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti, Buenos Aires. Foto Cristoph Bardin
foto3: Museo Británico, Londres. Foto: Anabelle Castaño
foto4: Archivo de la Corona de Aragón, Barcelona. Foto: Anabelle Castaño
Foto5: Visita guiada. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: Anabelle Castaño
Foto6: Narración en el museo. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: ACC
Foto7: Anabelle Castaño narrando en MuseumShowOff:BA 2014. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), Buenos Aires. Foto: Lucía Wisnieski
Foto8: En el Museo Casa Hogar de Loma Negra, Olavarría. Foto: Maribel García
Foto9: Anabelle castaño narrando en la Noche de los Museos. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: ACC
Foto10: Elena Santa Cruz narrando. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: ACC
Foto11: Pedro Parcet contando. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: Amaya Laura Arruabarena
Foto12: Anabelle Castaño contando. Museo Etnográfico "Juan Bautista Ambrosetti", Buenos Aires. Foto: Ulises Luna